Pocas veces tendrá el Sevilla un segundo tiempo más cómodo como anoche en La Rosaleda. El Málaga adoleció de chispa y de nervio, pero no sólo en su juego, sino también en la forma de estar y actuar sobre el maravilloso terreno de juego de Martiricos. En el fútbol la presión sobre el rival es fundamental, pero también sobre el árbitro e incluso sobre las gradas, y sin embargo, con un marcador al alcance (un 1-2 no era nada imposible de igualar y si me apuran de remontar), los locales no solo no crearon ocasiones, sino que ni tan siquiera protestaron al colegiado las continuas pérdidas de tiempo del Sevilla ni se recurrió al catón pelotero cuando queda poco para el final y se pierde por la mínima: meter balones a la 'olla'. Ni eso.
El final no tuvo nada que ver con el comienzo del partido. Un Málaga eléctrico desarbolaba a un Sevilla que parecía tocado tras sus ridículos europeos, pero eso duró hasta el minuto 20: en cuanto llegó el 1-1, el Málaga se 'empanó', comenzó a perder gas y se desinfló por completo hasta llegar al culmen con el regalo del segundo gol, que llegó en el peor momento posible.
No suena bien esta flauta. El Málaga da unas tremendas facilidades al rival y le cuesta un mundo recuperar el balón. Encima Jesús Gámez y Apoño, especialmente el primero, dos hombres clave en el engranaje local, están muy por debajo de sus posibilidades, y eso lo notó demasiado el equipo, que acabó 'cargado' de delanteros pero sin rumbo ninguno. Fue una pena, porque el Sevilla estaba 'maduro', pero al Málaga le faltaron chispa y nervios. Ocho goles en tres partidos son demasiados.
http://malagacf.diariosur.es/noticias/2010-09-20/equipo-chispa-20100920.html