Opinión - Opinión
Lunes, 09 de Noviembre de 2009 21:20
Por Félix Godoy
Llega la Copa y el Málaga tiene algo que ganar y mucho que perder. En las circunstancias en que se encuentra, una victoria daría algo de confianza a los jugadores, que tienen la moral por los suelos. "No nos vale un empate y buenas sensaciones. Eso ya lo hemos tenido ante Zaragoza o Tenerife, que era una banda", asegura off the record un peso pesado del vestuario. Les urge demostrarse a sí mismos que son capaces de derrotar a alguien. Pero ¿y si no lo consiguen y caen eliminados? Encima, en Málaga ante La Rosaleda. Sería terrible para técnico y jugadores atravesar un parón con tanto inquisidor esperando dar la puntilla a más de uno. Y, en esta ocasión, tendrían más razón que nunca los más críticos. ¿Cómo se le puede quitar la razón a alguien que no ve ganar al Málaga desde agosto? Cuando se terminan los argumentos, sólo te puedes aferrar a la victoria como defensa. Lo demás es aire.
Perder sería un desastre, pero es que ganar tampoco te da la vida. La vida son puntos. La Copa, un suspiro a la espera del Zaragoza, el de verdad, el que regresará en Málaga para disputar un partido de Liga. De cualquier modo, el Málaga está en las manos de Marcelino. Tiene que ganarle dos veces consecutivas o la nave se hundirá.
Ahora bien, Muñiz no debería depender de los resultados. Argumento. Si el club (con Fernando Sanz a la cabeza) tiene dudas sobre el asturiano, no puede seguir en Málaga un segundo más. Deben finiquitarle y punto. ¿De qué sirve aguantar a un entrenador en el que no crees o has perdido la confianza? No sería justo para Muñiz, para el club ni para la afición ver que todo un proyecto depende de que se den ciertos resultados. En resumen, si el futuro de Muñiz está sujeto a los resultados, deben cortarle ya. Si Sanz y su club creen en él de verdad, que salga alguien ya públicamente y diga que Muñiz es y será su hombre pase lo que pase. Eso, para lo bueno y para lo malo, se llama coherencia. Parece que en este club, últimamente, había mucho de eso. Así que, para qué perder el rumbo ahora.