De primero, fideuá a la marinera, zanahoria con champiñones, macarrones a la carbonara o ensaladilla rusa; de segundo, chuleta de cerdo a la pimienta, bacalao a la plancha o huevo frito con patatas. Y todo por cinco euros. Es difícil encontrar menús diarios a estos precios en Málaga. Por eso, los comedores de la universidad se llenan cada vez más con clientes que dejaron los libros hace mucho tiempo.
Obreros de tajos cercanos, vecinos e incluso clientes que acuden expresamente para ahorrar hacen cola ahora junto a los estudiantes frente a las bandejas de comida de los centros universitarios. Así lo confirman las cafeterías consultadas, que indican que la crisis ha supuesto para ellos un aumento del negocio, sobre todo para las facultades de Teatinos más cercanas a las urbanizaciones, donde se están sirviendo un 10% más de almuerzos diarios a pesar de la coyuntura económica.
«Se está notando mucho la crisis y quien tiene que comer fuera de casa prefiere venir aquí porque los precios son más competitivos», indica Diego González, encargado del comedor de Medicina. «Los menús en cualquier cafetería fuera de la universidad te cuestan mínimo 7,5 euros y la calidad que ofrecemos es muy buena», añade Manuel Ávila, de la cafetería de Derecho.
En el restaurante de Medicina encontramos a Carlos Cannata, Francisco Javier Periñán y Francisco López, que trabajan como fontaneros en las obras del Clínico. «Venimos aquí porque nos queda cerca del trabajo y nos sale muy económico», indica Cannata. «Además, el ambiente de jóvenes es muy bueno y, si lo piensas, comprar cualquier bocadillo y una bebida en el supermercado te sale casi por el mismo precio y comes peor», asegura Periñán.
Elena Gómez y su madre, Patricia, han quedado expresamente en la facultad de Filosofía y Letras. «Íbamos a citarnos en el Centro para vernos, pero hemos pensado que esto es más barato y yo sabía que daban buena comida porque estuve estudiando aquí hasta hace dos años», dice Elena. «Y creo que vendremos aquí más a menudo, porque podemos aparcar a mediodía sin problema, mientras que en el Centro tienes que pagar un 'parking'», señala su madre.
Ana María García trabaja en el comedor de Medicina sirviendo los menús y confirma que cada vez es más común ver gente ajena a la comunidad universitaria. «También se quedan más estudiantes, sobre todo los que son de fuera y están aquí en pisos, porque ellos también sufren la crisis y los precios para ellos son aún más competitivos», indica. El menú cuesta 4,25 euros para los alumnos, y lo que falta hasta los cinco euros lo aporta la UMA gracias a un acuerdo alcanzado el pasado curso.
Esta clientela más variada es la que está salvando a muchas de las empresas que gestionan los comedores universitarios de los rigores de la crisis. Aunque no todas las cafeterías cuentan con este extra para capear las pérdidas. En la cafetería de Letras, más alejada de la zona urbana, el encargado Luis Ríos se queja de que cada vez dan menos menús y que los alumnos van a clase con bocadillos de casa que luego se comen en sus mesas. «¡Qué le vamos a hacer!», concluye, «las estrecheces afectan a todos». Y en El Ejido, el traslado de algunas facultades a Teatinos también está mermando el número de comensales. Un plato que no es de buen gusto para nadie.

Ole se come bas barato q en la casa, abra q ir.