Un Barcelona poderoso castiga en exceso al Málaga (1-4)
Mejor adaptado al terreno de juego, el equipo azulgrana echó por tierra de un plumazo todo el esfuerzo y los intentos de los blanquiazules para plantarle cara. Los locales se empeñaron en tocar el balón en vez de recurrir al envío en largo
A pesar del contundente 1-4, el aficionado abandonó ayer La Rosaleda con la sensación de que su equipo no ha bajado un ápice su rendimiento y de que recibió un castigo excesivo. Pero también comprobó que enfrente estaba un Barcelona poderoso que supo adaptarse mejor al terreno de juego y que en la segunda parte no le dio la más mínima opción al Málaga. En la primera mantuvo el tono. Y esa continuidad será más importante frente a sus rivales directos.
La lluvia dispuso un partido que casi en nada coincidió con el que habían previsto los entrenadores. El terreno de juego estaba impracticable. El reglamento es tajante respecto a su estado para forzar la suspensión y anoche no se daban las circunstancias para ello, pero los mandamases futbolísticos debieran preservar el espectáculo, máxime si es de primer nivel. Que les pregunten a los que desembolsaron 150 euros o más. ¿Se imagina alguien un encuentro de baloncesto con la pelota desinflada?
Los numerosos charcos y el barrizal en el que se convirtió el terreno de juego obligaron a los futbolistas a adaptarse a las circunstancias, por encima incluso de las consignas tácticas de Tapia y Guardiola. Era una mera cuestión de supervivencia. La adaptación conducía al éxito. Y ahí el Barcelona ganó la partida con claridad. Paradójicamente, el futbolista visitante que más se empecinó en conducir el balón fue el autor del gol que hizo la cuesta aún más empinada para el Málaga.
En el fútbol se recurre en infinidad de ocasiones a los eufemismos. Cuando los entrenadores quieren que los jugadores opten por el pelotazo emplean el término 'balón orientado'. Ayer el partido era para ese tipo de acción con una u otra la expresión. El envío en largo era el mejor argumento para subsistir y el Málaga, quizá en su afán por mantener un estilo que parece muy arraigado, quiso llegar a las inmediaciones con triangulaciones y una excesiva conducción.
Pelotazo eficaz
El Barcelona está más baqueteado en este tipo de situaciones, bien en partidos europeos, bien en esas insufribles fases de clasificación de selecciones. De ahí que a las primeras de cambio un pelotazo pilló descolocada a la zaga local y Messi tuvo que ser agarrado por Apoño cuando iba camino de encarar a Arnau. De poco valió -incluso el malagueño vio la amarilla-, porque Xavi colocó el balón junto a la escuadra izquierda.
Cualquier equipo habría sucumbido visto el adverso panorama, pero el Málaga ratificó que está con una confianza ilimitada y tomó la iniciativa aun a riesgo de perder el sitio en la cobertura. Adelantó las líneas de forma acompasada y dinamitó el férreo dispositivo defensivo azulgrana, la base de este nuevo Barcelona de Guardiola.
Tapia prefirió ayer devolver a Duda a la banda derecha en un claro intento de que la presencia de Eliseu frenara las posibles acometidas de Daniel Alves. Durante diez minutos los portugueses aparecieron por los flancos y obligaron a la zaga barcelonista a bascular. En uno de los tres intentos llegó la igualada. Adrián tuvo la primera opción, pero en el rechace Duda recogió el balón a su antojo (su teórico marcador era Puyol, poco habituado a ser el lateral izquierdo) y se sacó de la zurda un disparo magnífico, ajustado al palo.
El partido parecía empezar de cero. Pero el Barcelona no le dio opción. Volvió a llevar el balón a la delantera por el camino más corto, con los envíos en largo. Ya sólo quedaba servirse de la calidad para dejar otra vez las cosas en su sitio. Pero también se topó con los regalos locales. Primero, una falta absurda de Calleja, de esas en las que el campo resbaladizo impide frenar a tiempo, y luego Weligton antepuso la fuerza a la picardía en el despeje. En vez de levantar un poco el balón para golpearlo prefirió no perder un solo segundo. El rechace, como era previsible, se le quedó corto y Messi no perdonó.
En los 72 minutos restantes el balance ofensivo del Málaga se redujo a dos intervenciones de Duda, ambas en la primera parte y de forma consecutiva en el segundo y último arreón local. Esta vez el Barcelona sí supo cómo administrar su ventaja y prefirió desgastar al conjunto blanquiazul e incluso le dio la opción de esa nueva acometida al filo de la media hora que a la postre sólo sirvió para malgastar fuerzas.
La segunda parte sobró. El Málaga nunca estuvo a la altura de un Barcelona con dos piezas básicas en la medular, el joven Busquets -titánico en la contención e incluso con criterio- y el omnipresente Xavi. El mejor jugador de la última Eurocopa dio una lección con continuos apoyos para dar fluidez a la circulación del balón. Encima, dejó sentenciado el partido al aprovechar una dejada de Henry. Guardiola había recurrido astutamente al francés consciente de que su poderío en el juego aéreo podía darle algún rédito.
El Málaga se mostró incapaz de reaccionar. Tapia trató de buscar velocidad en la media punta con Eliseu, pero al prescindir de Adrián apenas hubo movilidad en la delantera. Al comprobar la escasa aportación de esta variante táctica volvió a un esquema más tradicional con la inclusión de Fernando. Fuera cual fuera el cambio, el panorama no era muy halagüeño. El Barcelona tenía el balón, estaba mejor colocado y aprovechaba la evidente distancia entre las líneas locales. El cuarto gol fue excesivo premio para los azulgrana y excesivo castigo para los blanquiazules. La fortuna también se alió con el poderoso cuando Weligton desvió con el cuerpo el disparo de Daniel Alves.
diariosur.com
Mejor adaptado al terreno de juego, el equipo azulgrana echó por tierra de un plumazo todo el esfuerzo y los intentos de los blanquiazules para plantarle cara. Los locales se empeñaron en tocar el balón en vez de recurrir al envío en largo
A pesar del contundente 1-4, el aficionado abandonó ayer La Rosaleda con la sensación de que su equipo no ha bajado un ápice su rendimiento y de que recibió un castigo excesivo. Pero también comprobó que enfrente estaba un Barcelona poderoso que supo adaptarse mejor al terreno de juego y que en la segunda parte no le dio la más mínima opción al Málaga. En la primera mantuvo el tono. Y esa continuidad será más importante frente a sus rivales directos.
La lluvia dispuso un partido que casi en nada coincidió con el que habían previsto los entrenadores. El terreno de juego estaba impracticable. El reglamento es tajante respecto a su estado para forzar la suspensión y anoche no se daban las circunstancias para ello, pero los mandamases futbolísticos debieran preservar el espectáculo, máxime si es de primer nivel. Que les pregunten a los que desembolsaron 150 euros o más. ¿Se imagina alguien un encuentro de baloncesto con la pelota desinflada?
Los numerosos charcos y el barrizal en el que se convirtió el terreno de juego obligaron a los futbolistas a adaptarse a las circunstancias, por encima incluso de las consignas tácticas de Tapia y Guardiola. Era una mera cuestión de supervivencia. La adaptación conducía al éxito. Y ahí el Barcelona ganó la partida con claridad. Paradójicamente, el futbolista visitante que más se empecinó en conducir el balón fue el autor del gol que hizo la cuesta aún más empinada para el Málaga.
En el fútbol se recurre en infinidad de ocasiones a los eufemismos. Cuando los entrenadores quieren que los jugadores opten por el pelotazo emplean el término 'balón orientado'. Ayer el partido era para ese tipo de acción con una u otra la expresión. El envío en largo era el mejor argumento para subsistir y el Málaga, quizá en su afán por mantener un estilo que parece muy arraigado, quiso llegar a las inmediaciones con triangulaciones y una excesiva conducción.
Pelotazo eficaz
El Barcelona está más baqueteado en este tipo de situaciones, bien en partidos europeos, bien en esas insufribles fases de clasificación de selecciones. De ahí que a las primeras de cambio un pelotazo pilló descolocada a la zaga local y Messi tuvo que ser agarrado por Apoño cuando iba camino de encarar a Arnau. De poco valió -incluso el malagueño vio la amarilla-, porque Xavi colocó el balón junto a la escuadra izquierda.
Cualquier equipo habría sucumbido visto el adverso panorama, pero el Málaga ratificó que está con una confianza ilimitada y tomó la iniciativa aun a riesgo de perder el sitio en la cobertura. Adelantó las líneas de forma acompasada y dinamitó el férreo dispositivo defensivo azulgrana, la base de este nuevo Barcelona de Guardiola.
Tapia prefirió ayer devolver a Duda a la banda derecha en un claro intento de que la presencia de Eliseu frenara las posibles acometidas de Daniel Alves. Durante diez minutos los portugueses aparecieron por los flancos y obligaron a la zaga barcelonista a bascular. En uno de los tres intentos llegó la igualada. Adrián tuvo la primera opción, pero en el rechace Duda recogió el balón a su antojo (su teórico marcador era Puyol, poco habituado a ser el lateral izquierdo) y se sacó de la zurda un disparo magnífico, ajustado al palo.
El partido parecía empezar de cero. Pero el Barcelona no le dio opción. Volvió a llevar el balón a la delantera por el camino más corto, con los envíos en largo. Ya sólo quedaba servirse de la calidad para dejar otra vez las cosas en su sitio. Pero también se topó con los regalos locales. Primero, una falta absurda de Calleja, de esas en las que el campo resbaladizo impide frenar a tiempo, y luego Weligton antepuso la fuerza a la picardía en el despeje. En vez de levantar un poco el balón para golpearlo prefirió no perder un solo segundo. El rechace, como era previsible, se le quedó corto y Messi no perdonó.
En los 72 minutos restantes el balance ofensivo del Málaga se redujo a dos intervenciones de Duda, ambas en la primera parte y de forma consecutiva en el segundo y último arreón local. Esta vez el Barcelona sí supo cómo administrar su ventaja y prefirió desgastar al conjunto blanquiazul e incluso le dio la opción de esa nueva acometida al filo de la media hora que a la postre sólo sirvió para malgastar fuerzas.
La segunda parte sobró. El Málaga nunca estuvo a la altura de un Barcelona con dos piezas básicas en la medular, el joven Busquets -titánico en la contención e incluso con criterio- y el omnipresente Xavi. El mejor jugador de la última Eurocopa dio una lección con continuos apoyos para dar fluidez a la circulación del balón. Encima, dejó sentenciado el partido al aprovechar una dejada de Henry. Guardiola había recurrido astutamente al francés consciente de que su poderío en el juego aéreo podía darle algún rédito.
El Málaga se mostró incapaz de reaccionar. Tapia trató de buscar velocidad en la media punta con Eliseu, pero al prescindir de Adrián apenas hubo movilidad en la delantera. Al comprobar la escasa aportación de esta variante táctica volvió a un esquema más tradicional con la inclusión de Fernando. Fuera cual fuera el cambio, el panorama no era muy halagüeño. El Barcelona tenía el balón, estaba mejor colocado y aprovechaba la evidente distancia entre las líneas locales. El cuarto gol fue excesivo premio para los azulgrana y excesivo castigo para los blanquiazules. La fortuna también se alió con el poderoso cuando Weligton desvió con el cuerpo el disparo de Daniel Alves.
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