Antonio Galdeano Benítez (Málaga, 13-02-1984), Apoño, lleva 24 años viendo La Rosaleda después de cada amanecer. Desde que empezó a caminar, el fútbol ha sido su pasión y triunfar en el Málaga, su sueño. Hoy, Apoño es el pulmón de un Málaga de Primera. Un todoterreno inagotable. Y bandera de La Palmilla, su barrio. El campo de La Virreina, el mismo que vio crecer y hacerse futbolista a Manolo Canillas, le curtió. Allí, junto a sus amigos, se hizo jugador Apoño. Hoy tiene un contrato profesional, ha marcado incluso en el Bernabéu y vive "muy bien. Pero sigo siendo el mismo. quí he nacido, aquí m he criado y cda vez que veo este campo y los niños jugando aquí siento una alegría inmensa. iempre e sido humilde yvoy a seguir siéndolo. Para mí, lo importante es estar rodeado de la gente que me quiere, y aquí todo el mundo me transmite cariño. Igual el día de mañana me compraré algo fuera, pero siempre mantendré mi casa aquí en mi barrio. Sí, se podría decir que lo mío es el triunfo de la humildad". Durante más de una década, de pre-benjamines, donde jugaba de portero, a juveniles, el 26 de Febrero fue el escudo que Apoño llevó en el pecho. Pero en cada partido, en cada entrenamiento, él giraba la vista al sur, perdiendo la mirada en La Rosaleda. Allí quiso triunfar siempre. Y sobre ese césped ya impone su carácter: "Jgar en tu barrio cada domingo ante 25.000 personas que te adoran es una sensación que no se puede describir. Juego para muchos de mis amigos. Yeso es muy grande". Antes de eso, Apoño recorría los campos de tierra de la provincia. "Son inolvidables los partidos ante El Palo. ¡Qué rivalidad había! Mi mejor partido fue ante ellos, un día que nos jugábamos la salvación en su campo y ganamos 1-3 con dos goles míos".
En La Palmilla, el fútbol es la vía de escape a los problemas de muchos chavales. Apoño, santo y seña de ese barrio, muestra su camino a muchos de ellos: "El entrenador que yo tenía siempre me decía que si yo quería, triunfaría en el fútbol. Ée es el mensaje que yo le doy a os chavales. Es mucho más bonito jugar al fútbol que estar con pico y pala de ocho de la mañana a ocho de la tarde". El fútbol de Apoño se ha forjado en La Virreina y en las calles de La Palmilla. "De aquí saldrán más futbolistas de Primera pronto. Los chavales tienen que creérselo. El fútbol es igual en todos lados. Si uno es bueno en juveniles, con confianza puede ser igual de bueno en Primera. Esta cantera es de las mejores de Andalucía, aunque sí es verdad que hay muchos que no llegan y otros que no quieren llegar. Pero manejando la pelota, en pocos barrios se ve a jóvenes con la calidad que tienen aquí", sentencia el malagueño.
Por su generosidad e infatigable trabajo, Marcelino Torrontegui, masajista blanquiazul, le apodó hace semanas el Gattuso de La Palmilla. Así le conocen ya en la caseta. Apoño se lo toma como un piropo, pero también reivindica sus virtudes. Apoño es algo más que carácter y raza: "A Gattuso no lo va a descubrir nadie ahora, es un currante del fútbol. Quizás sí coincidimos en el temperamento dentro del campo, pero yo soy diferente a él futbolísticamente. Creo que tengo mejor desplazamiento en largo (risas). ¡Pero defensivamente es buenísimo, eh!".
De La Palmilla a la élite. Así ha sido la progresión de Apoño, el heredero del León de la Palmilla, Manolo Canillas, el otro ídolo del barrio. Dos claros ejemplos de que al éxito también se puede llegar por el sendero de la humildad y la modestia.
"Siempre hay que aspirar a lo máximo y yo miro a la UEFA"
Hace apenas cuatro años, Apoño era el mediocentro de referencia del San Pedro, en Tercera. Jorge Rodríguez de Cózar, el ojo clínico por entonces del Marbella, fue a por él. Luego llegó Muñiz, que le convirtió en su jugador franquicia. Apoño le respondió y el asturiano, con una fe ciega en él, le reclutó para el Málaga. Todo lo que ha llegado después ya lo conocen: "Han sido claves para mí, los que más han influido en mi carrera. Confiaron a muerte en mí". Humilde y agradecido. Así es Apoño, que tiene otra virtud en la ambición: "¿La permanencia? Yo miro a la UEFA. Hay que aspirar a lo máximo". Hay veces en las que las ganas de triunfar son el mejor compañero de viaje.
En La Palmilla, el fútbol es la vía de escape a los problemas de muchos chavales. Apoño, santo y seña de ese barrio, muestra su camino a muchos de ellos: "El entrenador que yo tenía siempre me decía que si yo quería, triunfaría en el fútbol. Ée es el mensaje que yo le doy a os chavales. Es mucho más bonito jugar al fútbol que estar con pico y pala de ocho de la mañana a ocho de la tarde". El fútbol de Apoño se ha forjado en La Virreina y en las calles de La Palmilla. "De aquí saldrán más futbolistas de Primera pronto. Los chavales tienen que creérselo. El fútbol es igual en todos lados. Si uno es bueno en juveniles, con confianza puede ser igual de bueno en Primera. Esta cantera es de las mejores de Andalucía, aunque sí es verdad que hay muchos que no llegan y otros que no quieren llegar. Pero manejando la pelota, en pocos barrios se ve a jóvenes con la calidad que tienen aquí", sentencia el malagueño.
Por su generosidad e infatigable trabajo, Marcelino Torrontegui, masajista blanquiazul, le apodó hace semanas el Gattuso de La Palmilla. Así le conocen ya en la caseta. Apoño se lo toma como un piropo, pero también reivindica sus virtudes. Apoño es algo más que carácter y raza: "A Gattuso no lo va a descubrir nadie ahora, es un currante del fútbol. Quizás sí coincidimos en el temperamento dentro del campo, pero yo soy diferente a él futbolísticamente. Creo que tengo mejor desplazamiento en largo (risas). ¡Pero defensivamente es buenísimo, eh!".
De La Palmilla a la élite. Así ha sido la progresión de Apoño, el heredero del León de la Palmilla, Manolo Canillas, el otro ídolo del barrio. Dos claros ejemplos de que al éxito también se puede llegar por el sendero de la humildad y la modestia.
"Siempre hay que aspirar a lo máximo y yo miro a la UEFA"
Hace apenas cuatro años, Apoño era el mediocentro de referencia del San Pedro, en Tercera. Jorge Rodríguez de Cózar, el ojo clínico por entonces del Marbella, fue a por él. Luego llegó Muñiz, que le convirtió en su jugador franquicia. Apoño le respondió y el asturiano, con una fe ciega en él, le reclutó para el Málaga. Todo lo que ha llegado después ya lo conocen: "Han sido claves para mí, los que más han influido en mi carrera. Confiaron a muerte en mí". Humilde y agradecido. Así es Apoño, que tiene otra virtud en la ambición: "¿La permanencia? Yo miro a la UEFA. Hay que aspirar a lo máximo". Hay veces en las que las ganas de triunfar son el mejor compañero de viaje.