Exceso de celo policial. El empeño de los Antidisturbios en evitar las concentraciones de aficionados por el Centro de la capital agua la fiesta de la afición costasoleña, pacífica, salvo en casos aislados. Málaga es del Málaga. Hubo muchas más banderas blanquiazules que barcelonistas
Málaga es del Málaga. Es el gran titular de la noche de fastos y de felicidad por la salvación. Y ésa es una grandísima noticia. Tan despegados de lo nuestro, tan aficionados a los colores del Real Madrid o del Barcelona, evitando el sufrimiendo y plegándonos a la alegría fácil, la afición blanquiazul se echó ayer a la calle y ganó por goleada a la del Barça. La permanencia reclamó más júbilo y alegró a más gente que el título del club catalán. También se vieron banderas blaugranas, por supuesto. Pero fueron las menos. Más camisetas ´nuestras´, más coches atizando el claxon y pidiendo una noche de gloria a una temporada que amenazaba ruina y que acabó de la mejor manera.
El Málaga está en Primera y Málaga se echó a la calle. Lo hizo, eso sí, casi a escondidas, como pidiendo permiso, presa de un exceso de celo policial. Los Antidisturbios tomaron también las arterias principales del Centro histórico para evitar cualquier atisbo de concentración de gente. Allá donde un centenar de malaguistas cantaba o saltaba de forma pacífica aparecían ellos, porras en manos. Hablamos, sin cortapisas, de lo que sucedió a las nueve de la noche en la puerta del McDonalds de la Acera de la Marina.
Para, con mucho sentido, evitar que la gente cortara el tráfico de la Alameda, como sucedió con la celebración del título de la Eurocopa de España, se prohibió pasear por los aledaños de la zona. Y, para ello, incluso se utilizó la porra en más de una ocasión. Se produjeron carreras y persecuciones por las calles próximas a la zona. Y, donde iba la muchedumbre, allá detrás que acudían dos y hasta tres furgonetas de Antidisturbios. Primero en esa zona y luego al comienzo de la calle Larios. Como si hicieran una batida, una veintena de agentes de la autoridad recorrieron la emblemática calle en dirección a la plaza de la Constitución. Y allí, otra vez a dispersar al personal.
Muchos aficionados, vestidos con la camiseta del Málaga, habían decidido bajar hasta el Centro para continuar con la fiesta que se inició en La Rosaleda cuando Undiano Mallenco pitó el final del encuentro. Todos, extrañados, se quejaban y lamentaban del excesivo celo con el que se emplearon los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Señoras mayores, padres que paseaban con niños por la calle Larios o seguidores blanquiazules que sólo querían compartir su felicidad tuvieron que huir despavoridos.
En la plaza de la Constitución se repitió la misma escena. Aficionados huyendo de la policía. Porque los agentes, porra en mano, no preguntaban. Ordenaban abandonar el lugar. Y, de lo contrario, un toquecito de atención con el artilugio alargado.
Más tarde el gentío se desplazó a la plaza de La Merced. Los coches siguieron circulando y jaleando el ambiente de la noche del domingo. El Ayuntamiento había tenido la previsión de vallar la Fuente de las Tres Gracias, por lo que poca gente se desplazó hasta allí. Eso sí, hubo algún vándalo descerebrado que se puso a torear en plena calle. Por suerte para los capós de los coches que circulaban a una velocidad considerable no hubo daño alguno.
Fueron los coletazos de una fiesta que comenzó cuando se cumplieron las nueve de la noche. La Rosaleda, con todos los actores implicados, desde mandatarios hasta jugadores, pasando por los aficionados, estalló de júbilo. Eran muchos los nervios acumulados. Y todo explotó en ese instante. Abrazos y lágrimas de felicidad. Muchos aprovecharon la incertidumbre para lanzarse al campo. La Policía y la seguridad del estadio tuvieron que trabajar a destajo. Los jugadores, avasallados, se refugiaron en el vestuario. El club decidió poner en marcha los aspersores, como hiciera el Barcelona en su día para aguar la celebración del Inter sobre el Camp Nou.
Un rato después de brindar con cava, algunos jugadores salieron para compartir su gozo con la grada. Manolo, Gámez, Manu, Stepanov, Duda y algunos más dieron una vuelta de honor. Algunos regalaron su camiseta.
Casi al mismo tiempo, unas 500 personas se agolparon en las puertas de salida de La Rosaleda para ver la salida de los jugadores y del autobús del Madrid, que tuvo un pequeño percance con un automóvil. Y otros aprovecharon el frenesí para ´tomar´ la tienda del club y adquirir camisetas y equipaciones. El mejor broche posible.
http://www.laopiniondemalaga.es/malagacf/2010/05/17/prohibido-celebrarlo/340632.html