De un plumazo el Málaga ofreció el domingo durante media hora más verticalidad que toda la temporada pasada. La velocidad marca la diferencia. En la Liga, en un partido y también en el equipo. La presencia de jugadores como Eliseu, Quincy o Sebastián Fernández permite ahora exponer mucho más en ataque y entrar en un intercambio de golpes que durante el anterior campeonato era una táctica suicida.

Hace trece meses la lesión de Jordi Pablo destrozó por completo al Málaga. Puede sonar a hipérbole, pero es la cruda realidad. El futbolista formado en el Villarreal era el único con capacidad para desbordar y que podía aportar velocidad por las alas. El propio presidente, Fernando Sanz, tardó muy poco en cerciorarse de que las quejas del entrenador, Juan Ramón Muñiz, eran más que lógicas.

Javi López y Fernando
Con Valdo sin dar el mínimo nivel para mantener una línea de regularidad, con Duda muy renqueante y sin chispa para encarar y marcharse y con Luque totalmente ausente, el técnico tuvo que recurrir en la segunda vuelta a un canterano, Javi López, para tratar de que le sacara las castañas del fuego y apostó a las primeras de cambio por Fernando, que sin tener las virtudes de un extremo sí contaba -y cuenta- con llegada por sorpresa al área pequeña.

El Málaga desperdició el mercado de verano, pero, lo que es más grave, también el invernal. Con lo importante que era acertar. Desde el principio se dio como fija la llegada de Eliseu -así se lo comunicaron a Sanz cuando se marchó de vacaciones- y de buenas a primeras el portugués estaba ilocalizable. Acabó en el Zaragoza. Y el intento a última hora con Walter, que había completado un buen arranque con el Gimnastic en Segunda, fue frenado por el presidente al entender que el precio era desorbitado por un futbolista todavía nada contrastado.

La obligación de recular
A la falta de velocidad en los flancos se sumaron la baja casi constante del futbolista que podía y debía darle salida al juego (Apoño) y el escaso ritmo de robo de balón (por la escasa capacidad de determinados atacantes en la presión al rival). Todo ello acarreó que el equipo tuviera que recular metros para priorizar la eficacia defensiva como único argumento para la permanencia. «No podemos ir a jugar un partido de tú a tú, en un intercambio de golpes, porque no tenemos jugadores para ello», recalcaban en privado los futbolistas más experimentados. Estos mismos son los que no tuvieron recato en confesar en junio que la salvación había sido «un auténtico milagro con la plantilla que teníamos».

Jesualdo Ferreira tomó el relevo y analizó numerosos DVD. Un simple partido le bastó para sacar la primera conclusión: el Málaga estaba carente de velocidad. Por esa razón le dio el visto bueno a la vuelta de Eliseu y después puso en marcha algunas operaciones para buscar futbolistas que destacaran por su arrancada (llegó Quincy), el desborde (Sebastián Fernández) o la potencia (el delantero centro Rondón).

El partido frente al Zaragoza fue la primera muestra de lo que puede dar de sí. De la necesidad de buscar el 1-0 se pasa ahora a la opción de pelear por un resultado positivo y vistoso al mismo tiempo. El 3-5 fue un ejemplo de ello, pero tampoco esta tesis satisface a los técnicos. No es cuestión de vencer por la mínima con tres, cuatro o cinco goles para uno y otro equipo. La mejoría defensiva es clave para los técnicos del Málaga.