PEDRO LUIS GÓMEZ.-
EL Málaga está desquiciado. Urge alguna solución, porque si no el equipo se hundirá en los abismos y nos iremos a Segunda sin remedio. Está desquiciado porque su entrenador, López Muñiz, definitivamente, ha perdido la brújula. Lo único que evitó anoche la derrota es que el Zaragoza es muy malo, porque cualquier otro equipo nos hubiese ganado; así de fácil y así de claro.
El empate sabe casi a gloria, porque de verdad que el Málaga no hizo méritos para nada: desorganizado, sin patrón de juego, sin ideas, sin orden ni concierto, el primer tiempo entre malaguistas y zaragocistas fue una verdadera afrenta al fútbol.
Con la alineación en las manos no hacía falta ser adivino para saber qué Málaga íbamos a ver, entre otras cosas porque ni siquiera el entrenador sabía qué equipo había sacado. Aquello era un verdadero galimatías, sin que nadie supiera muy bien de qué jugaban ni Gámez, ni Toribio, ni Fernando, ni... Muñiz no es que parezca haber perdido la posibilidad de encontrar solución al problema del equipo (que no gana desde la prehistoria, o sea desde el primer partido de Liga), sino que más bien parece que el problema es él. No está fresco, y eso se nota en el equipo, que aturdido se dedicó al pelotazo sin ton ni son. Menos mal que el rival acompañaba y entre los dos conjuntos sólo realizaron un disparo entre los tres palos en el primer tiempo, un verdadero desastre. Tras el descanso, lejos de mejorar, por aquello de que a perro flaco todo se le vuelven pulgas, un penalti inexistente sirvió a los visitantes para adelantarse en el marcador. Sólo podía llegar el milagro del empate de la mano de una jugada a balón parado, y así fue. El joven Iván completó su magnífico partido (fue el mejor en un oasis de mediocridad increíble) con un gol de oro, pero no se completó el milagro... Ni siquiera la segunda amarilla a Paredes nos sirvió, porque Weligton, en la siguiente jugada, se 'autoexpulsó' en otra muestra del desquicie en el que está sumido el equipo.
Lo único bueno anoche fue el público, ejemplar en todo momento. Tuvo motivos de sobra para reventar y sin embargo animó con fe. Al final, eso sí, la grada sentenció que no quiere a Muñiz. Su crédito está agotado: sólo que no haya un euro explica que siga en el cargo.
EL Málaga está desquiciado. Urge alguna solución, porque si no el equipo se hundirá en los abismos y nos iremos a Segunda sin remedio. Está desquiciado porque su entrenador, López Muñiz, definitivamente, ha perdido la brújula. Lo único que evitó anoche la derrota es que el Zaragoza es muy malo, porque cualquier otro equipo nos hubiese ganado; así de fácil y así de claro.
El empate sabe casi a gloria, porque de verdad que el Málaga no hizo méritos para nada: desorganizado, sin patrón de juego, sin ideas, sin orden ni concierto, el primer tiempo entre malaguistas y zaragocistas fue una verdadera afrenta al fútbol.
Con la alineación en las manos no hacía falta ser adivino para saber qué Málaga íbamos a ver, entre otras cosas porque ni siquiera el entrenador sabía qué equipo había sacado. Aquello era un verdadero galimatías, sin que nadie supiera muy bien de qué jugaban ni Gámez, ni Toribio, ni Fernando, ni... Muñiz no es que parezca haber perdido la posibilidad de encontrar solución al problema del equipo (que no gana desde la prehistoria, o sea desde el primer partido de Liga), sino que más bien parece que el problema es él. No está fresco, y eso se nota en el equipo, que aturdido se dedicó al pelotazo sin ton ni son. Menos mal que el rival acompañaba y entre los dos conjuntos sólo realizaron un disparo entre los tres palos en el primer tiempo, un verdadero desastre. Tras el descanso, lejos de mejorar, por aquello de que a perro flaco todo se le vuelven pulgas, un penalti inexistente sirvió a los visitantes para adelantarse en el marcador. Sólo podía llegar el milagro del empate de la mano de una jugada a balón parado, y así fue. El joven Iván completó su magnífico partido (fue el mejor en un oasis de mediocridad increíble) con un gol de oro, pero no se completó el milagro... Ni siquiera la segunda amarilla a Paredes nos sirvió, porque Weligton, en la siguiente jugada, se 'autoexpulsó' en otra muestra del desquicie en el que está sumido el equipo.
Lo único bueno anoche fue el público, ejemplar en todo momento. Tuvo motivos de sobra para reventar y sin embargo animó con fe. Al final, eso sí, la grada sentenció que no quiere a Muñiz. Su crédito está agotado: sólo que no haya un euro explica que siga en el cargo.