Ferreira no se conforma
El cuerpo técnico no transmite la más mínima euforia, pero sí reina la satisfacción por el avance en las dos últimas semanas Pese a la clara victoria, el entrenador y su grupo de trabajo analizaron ayer los errores.
SERGIO CORTÉS.-
«El míster es muy exigente. Bueno, él solo no; los demás, también», confesaba en el mes de agosto un destacado jugador de la plantilla para valorar al entrenador del Málaga, Jesualdo Ferreira. En el grupo ha calado la forma de trabajar del luso y de los tres compatriotas que lo acompañan en el plano técnico, y por eso no resulta extraño que el claro triunfo obtenido el domingo en Zaragoza fuera analizado en la mañana de ayer con detalle por todos ellos para incidir en los errores cometidos.
Ferreira y sus tres ayudantes (José Gomes, el ex guardameta Nuno y Rui Silva) forman un grupo de trabajo muy cohesionado en el que cada uno tiene delimitadas sus funciones. En ese aspecto el Málaga no ha perdido un ápice. Aquella sensación de unidad que transmitía el cuerpo técnico tanto en las dos etapas de Juan Ramón Muñiz como en el año de 'transición' con Antonio Tapia se mantiene y acaba por trasladarse a una plantilla en la que, a pesar de las diferencias de nacionalidad, idioma y cultura, sí se observa también una notable homogeneidad.
El claro triunfo de La Romareda apenas permitió ver sonrisas y, mucho menos, euforia. En el viaje de vuelta quedó patente que los jugadores son conscientes de que la temporada acaba de arrancar y que, igual que todos le quitaron hierro a la derrota en el estreno -recalcan además quién estaba enfrente, el tercero de la última Liga, el Valencia-, el éxito en Zaragoza y los cinco goles en poco más de media hora suponen simplemente una página más en un campeonato que se intuye complicado y competitivo. «Todos los partidos no nos van a salir tan de cara como este», apuntaba uno de ellos.
Respuesta
Otro detalle significativo fue la respuesta de Ferreira al recibir la felicitación del triunfo. «Ha habido cosas buenas, y otras no tan buenas», destacó. Y no debe sorprender esta afirmación, porque con 0-5 en el marcador al portugués se le vio desde la grada manotear ostensiblemente hacia una zona del campo en la que el reproche parecía ir dirigido a Jesús Gámez por no cerrar bien una incursión de Bertolo. Esta situación se repitió en varias ocasiones en la segunda parte con la intención, lógica por otra parte, de que no bajara la intensidad y apareciera el conformismo.
Cara al exterior algunos miembros del cuerpo técnico -en la expedición también figuraba el preparador de porteros, Paco Ruiz- sí conversaron con algunos futbolistas para intercambiar impresiones, pero el análisis más reposado junto a Ferreira se produjo ayer. Bien es cierto que en el banquillo tanto José Gomes como Nuno se levantaron para hacer algunas correcciones (en particular, el primero), pero fue ayer cuando Rui Silva (que sigue los encuentros desde la grada para tener otra visión del encuentro) también expuso con más serenidad sus impresiones.
El gesto de Ferreira en la referida respuesta fue más que elocuente. El técnico no estaba del todo satisfecho porque vio desajustes en el aspecto defensivo, cierta inferioridad en la frontal del área en varias fases del juego, excesivas concesiones a los centros laterales del rival y, sobre todo, un error garrafal en el segundo gol. Y también, a pesar de los cinco goles marcados, opciones de contragolpe desperdiciadas por precipitación o exceso de individualismo.
En cualquier caso, en un balance global -y aunque ninguno de los cuatro portugueses parecía transmitirlo- sí reina la satisfacción porque las dos semanas de trabajo han dado sus frutos. Por ejemplo, el Zaragoza lanzó una decena de saques de esquina, y en todos ellos el equipo apenas pasó apuros en su marcaje zonal. Pero, por encima de todo, sí llama la atención desde el primer día la absoluta convicción de Ferreira respecto a que la temporada se saldará con una nota alta. Aun así, él quiere más. El proceso de adaptación a sus ideas va por buen camino, pero todavía está lejos de lo que desea.
«El míster es muy exigente. Bueno, él solo no; los demás, también», confesaba en el mes de agosto un destacado jugador de la plantilla para valorar al entrenador del Málaga, Jesualdo Ferreira. En el grupo ha calado la forma de trabajar del luso y de los tres compatriotas que lo acompañan en el plano técnico, y por eso no resulta extraño que el claro triunfo obtenido el domingo en Zaragoza fuera analizado en la mañana de ayer con detalle por todos ellos para incidir en los errores cometidos.
Ferreira y sus tres ayudantes (José Gomes, el ex guardameta Nuno y Rui Silva) forman un grupo de trabajo muy cohesionado en el que cada uno tiene delimitadas sus funciones. En ese aspecto el Málaga no ha perdido un ápice. Aquella sensación de unidad que transmitía el cuerpo técnico tanto en las dos etapas de Juan Ramón Muñiz como en el año de 'transición' con Antonio Tapia se mantiene y acaba por trasladarse a una plantilla en la que, a pesar de las diferencias de nacionalidad, idioma y cultura, sí se observa también una notable homogeneidad.
El claro triunfo de La Romareda apenas permitió ver sonrisas y, mucho menos, euforia. En el viaje de vuelta quedó patente que los jugadores son conscientes de que la temporada acaba de arrancar y que, igual que todos le quitaron hierro a la derrota en el estreno -recalcan además quién estaba enfrente, el tercero de la última Liga, el Valencia-, el éxito en Zaragoza y los cinco goles en poco más de media hora suponen simplemente una página más en un campeonato que se intuye complicado y competitivo. «Todos los partidos no nos van a salir tan de cara como este», apuntaba uno de ellos.
Respuesta
Otro detalle significativo fue la respuesta de Ferreira al recibir la felicitación del triunfo. «Ha habido cosas buenas, y otras no tan buenas», destacó. Y no debe sorprender esta afirmación, porque con 0-5 en el marcador al portugués se le vio desde la grada manotear ostensiblemente hacia una zona del campo en la que el reproche parecía ir dirigido a Jesús Gámez por no cerrar bien una incursión de Bertolo. Esta situación se repitió en varias ocasiones en la segunda parte con la intención, lógica por otra parte, de que no bajara la intensidad y apareciera el conformismo.
Cara al exterior algunos miembros del cuerpo técnico -en la expedición también figuraba el preparador de porteros, Paco Ruiz- sí conversaron con algunos futbolistas para intercambiar impresiones, pero el análisis más reposado junto a Ferreira se produjo ayer. Bien es cierto que en el banquillo tanto José Gomes como Nuno se levantaron para hacer algunas correcciones (en particular, el primero), pero fue ayer cuando Rui Silva (que sigue los encuentros desde la grada para tener otra visión del encuentro) también expuso con más serenidad sus impresiones.
El gesto de Ferreira en la referida respuesta fue más que elocuente. El técnico no estaba del todo satisfecho porque vio desajustes en el aspecto defensivo, cierta inferioridad en la frontal del área en varias fases del juego, excesivas concesiones a los centros laterales del rival y, sobre todo, un error garrafal en el segundo gol. Y también, a pesar de los cinco goles marcados, opciones de contragolpe desperdiciadas por precipitación o exceso de individualismo.
En cualquier caso, en un balance global -y aunque ninguno de los cuatro portugueses parecía transmitirlo- sí reina la satisfacción porque las dos semanas de trabajo han dado sus frutos. Por ejemplo, el Zaragoza lanzó una decena de saques de esquina, y en todos ellos el equipo apenas pasó apuros en su marcaje zonal. Pero, por encima de todo, sí llama la atención desde el primer día la absoluta convicción de Ferreira respecto a que la temporada se saldará con una nota alta. Aun así, él quiere más. El proceso de adaptación a sus ideas va por buen camino, pero todavía está lejos de lo que desea.