Rubén Martínez tenía ocho años cuando comenzó a entrenarse a través de clases particulares
MÁLAGA «Tírate a por la pelota como si estuvieras en el Camp Nou», le gritaba Juanjo Vila, un técnico gallego, a Rubén Martínez, el portero que acaba de fichar el Málaga CF, cuando éste tenía tan sólo ocho años. Era 1992. Vila, que hasta pocos meses antes había sido el analista táctico del entrenador Miguel Ángel Lotina en el Deportivo de La Coruña, había sido contratado por el padre de Rubén para que le diera clases particulares a su hijo, ya que no militaba en ningún equipo. Durante cuatro años, recibió una gran formación. Una de las primeras decisiones de su preparador fue la construcción de una portería a su medida.
Eran tres sesiones diarias, una de ellas el sábado a las nueve de la mañana, con la dificultad que supone un esfuerzo así para un niño de sólo ocho años cuando el resto de sus amigos se divierte en la calle o con los videojuegos. Incluso fue un sacrificio para su entrenador, que estaba en edad de salir los viernes por la noche con sus amigos y amigas para tomar una copa.
No es de extrañar que al padre de Rubén, que se hartó de recoger balones en cada entrenamiento de su hijo, se le saltaran las lágrimas cuando hace seis años vio cómo Rubén debutaba en Primera División, con el Barcelona en el Camp Nou, motivado por la sanción de Víctor Valdés y la lesión de Albert Jorquera.
Fue frente al Valencia y, tres días después, jugó su segundo y último encuentro –por el momento– en la máxima categoría, ante el Levante. Allí, en la grada del Camp Nou, estaba Juanjo Vila junto al progenitor del guardameta. No faltó el champán para celebrar tal acontecimiento. Lógico.
La historia de Rubén es la de un guardameta forjado sin equipo, de fabricación artesana, a la antigua usanza. «¿De dónde has sacado a este ´monstruo´?», preguntaron a Vila en el Orillamar, un modesto equipo de un barrio coruñés, que serviría de puente, durante pocos meses, hacia el todopoderoso Barcelona, donde su amigo Víctor Valdés le cerró las puertas de la titularidad, donde su también amigo Andrés Iniesta comenzaba a despuntar entre los demás centrocampistas gracias a esos pases inverosímiles.
Coristanco, la villa natal de Rubén Martínez, es una pequeña población de la provincia coruñesa con apenas 8.000 habitantes en la actualidad, y que hace 18 años, cuando Rubén comenzó a ejercitarse por su cuenta junto a su preparador particular, tenía alrededor de 6.000. Como en familia. Se trata de un municipio con una gran tradición en el cultivo de la patata y donde se celebra anualmente la ´Fiesta de la Patata´ el tercer fin de semana de septiembre. Este año será la trigésima edición. Es conocido como el Granero de Galicia o la capital de la patata en la región gallega. Seguramente Rubén, en cuanto a aprendió a andar, comenzó a patear más de un tubérculo que se cruzó por su camino o a intentar detener los que le lanzaban sus amigos.
A sus 26 años, acaba de firmar por el Málaga CF porque tiene una espina clavada con la Primera División, la categoría en la que merece estar, después de haber contribuido de forma magnífica a la exitosa campaña que realizó el Cartagena en Segunda la pasada edición liguera, en la que acarició el ascenso. Allí le han despedido como un ´héroe´, sabedores de que su sitio está en Primera.
Rubén Martínez no olvida sus orígenes. Ni Coristanco, el pueblo donde nació y se crió, ni La Masía, esa factoría donde sólo unos privilegiados, y más en su posición –más selectiva que las demás–, pueden llegar a la elite. Aunque no lo consiguió con el Deportivo de La Coruña, que no se fijó en él, ni con el Barcelona, que confió más en Víctor Valdés, ahora el Málaga le dará la oportunidad de demostrar su categoría. Al menos, es lo que esperan quienes conocen su calidad, quienes le han visto crecer a base de esfuerzo y talento.
Pocos jugadores son capaces de forjarse a sí mismo desde la nada, sacrifican parte de su infancia para entrenarse junto a un entrenador personal desde los ocho años, cuando lo habitual es matar el tiempo libre cambiando cromos. Él prefería darse barrigazos en esos campos de Coristanco, sembrados de patatas.
Rubén Martínez ya cumplió su sueño de estrenarse en Primera División. Aunque fue efímero. Es ahora, más que nunca, cuando sueña con asentarse en la máxima categoría. Si dispone de continuidad, nadie le quitará de la portería. Aunque, eso sí, siempre recordará que debe tirarse «como si estuviera en el Camp Nou».
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