La Fiscalía de Menores recibe cada semana una media de entre cinco y diez denuncias de padres contra sus hijos a causa de violencia física o verbal. Una llamativa cifra correspondiente tan sólo a la capital y que va en crecimiento. De hecho, si no se pone coto a esta realidad, estos índices podrían derivar en un serio problema de delincuencia juvenil.
En estos términos se manifestó ayer la representante de la ONG Iniciativa Internacional Joven, Ana Belén Domínguez, que ha realizado un estudio comparativo de la violencia juvenil entre las ciudades de Guatemala y Málaga, un trabajo subvencionado por el Área de Participación Ciudadana, Inmigración y Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Málaga.
Y es que para este análisis han encuestado a las asociaciones, entidades y organizaciones que están en contacto con el colectivo joven de la ciudad, entre ellos la Fiscalía de Menores, que ha proporcionado estos reveladores datos. El propio ministerio público ya alertaba en su memoria relativa al pasado año 2009 de esta particularidad. La mayoría de jóvenes que cometen este delito de maltrato se sitúan en la franja de edad de entre los 16 y 17 años y pertenecen a todas las esferas sociales, no sólo a las marginales.
El tipo de violencia que ejercen hacia sus familiares es tanto física (agresión), como psíquica: amenazas, insultos, continuas vejaciones, rechazo constante a las normas que les imponen, abandono de los estudios, protagonizan fugas del domicilio familiar y viven en sus casas como si se trataran de verdaderos «hoteles» sin participar de ninguna manera en la dinámica familiar (ni tan siquiera el cuidado de sus propias cosas, ropa o habitación).
La Fiscalía afirma que los padres acuden a la vía judicial cuando están «agotados», ya que han aguantado hasta el final pensando que la situación iba a mejorar. La principal víctima de estos delitos son las madres –por su condición de más débil y porque pasan más tiempo con ellos– y exigen una respuesta inmediata.
Estos menores delincuentes tan sólo buscan la satisfacción de su propio interés, no aceptando ningún tipo de prohibiciones, responsabilidades o exigencias. Una gran parte de estas denuncias no llegan a término, ya que en la mitad de los procesos los padres-denunciantes deciden finalmente no declarar, con lo que el juicio está abocado a una sentencia absolutoria. En este tipo de delitos curiosamente existe una equiparación de los chicos y chicas, mientras que la delincuencia juvenil es principalmente masculina, por lo que se aprecia un notable aumento de reproducción de conductas violentas por parte de la mujer.
La directora del Área de Participación Ciudadana, Inmigración y Cooperación al Desarrollo del Consistorio, Ruth Sarabia, confirma este aumento de la violencia familiar y también hacia el profesorado que se está dando en los adolescentes malagueños.
«El Ayuntamiento de Málaga en particular, y las administraciones en general, pusimos en marcha hace unos cinco o seis años las escuelas de padres. Surgen para prevenir el absentismo, pero en los últimos dos o tres años observamos como se multiplican los casos de padres que llegan pidiendo ayuda porque ven como sus hijos se les van de las manos. De hecho, hemos elaborado incluso un decálogo para que sepan enfrentarse a esas situaciones», comenta.
El estudio de violencia juvenil entre ambas ciudades refleja una realidad muy diferente en cada territorio, ya que en Guatemala la población la percibe como el principal problema, un lugar donde cada día 17 personas mueren de forma violenta. En 2009 se produjeron 6.000 asesinatos de los que 3.200 fueron cometidos por menores de 30 años.
En Málaga, sin embargo, el paro es el principal problema citado por la población, aunque le sigue de cerca la violencia o inseguridad ciudadana. Si bien en la capital de la Costa del Sol no se detectan aún pandillas como en Madrid o Barcelona. «La violencia juvenil en Málaga tiene posibilidades de recuperación porque puede tratarse en las aulas y trabajando con las familias», dice Sarabia. De no ser así, continúa, «podríamos estar ante un problema prioritario y de envergadura en los próximos años». Para ello, la segunda fase de este trabajo será el inicio de acciones (charlas) para concienciar y educar en este ámbito. «En Málaga hablamos de prevención, pero si no se actúa en unos años hablaremos de reinserción», indica Domínguez.
Éste es el resultado de una generación que ha tenido que educarse sola. El perfil inicial es el de un chico de 13-14 años que puede pasar a delitos como hurtos a los 18 si no se ataja el problema. La falta de valores, la escasa o nula atención de los padres y el desempleo son los principales factores causantes de esta realidad

VERGONZOSO

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