Quincy, revelación en el arranque, no termina de adaptarse a jugar por el centroSu anarquía táctica ha obligado a Pellegrini a alejarlo de la banda y a apostar por él como un punta más, donde se ve rodeado de contrarios
SERGIO CORTÉS | MÁLAGA..-
Hacía años que un futbolista no levantaba de sus asientos a los aficionados en La Rosaleda. Ese murmullo de expectación parecía en el olvido en el recinto de Martiricos hasta que el balón llegó a los pies de Quincy. Su demoledor arrancada provocó que en el vestuario lo bautizaran como 'Flash'. Sin embargo, desde hace unas semanas no encuentra el camino y hasta ha perdido la titularidad. El origen se centra en el cambio de posición.
El anterior entrenador, Jesualdo Ferreira, accedió a la incorporación como cedido de Quincy y no tardó en comprobar que por sus características el internacional ghanés se amoldaba a la perfección a su sistema. Más allá de dígitos (el sobradamente referido 4-3-3), la clave residía en la libertad que se les otorgaba a los dos extremos que escoltaban en la vanguardia al ariete para no trabajar en defensa.
Como resultaba previsible, a tenor de las virtudes y los defectos del futbolista, este planteamiento era la panacea para Quincy. Futbolista totalmente anárquico -más acentuado en él que en lo que suele ser habitual en los jugadores africanos-, no tardó en adaptarse a los deseos de Ferreira. Nunca bajaba de la línea divisoria y, sobre todo, seguía con la mirada al lateral contrario (el derecho o el izquierdo según la banda en la que le tocara desenvolverse).
Fervor de la grada
Quincy no tardó en deslumbrar. Un par de acciones le bastó para ganarse el fervor de la grada en el estreno liguero, frente al Valencia, aunque a la postre la eficacia fuera muy discutible. Pero su figura creció en el segundo compromiso liguero, en Zaragoza. Allí, a pesar de su innato individualismo -desperdició dos ocasiones clarísimas por no ceder el balón a un compañero-, destrozó junto a Eliseu a la zaga rival.
El apelativo de 'Flash', empleado por algunos en el vestuario, era idóneo. Visto y no visto en sus arrancadas, su capacidad intimidatoria suponía en gran medida una baza para Ferreira, porque el lateral al que debía vigilar prefería en determinados encuentros no echarle un pulso. Se inclinaba por no arriesgar para no sufrir sorpresas desagradables. Sin embargo, en varios encuentros el entrenador rival prefirió incrustar a otro medio para tener superioridad en la parcela ancha y tapar los posibles huecos en las subidas del lateral de turno.
Visita al Espanyol
Los laterales comenzaron a sufrir, en particular en los últimos encuentros de la efímera 'era Ferreira'. Precisamente esos fueron los que Pellegrini siguió a través del DVD para analizar a su nuevo equipo. Resultó sintomático que Rafa Gil y Antonio Benítez optaran por emplearlo en punta, alejado de la banda, en la visita al Espanyol, en el encuentro de transición.
El técnico chileno también comparte esa tesis y ha sido más que evidente en todos sus encuentros al frente del Málaga. La anarquía táctica de Quincy es un lastre que impide gozar del ansiado equilibrio y que además pone en excesivos aprietos al compañero que actúa como lateral. Por esa razón, el internacional ghanés ha pasado a formar parte del grupo de puntas, y no de los destinados a actuar en las bandas.
El problema es la inadaptación más que manifiesta de Quincy a esta nueva función. Por dentro se ve rodeado de contrarios y le cuesta arrancar. Sencillamente no encuentra salida para ganar metros con su desborde. El Málaga ha ganado firmeza por las bandas, pero a cambio ha perdido toda la contundencia exhibida antes en las fulminantes salidas al contragolpe.