Debido al progresivo aumento de participantes, los indignados han tenido que pasar del megáfono al altavoz. Ayer, la plaza era una postal sui generis: una panda de verdiales, ciclistas, ecologistas, treintañeros con sus hijos, viandantes con sus perros, algún sindicalista histórico, más mayores que los días anteriores, curiosos que pasaban por allí y jóvenes, muchos jóvenes.
Ayer, unas 40 personas se aprestaban a pasar la tercera noche en una acampada que la Subdelegación del Gobierno autorizaba anoche. "No tienes curro, no tienes casa, no tienes futuro. Únete", rezaba una pancarta.
En las asambleas cualquiera puede participar, así que las ideas se plantean a borbotones. Reivindicaciones de que los votos valgan lo mismo, de que los partidos estén obligados a cumplir un mínimo de los programas electorales y de que se ponga coto a los pactos que "traicionan" la decisión de las urnas reflejan el malestar con el sistema político. Pero también la gestión económica es diana de las críticas. "La banca siempre gana y no me da la gana", coreaban ayer los concentrados ante una discretísima vigilancia policial.
Los participantes recuerdan de forma constante que son pacíficos, no violentos, e instan a estar vigilantes para que no haya incidentes que enturbien esta movilización ciudadana.
Los indignados están catalizando el descontento popular y abriendo cierto debate. "No hay trabajo, los impuestos nos comen y mientras los políticos y los banqueros llevándose todo el dinero que pillan. Es normal que las criaturas salgan a la calle", decía ayer Rafael, un jubilado que tiene dos de sus tres hijos en paro.
"A mí, ni me va ni me viene. Hay que trabajar más", comentaba un hombre mayor que paseaba anoche por la Plaza de la Constitución. "Pero si no hay trabajo", le replicaba un minusválido que se había sumado a la concentración.
Ana llevaba a una hija en cada mano. Ella y su marido tienen empleo. "Apoyo que los jóvenes reclamen una vida digna y salgan a mostrar su descontento", decía. Simpatizante de partidos de izquierdas, reconocía que en las últimas elecciones no votó porque "últimamente no se hace política de izquierdas". Linda, una turista noruega que pasaba por allí, veía bien que "la gente joven se comprometa". Una pareja, en cambio, intentaba saber "quién está detrás" de este movimiento porque no se cree que sea espontáneo.
Bernardo Iribarnegaray, un jubilado aficionado a la fotografía, tomaba imágenes de la gente reunida en torno a la plaza. "Luego las cuelgo. He recibido como 400 correos; me han llegado de Rusia y Estados Unidos.