El mejor entrenador del Málaga, Pellegrini
En su primera temporada ejerció como maestro, para inculcar conceptos; en la segunda, como director de orquesta, para manejar figuras; en la actual, como psicólogo, para superar obstáculos
Para el 99,9 por ciento de los aficionados Manuel Pellegrini es ya el mejor entrenador de la historia del Málaga. Basta con asistir a algún encuentro en La Rosaleda para comprobar la sincera y cariñosa muestra de admiración de todos los espectadores, que a un solo grito emplean el soniquete de la canción popular ‘Antón pirulero’ para ensalzar la figura del entrenador chileno. Y la cuestión es que se produce en cada partido, sea positivo o negativo. Es más, se acentúa cuando el rival es de empaque y se supone que han llegado enviados especiales desde Madrid o Barcelona. Porque en realidad junto a la veneración por el hierático y poco expresivo técnico lo que se pretende -da esa impresión- es una exhibición de orgullo. Algo así como un «este es nuestro y aquí lo tenemos».
Pero nada fue fácil ni para Pellegrini ni para su equipo de trabajo. Es digna de elogio su decisión de recalar en el Málaga, una postura que le valió reproches de todos aquellos que lo esperaban como francotiradores para ajustar cuentas tras su paso por el RealMadrid. El rey de los ventajistas, José Mourinho, se erigió en portavoz para tratar de humillarlo consciente de que el primer año no iba a alcanzar los números del chileno al frente del conjunto blanco. Desde luego, rechazar ofertas cuantiosas de países que en lo futbolístico son cementerios de elefantes (Catar, por ejemplo), apostar por un proyecto a la deriva («¿pero quién ha diseñado esta plantilla?», fue una de sus primeras reflexiones) y romper su norma de embarcarse en plena temporada («nunca lo hicimos a mitad del río», suele recordar el segundo entrenador, Rubén Cousillas) implican un valor que, como en el fútbol que él pretende ofrecer, no tiene límites.
La persuasión de Pérez
En la llegada de Pellegrini jugó un papel decisivo una persona desaparecida a mitad de la ejecución del proyecto, José Carlos Pérez. Él fue quien lo convenció, él fue quien lo arropó y él fue también quien le otorgó un papel estelar. Es cierto que sin el respaldo económico del jequeAbdullah Al-Thani y la ambición deAbdullah Ghubnnada habría sido posible -también sin las gestiones deAntonio Fernández-, pero la persuasión del consejero consultivo fue crucial.
Pellegrini sufrió lo indecible para sacar a flote al equipo. Ahora, con más perspectiva y más tiempo, se puede debatir sobre si no dio excesivas vueltas en sus dos primerosmeses al configurar las alineaciones. La realidad es que él quiso ser ecuánimey trató de dar oportunidades a todos los jugadores. «Debo ser justo», explicaba. Pero, por encima de todo, buscó inculcar un patrón al equipo. «Muchos no lo creen, Sergio, pero no trabajo para buscar elogios o priorizar los títulos, sino para que mis equipos sean reconocibles y los aficionados disfruten», recalcó cuando el Málaga era... penúltimo. En el exterior ‘llovía’ a cántaros.
Y muchísimos de los que luego han ensalzado la figura del chileno, su gusto por el fútbol de toque y ese estilo mecanizado eran los que ponían el grito en el cielo, cuestionaban su empecinamiento en ese ‘fútbol de salón’ y sugerían que debía renunciar a sus ideas. «El míster no va a cambiar. En Villarreal pasó lo mismo y al final no paró de recoger trofeos y se le encumbró como el mejor entrenador de la historia», explicaba entonces el preparador físico, José Cabello. Esa reflexión viene como anillo al dedo.
Incluso en los peores momentos Pellegrini estaba convencido de que la situación iba a revertirse. Ya habían llegado refuerzos de más nivel que los incorporados por Jesualdo Ferreira -estos últimos, sin caché en Europa en ninguno de los casos-, pero, más allá de nombres, él insistía: «Los jugadores ya han asimilado los conceptos. Nos falta un resultado que cambie la tendencia». Así se expresó el chileno al que suscribe en el aeropuerto de Málaga, antes de salir hacia San Sebastián, con Fernández de testigo. Horas después llegó el punto de inflexión. La fulgurante recta final condujo a una permanencia casi milagrosa.
Al término de aquella su primera temporada él calló, no quiso sacar pecho. Como siempre. Baptista acaparó los elogios. Pero internamente el comentario era otro en el vestuario. «Si tenemos los retoques adecuados, haremos algo gordo. Ya tenemos nuestro estilo y con eso tenemosmucho terreno ganado», subrayó un jugador con enorme peso en el grupo. En el último año y medio, casi siempre sin el brasileño, ha prevalecido el sello del chileno. Es decir, ese poso siempre se mantuvo.
Llegaron los fichajes estelares, las presentaciones estratosféricas y también la hora de la verdad.A Pellegrini, que en su primera temporada ejerció demaestro, le tocó desempeñar el papel de director de orquesta. Manejar ese grupo no parecía tarea agradable. Como lo fue sacar al equipo del atolladero, en su primera temporada, y lidiar con dudas y deudas, como en la actual. «Eso no será un problema. El problema sería tener malos jugadores. Ymenos si tenemos a un entrenador como él», recalcó con su habitual vehemencia José Carlos Pérez cuando se le preguntó a mediados de agosto por la proliferación de futbolistas de nivel y las posibles complicaciones internas por las oportunidades que el chileno diera a unos y otros.
Transición más larga
Pellegrini se había marcado un plazo más amplio (no menos de dos años y medio) para esa transición de modesto a equipo instalado en el primer grupo, así que se mostró muy impermeable a las críticas recibidas en momentos puntuales en la primera vuelta de su segunda campaña. «No es fácil instalarse ahí ymucho menos mantenerse. Desde el principio estamos en puestos europeos y no se valora del todo, pero a nosotros no nos afecta lo que nos pueda llegar, ni lo bueno ni lo malo», explicaba en privado allá por diciembre de 2011. La temporada se saldó con un éxito rotundo, aunque para Pellegrini la fiestano fue completa. El 9 de enero de 2012 se produjo el fallecimiento de su amigo José Carlos Pérez. Dos meses después comenzaron a surgir serias dudas sobre el proyecto ante la permanente ausencia deAl- Thani y, sobre todo, de Ghubn. Fernando Hierro fue el único sostén, una figuranada reconocida por la afición y, sin embargo, imprescindible para el técnico y para el Málaga. De hecho, a las primeras de cambio, tras caer en el Calderón esta temporada, el técnico lo invitó a la cena de la expedición comosi fuera unomás.
Y cuando, empleando un término muyde Pellegrini, él creía que su polifuncionalidad al frente de la plantilla ya no requería más papeles le tocó completar el repertorio. Primero, maestro; después, director de orquesta, y finalmente, psicólogo. Todo lo conseguido esta temporada obedece equitativamente, a partes iguales, a los méritos deportivos (al éxito de un estilo) y a la plena adaptación de todos a un nuevo escenario económico salpicado de obstáculos e incertidumbre. El papel de Pellegrini eneste complicado entorno hamultiplicado los elogios a su persona, la admiración por su entereza, el respeto a su personalidad. En definitiva, la coincidencia de que es el mejor entrenador de la historia del Málaga.A nivel nacional los 'francotiradores', los que lo esperan porque élno les ríe las gracias, vuelven a replegarse a sus cuarteles de invierno. Pero ahí quedan las constantes muestras sinceras y cariñosas en La Rosaleda hacia el chileno, ese grito unánime, para siempre, de «Manuel, Manuel,Manuel Pellegrini». Conociéndolo, es seguro que se ruboriza...
http://malagacf.diariosur.es/noticias/2013-05-15/mejor-entrenador-malaga-pellegrini-201305151407.html
Última edición por Capitán Trueno el Miér 15 Mayo 2013 - 18:05, editado 1 vez