Posteado Vie 13 Abr 2012 - 9:12
El paseo militar que Red Bull y Sebastian Vettel se dieron el pasado Mundial (11 victorias y 15 poles en 19 grandes premios) será difícil que se repita esta temporada. La prohibición de los difusores soplados ha actuado como kriptonita en el bólido energético, ahora superado por el MP4-27 de McLaren. Este cambio de tercio ha tenido un impacto considerable en Vettel. Hace un año, el alemán afrontaba la tercera prueba con dos triunfos en el zurrón y como líder indiscutible, con un margen de casi una carrera (24 puntos) sobre Button. Ahora llega a China en la sexta posición de la tabla tras haber puntuado en solo una de las paradas (en Australia, la primera, fue segundo), a 17 puntos de Fernando Alonso, primero.
Vettel, el corredor que ha sido capaz de relativizar las plusmarcas que previamente habían conseguido Alonso y Hamilton, se enfrenta a un reto mayúsculo: acallar a todos aquellos que consideran que no está a la altura de los mejores de la parrilla porque aún no ha demostrado ser capaz de ganar en igualdad de condiciones, esto es, sin tener la ventaja mecánica que le ofrecían el RB6 y el RB7, los dos prototipos con los que se ha coronado. Al volante del RB8, un coche “más lógico”, como lo define Mark Webber, su compañero, Vettel afronta este curso en zona de peligro, sin el as en la manga que supone arrancar el primero la mayor parte de las veces. Eso ya le ha llevado a verse enfrascado en algún que otro galimatías y a sacar ese mal genio que no se le veía desde hace un par de años, cuando se las tuvo tiesas con más de uno por más que terminara logrando el título al final, en Abu Dabi.
El alemán tiene el reto de demostrar que puede ganar en igualdad de condiciones
Desde el último Gran Premio de la India, el corredor de Heppenheim no muestra a las cámaras el dedo índice, el gesto con el que celebra todas sus victorias. En Malasia, hace 15 días, cambió de dedo a media carrera, cuando un choque con Narain Karthikeyan le provocó un pinchazo que le llevó al garaje y a dedicarle una peineta al indio, una reacción que casi le cuesta una sanción por parte de la Federación Internacional. Pocas vueltas después de reincorporarse a la pista, Guillaume Rocquelin, su ingeniero, le comunicó que debía abandonar porque el rifirrafe con Karthikeyan había dañado los conductos del freno, que estaba sobrecalentándose peligrosamente. Vettel desoyó la orden, terminó la prueba y después argumentó que no había oído nada: “Por supuesto que quiero conservar el coche. Pero también quería cruzar bajo la bandera de cuadros. Creo que debe ser así”.
¿Para qué mentir? Es verdad, soy un mal perdedor", reconocía la semana pasada en 'Bild'
Aunque desde Red Bull hayan decidido pasar página al asunto, este temperamento tiene muchas similitudes con el del viejo Vettel, aquel que en 2010 le llevó a llevarse el título in extremis a pesar de poseer el coche más rápido y con diferencia. En Hungría fue sancionado con un pase y siga por el carril de los talleres cuando lideraba la prueba por no respetar la distancia máxima con el coche de seguridad. Esa misma sanción le volvió a caer en Bélgica por embestir a Button, mientras que en Turquía sus ansias de victoria le hicieron chocar con Webber y regalarle la victoria a Hamilton. En la memoria queda el gesto del alemán, llevándose el índice a la sien tildando de loco al australiano. “¿Para qué mentir? Es verdad, soy un mal perdedor. Si cuando perdiera se me quedara una sonrisa en la cara, no estaría en la F-1”, declaraba Vettel la semana pasada en Bild. “Solo llevamos dos carreras”, añadía ayer, desde Shanghái, “y es evidente que el inicio no ha sido el mejor. Hay elementos del coche que, combinados, no funcionan perfectamente. El balance no es tan bueno como el del año pasado. Disfruto conduciéndolo, pero no es demasiado confortable; es muy nervioso y se mueve mucho”.
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