¡MADRE MÍA, QUÉ AFICIÓN TAN GRANDE!
Desde que voy a La Rosaleda, inicio de los años 80, he podido comprobar el espectacular cambio que ha experimentado la afición del Málaga C.F.
Recuerdo la ausencia de banderas y bufandas malaguistas. Recuerdo la ausencia de camisetas de nuestro equipo.
Era habitual la asistencia de los aficionados con camisetas del Real Madrid y del Barcelona. Sólo se ponía el cartel de no hay billetes para los partidos de los “dos grandes” de España, cuando el ahora extinto medio día del club suponía una gran inyección económica. Por supuesto, se llenaba para ver al Barcelona y/o al Real Madrid y, por supuesto, se cantaban más los goles de estos equipos que los del propietario del campo. Incomprensible, pero es así. La Rosaleda y Málaga nunca ha sido mayoritariamente malaguista. Y lo siento un montón porque yo, que soy de Málaga y del Málaga hasta la médula, no comprendo que paisanos nuestros sientan más unos colores que nos han “colado” los medios de comunicación y otros agentes ajenos al deporte rey. Es cierto que el equipo de la capital de España y el de la ciudad condal han tenido en sus filas a los mejores jugadores. No es menos cierto que han tenido los presupuestos más elevados. Así, es mucho más fácil tener buen equipo y realizar el mejor fútbol. No miento si digo que, como aficionado al fútbol, me gusta el juego del Barcelona o la verticalidad del Madrid. Tampoco me olvido del Valencia de hace 10 años o del Depor de Donato, Fran, Bebeto, Mauro Silva, etc. Ni del Villarreal de Pellegrini, ni del Alavés del 2001, ni del espectacular fútbol del Athletic de Bilbao en Europa la temporada pasada. Pero, como malagueño y malaguista, mis sentimientos hacia unos colores son inalterables.
Todavía hay malagueños que no han vuelto a ir a La Rosaleda desde aquel día que el Málaga empató con el Betis y descendió a segunda, cuando en el estadio se pudo escuchar “que se besen, que se besen”. También los hay que se “borraron” cuando el C.D. Málaga desapareció sin que nadie hiciera nada por evitarlo. En el lado opuesto, todavía hay aficionados que siguen desde aquella época y que incluso han visitado campos de tierra en tercera división.
Algunos hemos podido presenciar en directo el 6-2 al Real Madrid en liga y el 5-1 al Atlético de Madrid en copa (con tromba de agua incluida) cuando en los fondos del estadio no existían asientos ya que las localidades eran de gol o fondo de pie. También hemos visto el 8-0 al Depor con Peribaldo y Gasparini en la faceta goleadora. Pero cuando nos visitaba el F.C. Barcelona o el Real Madrid, La Rosaleda no era malaguista. Y una minoría lo lamentábamos.
Afortunadamente, con el paso del tiempo, hemos cambiado. Si tengo que poner una fecha para la transición del aficionado malaguista apuesto por el 30 de mayo de 1999. El día del ascenso a primera (otro más), el día del 3-2 al Albacete. Ese día, recuerdo que me llamó la atención el gran número de aficionados con camisetas blanquiazules. Creo que a partir de ese día el aficionado al fútbol malagueño se puso el cartel de aficionado malaguista. Aunque después vino otro descenso y un nuevo ascenso. Pero el aficionado actual es puro, leal, fiel, incondicional, apasionado, animoso, etc.
Aunque, sinceramente, yo no apostaba por ello, ahora nadie va a La Rosaleda a ver al F.C. Barcelona o al Real Madrid. Ya nadie canta los goles del rival. Al menos, ya no se atreven. Ahora somos una inmensa mayoría los que nos dejamos la garganta y nos comemos las uñas por una victoria del Málaga.
Es una gozada ver a las Peñas malaguistas volcadas con su equipo. Es un lujo presenciar los tifos de Frente Bokeron y Malaka Hinchas. Es muy gratificante que estos grupos de animación (me gusta llamarlos así) se metan en el bolsillo a los casi 30.000 aficionados y nos involucren en sus cánticos. Ahora, participamos todos. Ahora todos animamos al Málaga. Y aún me reconforta más que cada vez hay más chavales que sólo son del Málaga, que les piden a los padres que les saque el abono de la temporada, que llenan de colorido y entusiasmo La Rosaleda y que animan sin cesar durante los noventa minutos.
Recuerdo el desplazamiento a Motril para presenciar el fallido intento de ascenso del equipo. Parecía Málaga.
Todavía tengo grabada en la memoria la pancarta del Frente Bokeron: “Lo que no vieron nuestros abuelos lo verán nuestros hijos”. ¡Cuánto significa para los que ya no somos tan jóvenes!
Es muy emocionante ver a La Rosaleda abrazada al son del “Pipi Langstrum” de los Malaka Hinchas.
Aún recuerdo la escena en televisión del abuelo y su nieto llorando por la permanencia en la categoría. Una escena que dio la vuelta al mundo.
Y se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo el pitido final del último partido de la temporada pasada. La victoria conseguida nos daba nuestro pase a Champions. Pero el grito unánime de la afición fue para el rival que acababa de descender: “Es de primera, Sporting es de primera”.
Y recuerdo mi visita a Milán y aunque estábamos en el “gallinero”, en San Siro sólo se escuchaba a los malaguistas.
Y no salgo de mi asombro cuando tras acabar el pésimo partido que hizo el Málaga en Oporto, todos los que allí nos habíamos desplazado formamos un verdadero espectáculo de baile: “Gangnam Style”, “Danza Kuduro”, “La Macarena”, etc.
Y el miércoles 13 de marzo de 2013 llegó el éxtasis. Yo, que llevo unos treinta años asistiendo a La Rosaleda, puedo decir que el espectáculo de ese día fue incomparable. Es el mejor ambiente que ha tenido el estadio en su historia. Todo el mundo se ha rendido a nuestra afición. Toda España se ha hecho malaguista. Qué gran colorido justo antes de comenzar el partido (tifos, bufandas, banderas, etc.). Qué animación durante el encuentro. Y que éxtasis tras el gol de Isco. Es muy emocionante ver a más de 25.000 personas agitar sus bufandas al grito de ¡Sí se puede!. ¡Qué orgulloso me sentía en ese momento de
ser malagueño y malaguista! ¡Qué alegría ver a tanta gente feliz!. Me decía un compañero que le recordaba al espíritu del Carpena. Y es cierto. Y tras el segundo gol, la locura. Veía a todo el mundo abrazado. Daba igual que no se conocieran: era el momento de compartir la alegría con el más próximo. Y terminó el partido y toda La Rosaleda puesta en pie, bufanda en alto estirada entre las dos manos y cantando el himno del Málaga.
Y cuando recuerdo todo lo que acabo de describir, sólo se me ocurre una frase:
¡MADRE MÍA, QUÉ AFICIÓN TAN GRANDE!
Editado
Fdo.: Juan Díaz Palomo
Socio nº 3.820 del Málaga C.F.
Desde que voy a La Rosaleda, inicio de los años 80, he podido comprobar el espectacular cambio que ha experimentado la afición del Málaga C.F.
Recuerdo la ausencia de banderas y bufandas malaguistas. Recuerdo la ausencia de camisetas de nuestro equipo.
Era habitual la asistencia de los aficionados con camisetas del Real Madrid y del Barcelona. Sólo se ponía el cartel de no hay billetes para los partidos de los “dos grandes” de España, cuando el ahora extinto medio día del club suponía una gran inyección económica. Por supuesto, se llenaba para ver al Barcelona y/o al Real Madrid y, por supuesto, se cantaban más los goles de estos equipos que los del propietario del campo. Incomprensible, pero es así. La Rosaleda y Málaga nunca ha sido mayoritariamente malaguista. Y lo siento un montón porque yo, que soy de Málaga y del Málaga hasta la médula, no comprendo que paisanos nuestros sientan más unos colores que nos han “colado” los medios de comunicación y otros agentes ajenos al deporte rey. Es cierto que el equipo de la capital de España y el de la ciudad condal han tenido en sus filas a los mejores jugadores. No es menos cierto que han tenido los presupuestos más elevados. Así, es mucho más fácil tener buen equipo y realizar el mejor fútbol. No miento si digo que, como aficionado al fútbol, me gusta el juego del Barcelona o la verticalidad del Madrid. Tampoco me olvido del Valencia de hace 10 años o del Depor de Donato, Fran, Bebeto, Mauro Silva, etc. Ni del Villarreal de Pellegrini, ni del Alavés del 2001, ni del espectacular fútbol del Athletic de Bilbao en Europa la temporada pasada. Pero, como malagueño y malaguista, mis sentimientos hacia unos colores son inalterables.
Todavía hay malagueños que no han vuelto a ir a La Rosaleda desde aquel día que el Málaga empató con el Betis y descendió a segunda, cuando en el estadio se pudo escuchar “que se besen, que se besen”. También los hay que se “borraron” cuando el C.D. Málaga desapareció sin que nadie hiciera nada por evitarlo. En el lado opuesto, todavía hay aficionados que siguen desde aquella época y que incluso han visitado campos de tierra en tercera división.
Algunos hemos podido presenciar en directo el 6-2 al Real Madrid en liga y el 5-1 al Atlético de Madrid en copa (con tromba de agua incluida) cuando en los fondos del estadio no existían asientos ya que las localidades eran de gol o fondo de pie. También hemos visto el 8-0 al Depor con Peribaldo y Gasparini en la faceta goleadora. Pero cuando nos visitaba el F.C. Barcelona o el Real Madrid, La Rosaleda no era malaguista. Y una minoría lo lamentábamos.
Afortunadamente, con el paso del tiempo, hemos cambiado. Si tengo que poner una fecha para la transición del aficionado malaguista apuesto por el 30 de mayo de 1999. El día del ascenso a primera (otro más), el día del 3-2 al Albacete. Ese día, recuerdo que me llamó la atención el gran número de aficionados con camisetas blanquiazules. Creo que a partir de ese día el aficionado al fútbol malagueño se puso el cartel de aficionado malaguista. Aunque después vino otro descenso y un nuevo ascenso. Pero el aficionado actual es puro, leal, fiel, incondicional, apasionado, animoso, etc.
Aunque, sinceramente, yo no apostaba por ello, ahora nadie va a La Rosaleda a ver al F.C. Barcelona o al Real Madrid. Ya nadie canta los goles del rival. Al menos, ya no se atreven. Ahora somos una inmensa mayoría los que nos dejamos la garganta y nos comemos las uñas por una victoria del Málaga.
Es una gozada ver a las Peñas malaguistas volcadas con su equipo. Es un lujo presenciar los tifos de Frente Bokeron y Malaka Hinchas. Es muy gratificante que estos grupos de animación (me gusta llamarlos así) se metan en el bolsillo a los casi 30.000 aficionados y nos involucren en sus cánticos. Ahora, participamos todos. Ahora todos animamos al Málaga. Y aún me reconforta más que cada vez hay más chavales que sólo son del Málaga, que les piden a los padres que les saque el abono de la temporada, que llenan de colorido y entusiasmo La Rosaleda y que animan sin cesar durante los noventa minutos.
Recuerdo el desplazamiento a Motril para presenciar el fallido intento de ascenso del equipo. Parecía Málaga.
Todavía tengo grabada en la memoria la pancarta del Frente Bokeron: “Lo que no vieron nuestros abuelos lo verán nuestros hijos”. ¡Cuánto significa para los que ya no somos tan jóvenes!
Es muy emocionante ver a La Rosaleda abrazada al son del “Pipi Langstrum” de los Malaka Hinchas.
Aún recuerdo la escena en televisión del abuelo y su nieto llorando por la permanencia en la categoría. Una escena que dio la vuelta al mundo.
Y se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo el pitido final del último partido de la temporada pasada. La victoria conseguida nos daba nuestro pase a Champions. Pero el grito unánime de la afición fue para el rival que acababa de descender: “Es de primera, Sporting es de primera”.
Y recuerdo mi visita a Milán y aunque estábamos en el “gallinero”, en San Siro sólo se escuchaba a los malaguistas.
Y no salgo de mi asombro cuando tras acabar el pésimo partido que hizo el Málaga en Oporto, todos los que allí nos habíamos desplazado formamos un verdadero espectáculo de baile: “Gangnam Style”, “Danza Kuduro”, “La Macarena”, etc.
Y el miércoles 13 de marzo de 2013 llegó el éxtasis. Yo, que llevo unos treinta años asistiendo a La Rosaleda, puedo decir que el espectáculo de ese día fue incomparable. Es el mejor ambiente que ha tenido el estadio en su historia. Todo el mundo se ha rendido a nuestra afición. Toda España se ha hecho malaguista. Qué gran colorido justo antes de comenzar el partido (tifos, bufandas, banderas, etc.). Qué animación durante el encuentro. Y que éxtasis tras el gol de Isco. Es muy emocionante ver a más de 25.000 personas agitar sus bufandas al grito de ¡Sí se puede!. ¡Qué orgulloso me sentía en ese momento de
ser malagueño y malaguista! ¡Qué alegría ver a tanta gente feliz!. Me decía un compañero que le recordaba al espíritu del Carpena. Y es cierto. Y tras el segundo gol, la locura. Veía a todo el mundo abrazado. Daba igual que no se conocieran: era el momento de compartir la alegría con el más próximo. Y terminó el partido y toda La Rosaleda puesta en pie, bufanda en alto estirada entre las dos manos y cantando el himno del Málaga.
Y cuando recuerdo todo lo que acabo de describir, sólo se me ocurre una frase:
¡MADRE MÍA, QUÉ AFICIÓN TAN GRANDE!
Editado
Fdo.: Juan Díaz Palomo
Socio nº 3.820 del Málaga C.F.
Última edición por Yuninho el Miér 27 Mar 2013 - 0:20, editado 2 veces (Razón : Editado)