Hablar del Miércoles Santo de libertad de ha convertido en un tópico manido. Como señalar este día como el ecuador de la Semana Santa. Eso es quedarse en lo accesorio, en lo superficial, frente a lo fundamental. El Miércoles Santo es de grandes cofradías. Unas porque cuentan detrás con todo un colegio por el que han pasado miles de malagueños. Otros son familia numerosa con distintas vocaciones. Los hay que disponen de cinco siglos de historia y a quien se resume en el batir de unas alas. Existe libertad, también, pero acompañado de elegancia. Y, sobre todo, hay nobleza.
De riguroso negro, los hermanos de Salesianos llenaban la entrada a la calle Carretería al filo de las seis de la tarde. La sobriedad del cortejo impresiona a algunos turistas apostados al inicio de la vía, mientras el mayordomo de tramo comienza a encender los cirios de los penitentes a pesar del insoportable calor. Esta hermandad gana en calles estrechas, en curvas difíciles y maniobras imposibles, por lo que la amplitud de la llegada a Carretería le hace perder intimidad. Sin embargo, el grupo de misterio, envuelto en incienso, emana serenidad. Sobre el trono, el Santo Cristo de las Penas, un espectacular crucificado de Manuel Carmona Martínez, y la Virgen del Auxilio, obra del mismo autor. Una alfombra de claveles rojos hace las veces de Gólgota.
El trono entra a redoble granadero en Carretería, aunque cuando se estrecha la calle el paso se hace más sereno y marcado, mientras suenan las notas de la marcha ´Jesús del Rescate´, correctamente interpretada por la Banda de Música de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Almogía. Esta agrupación está dirigida por Francisco Haro, un histórico músico que también lideró, junto a Nuria Aragú, el nacimiento de la banda de la Esperanza, todo un clásico de nuestra Semana Mayor. Menuda cantera dejó el maestro Perfecto Artola.
La hermandad continúa llevando a gala su estrecha vinculación con la Orden Salesiana, fundada hace 150 años. Recientemente aprobaron trasladar su sede canónica de la parroquia de la Divina Pastora hasta el Santuario de María Auxiliadora. El Miércoles Santo empezó con contención y recogimiento. El único inconveniente, la escasa afluencia de público que a esa hora de la tarde acompañó a la cofradía salesiana.
Fusionadas. La iglesia de San Juan es puro movimiento de colores y formas en los momentos previos a la salida procesional. Rojo, azul, negro, morado y blanco se mezclan con cierto orden. Cada uno busca su hueco dentro de la nave, que cada vez tiene mejor aspecto por las obras de rehabilitación.
Los tradicionales tres golpes en la puerta de San Juan fueron como los toques de campana para el inicio de la procesión. Las puertas se abrieron, la sección de nazarenos morados con capirotes blancos se situó en el dintel y Lourdes Montiel rezó una saeta a la cruz guía, entre el silencio del numeroso público, que la aplaudió.
Dentro había cierto revuelo en torno al trono de la Exaltación. En este caso no por la presencia de Antonio Banderas, que no pudo estar de mayordomo, sino por un cofrade de vocación sobrevenida, como es Borja Thyssen, que salió portando el trono.
Pero la procesión sigue su ritmo, más allá de los focos de atención. El trono de Azotes y Columna salió a la calle Calderón de la Barca para iniciar esa complicada maniobra de giros y contragiros alrededor de la iglesia de San Juan. Las primeras maniobras se hizo con la marcha ´El Cristo de los Faroles´, por la Agrupación Musical del Cristo de la Salud, de Estepona. La música acompañó perfectamente la suave maniobra del trono, que llegó sin mácula a la altura de la calle Cinco Bolas. Mientras, en el interior de San Juan, los capirotes rojos de los nazarenos de la Exaltación refulgían con el sol. El trono se colocaba dentro de la nave con el ritmo de palillera de la Banda de Cornetas y Tambores de Fusionadas, que atacó ´Exaltación´ en cuanto salió por el dintel del templo.
Al Cristo de Ánimas de Ciegos le costó salir. No por la dificultad de la maniobra, sino por un parón de más de 20 minutos, al parecer por retraso de Salesianos a su entrada en la Alameda. El caso es que costó salir. Cuando lo hizo le recibió la banda de la BRIPAC, que interpretó una atronadora versión del ´Bolero´. Tan fuerte que, en el interior de San Juan, se escuchaba la maravillosa ´Amarguras´, interpretada por la Banda de Música de Carmona, para acompañar las maniobras, lentas y delicadas, del trono del Mayor Dolor. La salida la hizo con ´Soleá dame la mano´, esta vez sin la contaminación acústica del ´Bolero´.
El palio lució las bambalinas recuperadas por la cofradía, del siglo XIX y restauradas por José Miguel Moreno.
Paloma. Esta cofradía es capaz de moldear el espacio a su gusto. La recoleta plaza de San Francisco parece tres veces más grande cuando sale la Paloma. Cabe más gente de lo que cualquiera podría pensar y los tronos pasan por una calle imposible. Es casi un milagro.
Esta hermandad tiene sus contrastes. La delicadeza y elegancia del Señor de la Puente contrasta con el feo ´Berruguita´ y la exuberancia de la Virgen de la Paloma, con la sencillez de su Hijo. Pero estos contrastes hacen que sea popular. Todo el mundo encuentra algo que le gusta. Y eso se nota en las calles abarrotadas. El Virgen va llenando la calle con su presencia y el sonido de su palio. La banda de la Vera Cruz de Alhaurín el Grande interpretaba ´Virgen de las Aguas´ en el Pasillo de Santa Isabel, al tiempo que el antiguo alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, dirigía el trono y recordaba viejos tiempos. Mientras, Jesús de la Puente giraba en Torregorda a los sones de ´Dulce Nombre de María´ y, al poco, enganchó con ´El Dios del Perdón´ para entrar en la Alameda. Ambas con la perfecta interpretación de la banda de cornetas y tambores de la Esperanza.
Rojo, de la Sangre. Una hemorragia nazarena bañaba la calle Carretería desde Dos Aceras. Estaba saliendo la Sangre. Los penitentes venían de San Felipe, ordenados. Los cargos lucían nuevas capas blancas de damasco. Eran las nueve en punto de la noche y el trono del Cristo daba los primeros pasos tras los toques de campana de Diego Maldonado, concejal de Vivienda del Ayuntamiento. Comenzaba así la maniobra de las maniobras de la Semana Santa, una curva imposible en la que entra en juego la calle Gaona para poder embocar Dos Aceras en busca del recorrido natural. ´Mater Mea´, de Ricardo Dorado, a cargo de la banda del Rincón de la Victoria, sirvió para acompasar las mecidas, lentas y coordinadas, para sortear con éxito esta primera dificultad en el camino. Pero son ya muchos años, no 500 como los que lleva de vida la cofradía, pero sí más de 20, desde que sale de su casa hermandad.
Centros de rosas rojas componían el sencillo exorno del trono del Cristo. Contrastaba con el de la Virgen, exuberante, exagerado, de liliums stargarce y rosas fucsia. El trono, aún sin dorar, por recomendación expresa de su autor, Rafael Ruiz Liébana, se hizo a la calle por vez primera, debido a que el pasado año no lo pudo hacer por la lluvia. El llanto de resignación de los archicofrades en 2008 se convirtió en lágrimas de alegría y emoción en este 2009 al ver la procesión camino del recorrido oficial.
El presidente de la Diputación de Burgos, Vicente Orden, dio los primeros toques al trono de la Virgen, que repitió la misma maniobra que el Cristo con idéntica eficacia, a los sones de ´Macarena´, de Abel Moreno. La banda de la Paz, que está que se sale esta Semana Santa, interpretó además ´Consolación y Lágrimas´, de Francisco Javier Alonso, para bajar Dos Aceras; y ´Corpus Christi´, para entrar en Carretería