El Málaga estaba invicto en el estadio Insular tinerfeño cuando sufrió un accidente aéreo en 1956
En la décima jornada del campeonato, el Málaga viaja a Tenerife. Con el otro Málaga, el equipo insular se las vio en distintas ocasiones. Al principio, en Segunda. Porque el equipo canario llegó a la división de los elegidos con posterioridad a que lo hiciera el malaguista.
En septiembre de 1953 aparece el primer desplazamiento de los blanquiazules a Santa Cruz para competir, en la división intermedia, con el que entonces era el segundo equipo canario, porque Las Palmas le precedió en el ingreso entre los grandes. En aquella primera visita los puntos volaron hacia nuestra capital. Alfredo Vera, que era el encargado de la custodia de nuestro marco, resultó batido dos veces. Pero por aquel entonces no sucedía lo que ocurre ahora, cuando al recibir el segundo tanto tiras la esponja, porque lograr tres es empresa inalcanzable. Entonces, en el Málaga jugaba Pedro Bazán, el rey de los goleadores en la historia blanquiazul, y dos tantos no eran nada. Esos los hacia él en un santiamén. Aquella tarde del 27 de septiembre de hace cincuenta y seis años, Pedro Bazán marcó por dos veces y le acompañó en el rol de goleador el extremo Jaime Montero. Así que el estreno canario de los blanquiazules resultó victorioso.
Dos goles
Igualmente lo fue la segunda, el 5 de febrero de 1956. No se ganó, pero tampoco se perdió. Hubo que hacer dos goles para que los canario no se adjudicaran los dos puntos en litigio. Ya no figuraba en la formación malacitana el legendario Bazán, que trabajaba como goleador por cuenta del Deportivo de La Coruña, pero Bernardi y Madariaga redimieron uno de los puntos y lo depositaron en el casillero blanquiazul. El Málaga salió invicto de sus dos primeras visitas al campo insular tinerfeño.
Y a la tercera lo peor no fue que llegó la derrota, sino que se produjo la caída. El partido estaba señalado para el 30 de septiembre de 1956. En el segundo Tenerife-Málaga no hicieron acto de presencia más que los jugadores del primero Rubio y Lasa, mientras que en el tercero el único superviviente del primer envite era el capitán, Eduardo Rubio. Las crisis económica que padecía el titular de Martiricos recomendó confeccionar la plantilla con material de la casa, de la cantera, y se empezó a hablar de la malagueñización del Málaga. Tres habían saltado del filial, el Malagueño, ese ejercicio. Y el cuarto malagueño, Pipi -¿alguien tiene la menor duda de que aquel asturiano nacido en Sotrondio fue siempre un malagueño?-, también era de los que colaboraban en sacar al equipo de La Rosaleda del bache.
En aquella tercera visita del titular a las Islas Canarias se daba otra circunstancia: el equipo iba imbatido. De los tres encuentros disputados había ganado dos, al Ceuta (3-0) y al Extremadura en Almendralejo (0-2), y empató en Puente Genil. Las perspectivas no podían ser más halagüeñas. Y, sin embargo, en un tris estuvo de que resultaron trágicas. Porque, en el aeropuerto tinerfeño, el Aviaco en el que hizo el desplazamiento el cuadro blanquiazul se estrelló al tomar tierra. No hubo más que un muerto: la señora que habitaba la casa con la que chocó el avión. Se suspendió, naturalmente, el partido, en el que el Málaga fue vencido. Y el regreso se hizo en un petrolero, porque el pánico entre los expedicionarios del titular era insuperable.
Bautizo aéreo
En aquel desplazamiento hacían su bautizo aéreo tres nuevos malaguistas: Pipi, Coco y Barragán. Pero el más traumatizado de la expedición fue el también malagueño Bernardi. Durante mucho tiempo, el jugador perchelero se negó a volar. Y cuando no tuvo más remedio que aceptar embarcarse nuevamente, en el aeropuerto todos los viajeros estaban pendientes del que ni siquiera osaba disimular su terror. En una ocasión, uno de los viajeros le preguntó que si tenía miedo. Bernardi le respondió: «Miedo no, terror». Y cuando su interlocutor le argumentó que él «viajaba muy tranquilo en avión», Bernardi le preguntó que si se había caído alguna vez de un avión. Naturalmente le contestó que no, a lo que respondió concluyentemente Bernardi: «Pues yo ya me he caído una vez, así que ¿no le parece que tengo razón para sentir pánico?».
Después, tanto uno como otro Málaga acudieron al Heliodoro Rodríguez. Más de medio siglo después se ha olvidado que a la tercera visita los malaguistas no pudieron salvar su imbatibilidad en el feudo tinerfeño. Pero lograron algo más importante: salvar la vida.
Mi recuerdo tiene una dedicatoria especial. Va por Patricio, Barragán, Borredá, Coco y Bernardi, el quinteto de viajeros que afortunadamente hoy pueden leer esta información.
Estado en el que quedó el avión del Málaga en 1956
http://malagacf.sur.es/noticias/2009-11-06/tercera-caida-20091106.html
En la décima jornada del campeonato, el Málaga viaja a Tenerife. Con el otro Málaga, el equipo insular se las vio en distintas ocasiones. Al principio, en Segunda. Porque el equipo canario llegó a la división de los elegidos con posterioridad a que lo hiciera el malaguista.
En septiembre de 1953 aparece el primer desplazamiento de los blanquiazules a Santa Cruz para competir, en la división intermedia, con el que entonces era el segundo equipo canario, porque Las Palmas le precedió en el ingreso entre los grandes. En aquella primera visita los puntos volaron hacia nuestra capital. Alfredo Vera, que era el encargado de la custodia de nuestro marco, resultó batido dos veces. Pero por aquel entonces no sucedía lo que ocurre ahora, cuando al recibir el segundo tanto tiras la esponja, porque lograr tres es empresa inalcanzable. Entonces, en el Málaga jugaba Pedro Bazán, el rey de los goleadores en la historia blanquiazul, y dos tantos no eran nada. Esos los hacia él en un santiamén. Aquella tarde del 27 de septiembre de hace cincuenta y seis años, Pedro Bazán marcó por dos veces y le acompañó en el rol de goleador el extremo Jaime Montero. Así que el estreno canario de los blanquiazules resultó victorioso.
Dos goles
Igualmente lo fue la segunda, el 5 de febrero de 1956. No se ganó, pero tampoco se perdió. Hubo que hacer dos goles para que los canario no se adjudicaran los dos puntos en litigio. Ya no figuraba en la formación malacitana el legendario Bazán, que trabajaba como goleador por cuenta del Deportivo de La Coruña, pero Bernardi y Madariaga redimieron uno de los puntos y lo depositaron en el casillero blanquiazul. El Málaga salió invicto de sus dos primeras visitas al campo insular tinerfeño.
Y a la tercera lo peor no fue que llegó la derrota, sino que se produjo la caída. El partido estaba señalado para el 30 de septiembre de 1956. En el segundo Tenerife-Málaga no hicieron acto de presencia más que los jugadores del primero Rubio y Lasa, mientras que en el tercero el único superviviente del primer envite era el capitán, Eduardo Rubio. Las crisis económica que padecía el titular de Martiricos recomendó confeccionar la plantilla con material de la casa, de la cantera, y se empezó a hablar de la malagueñización del Málaga. Tres habían saltado del filial, el Malagueño, ese ejercicio. Y el cuarto malagueño, Pipi -¿alguien tiene la menor duda de que aquel asturiano nacido en Sotrondio fue siempre un malagueño?-, también era de los que colaboraban en sacar al equipo de La Rosaleda del bache.
En aquella tercera visita del titular a las Islas Canarias se daba otra circunstancia: el equipo iba imbatido. De los tres encuentros disputados había ganado dos, al Ceuta (3-0) y al Extremadura en Almendralejo (0-2), y empató en Puente Genil. Las perspectivas no podían ser más halagüeñas. Y, sin embargo, en un tris estuvo de que resultaron trágicas. Porque, en el aeropuerto tinerfeño, el Aviaco en el que hizo el desplazamiento el cuadro blanquiazul se estrelló al tomar tierra. No hubo más que un muerto: la señora que habitaba la casa con la que chocó el avión. Se suspendió, naturalmente, el partido, en el que el Málaga fue vencido. Y el regreso se hizo en un petrolero, porque el pánico entre los expedicionarios del titular era insuperable.
Bautizo aéreo
En aquel desplazamiento hacían su bautizo aéreo tres nuevos malaguistas: Pipi, Coco y Barragán. Pero el más traumatizado de la expedición fue el también malagueño Bernardi. Durante mucho tiempo, el jugador perchelero se negó a volar. Y cuando no tuvo más remedio que aceptar embarcarse nuevamente, en el aeropuerto todos los viajeros estaban pendientes del que ni siquiera osaba disimular su terror. En una ocasión, uno de los viajeros le preguntó que si tenía miedo. Bernardi le respondió: «Miedo no, terror». Y cuando su interlocutor le argumentó que él «viajaba muy tranquilo en avión», Bernardi le preguntó que si se había caído alguna vez de un avión. Naturalmente le contestó que no, a lo que respondió concluyentemente Bernardi: «Pues yo ya me he caído una vez, así que ¿no le parece que tengo razón para sentir pánico?».
Después, tanto uno como otro Málaga acudieron al Heliodoro Rodríguez. Más de medio siglo después se ha olvidado que a la tercera visita los malaguistas no pudieron salvar su imbatibilidad en el feudo tinerfeño. Pero lograron algo más importante: salvar la vida.
Mi recuerdo tiene una dedicatoria especial. Va por Patricio, Barragán, Borredá, Coco y Bernardi, el quinteto de viajeros que afortunadamente hoy pueden leer esta información.
Estado en el que quedó el avión del Málaga en 1956
http://malagacf.sur.es/noticias/2009-11-06/tercera-caida-20091106.html