Promesa en el Mundial sub-20 de 2005 y ex canterano del Arsenal, Ferreira está ante el reto de extraer de él su mejor rendimiento Tras pasar por siete equipos, vuelve a una gran liga
Ni un extremo glorioso los últimos años, como el búlgaro Hristo Stoitchkov, ni uno de los técnicos con más prestigio en el crecimiento de los jóvenes, Arsène Wenger, propiciaron la explosión de Quincy Owusu Abeyie, convertido ahora en uno de los ídolos de la afición malaguista. Ese es uno de los retos de Jesualdo Ferreira, pero también la exigencia autoimpuesta por el propio jugador, holandés de ascendencia ghanesa que en ninguno de sus siete clubes anteriores logró triunfar.
¿Qué obstáculos han impedido consolidarse a Quincy? Lo cierto es que tres actuaciones con el Málaga ya le han erigido en ídolo de la afición. El runruneo en la grada de La Rosaleda cuando entra en contacto con el balón presagia algo positivo. Su desborde por potencia y velocidad seduce a la concurrencia. Y a todo ello cabe sumar unos excelentes recursos técnicos. Desde este prisma cuesta entender que los meses previos jugara en el Al-Sadd qatarí, lo que no fue óbice para que su nombre no quedara olvidado cara a la convocatoria de Ghana para el Mundial.
Más bien parece que a Quincy, antes más conocido por sus apellidos (Owusu Abeyie), lo han lastrado la falta de continuidad en su rendimiento, su poca dedicación al trabajo y una mala elección de destinos para jugar. En el Mundial sub-20 de 2005, celebrado precisamente en Holanda, el malaguista fue una de las figuras. Entonces jugó con su país natal, pero las nuevas normas de la FIFA le permitieron pasarse a Ghana. Su equipo llegó a cuartos de final, y fue titular en todos los partidos. Para la historia, y las imágenes lo atestiguan en la Red, queda su actuación ante Japón, con dos jugadas propias del mejor Ronaldo. En una, quizás la más señalada de su carrera, desborda en un primer tirón a tres asiáticos y se va en velocidad de un cuarto para servir el pase al goleador Babel. Velocidad, potencia y precisión.
Catalogado ya como promesa mundial, no logró abrirse paso en el Arsenal, con el que debutó y disfrutó de algunos partidos oficiales. Recaló en el Spartak de Moscú, pero nunca pareció adaptarse a Rusia. Su primera cesión fue al Celta, en Segunda, y allí le dirigieron Stoitchkov, López Caro y Antonio López (veinte partidos y cuatro goles). En Vigo vivió con Diego Costa, que no fue su mejor influencia. Grandes amigos, Quincy nunca ofreció su mejor versión, quizás porque se descuidó algo en el día a día. En Gran Bretaña (Birmingham, Cardiff, Portsmouth), casi siempre en equipos modestos y en situaciones deportivas apuradas, tampoco sus números ofrecían confianza cara a lo sucedido en el Málaga. Nunca fue titular indiscutible.
Negociación en enero
A La Rosaleda pudo llegar en enero, pero la propuesta del Málaga fue ínfima en relación con la de un Portsmouth endeudado hasta límites insospechados. En agosto recaló a prueba, aunque en realidad el acuerdo sólo estaba pendiente de una cuestión personal del jugador, como desveló a la postre Ferreira. Su condición de ser el único refuerzo no adquirido en propiedad por el club en los últimos meses (llega cedido hasta junio) también contribuyó a rebajar de alguna manera las expectativas.
Sin embargo, el rendimiento hasta ahora de Quincy le concede un papel relevante en el equipo. Su único problema ha sido su escaso tino en la definición, pese a lograr un gol en Zaragoza. A sus 25 años parece haber entendido que ha llegado la hora de la verdad en su carrera. Su periplo en tierras malagueñas no ha hecho sino comenzar, pero de regreso a una gran liga está ante su gran oportunidad.
http://malagacf.diariosur.es/noticias/2010-09-17/hora-verdad-para-quincy-20100917.html