Un día aparecieron por aquí, por Europa, unos cuantos jeques del petróleo y otros potentados con ganas de comprar grandes clubes de fútbol. Como la mayoría de los antiguos dueños estaban más tiesos que un ajo, vieron el cielo abierto cuando estos extravagantes millonarios empezaron a comprar acciones como si fueran dátiles. Todo se revolucionó. Los magnates encarecieron los fichajes de jugadores y de entrenadores y empezaron a aparecer en los palcos de los estadios y en los medios de comunicación.
Inglaterra fue el país con más invasión de petrodólares. La Premier League, la más conocida en Oriente Medio de las competiciones nacionales federadas, atrajo la primera el interés de los ricachones hacia clubes situados entre los mejores del mundo. Arsenal, Manchester City, Manchester United, Chelsea (aquí, el millonario es ruso: Roman Abramovich). Pero no se quedaron sólo en las Islas Británicas. Se han hecho también con el Paris Saint Germain para el que su entrenador Ancelotti (harto de aguantar las caprichosas decisiones del árabe) ha decidido emigrar hacia el Real Madrid tras haber conseguido la Liga francesa por la que tanto suspiraban los parisinos.
La llegada al fútbol internacional europeo de gente tan forrada de pasta como estos qataríes o rusos, está creando una competencia desproporcionada que se reducirá a media docena de clubes. En nuestro país, el Alavés y el Getafe han probado de la «filosofía» de los Emiratos. El Alavés estuvo a punto de naufragio total. El Racing de Santander fue engañado por un extravagante personaje indio con el que reímos de puro cachondeo, viéndole saltar y brincar, alzando los brazos, en el palco presidencial de El Sardinero. Los cántabros vivieron unos meses de euforia. Aquel individuo, con su túnica blanca y sus exageradas maneras de aficionado ultra, prometió que traería todo el dinero del mundo para hacer del titular santanderino uno de los grandes del fútbol español, pero la verdad es que desapareció del mapa y nunca más se supo.
Y luego está el tal Al-Thani, quien estuvo alguna vez en Málaga y compró a Sanz júnior un club endeudado, como todos los clubes, para, de forma deslumbrante, mostrarlo al mundo futbolístico como máximo aspirante a todos los máximos títulos. El tal Al-Thani desparramó entre los aficionados una ilusión sin precedentes. Fichajes millonarios, entrenador estrella€ pero en seguida empezaron los impagos, la salida de Fernando Hierro (el mejor embajador que podía tener el Málaga), los enfrentamientos con la UEFA, la fama de club informal€ adversidades sólo superadas por la profesionalidad, la entrega, la honestidad y el cariño hacia el Málaga de la propia plantilla dirigida por el caballeroso Manuel Pellegrini, quienes a pesar de las «espantás» del tal Al-Thani, se juramentaron para dar a la afición el premio merecido de unos partidos y unas victorias memorables hasta que una injusticia histórica nos echó de Europa y nos pinchó el ánimo y la ilusión colectiva. Esta historia está narrada por mejores plumas, pero yo también he querido sumarme con modestia a la crítica colectiva.
Hay jeques de Champions y hay jeques cutres. A nosotros nos ha tocado un entrenador y una plantilla ejemplos de pundonor que, aún sin cobrar, se partieron el alma por los colores blanquiazules. En cambio, qué perra suerte hemos tenido con el tal Al-Thani que nos subió a una nube y nos dejó caer sin paracaídas y con el corazón roto. Este hombre nunca creyó en el Málaga. Ni en su gente.
http://www.laopiniondemalaga.es/malagacf/2013/05/24/jeques-champions-jeques-cutres/590369.html