(
Últimas imágenes
Abono
Mensajes
Fama en foro
De todas las edades y condiciones sociales. Ellas, la mayoría de las veces se muestran firmes en su denuncia, en ocasiones regalan perdón. Ellos, casi siempre, lo niegan todo ante la jueza. Es el día a día de los juzgados de violencia de género
Esperan sentados en las sillas, apretándose las manos con una notable tensión. Sus semblantes delatan claramente que pasaron la noche en el calabozo. El fin de semana estuvo marcado por la violencia con su pareja. Son las nueve de la mañana de un lunes. Ahora tendrán que dar explicaciones ante la jueza. Al otro lado del pasillo, en una estancia reservada a la vista de los denunciados, esperan ellas. «No, no quiero verlo ni que me vea», dice María con temor.
En un día de guardia, por el juzgado de violencia de género desfilan una media de seis o siete hombres acusados de ejercer la violencia contra sus parejas y ex parejas, algunas veces de forma salvaje, como el que esta semana asestó varios golpes con un palo con clavos a su mujer.
María (nombre ficticio, como el resto de los que aparecen en este reportaje) tiene 30 años y es una de las muchas mujeres que a diario pasan por los juzgados de violencia de género de la capital tras haber sido víctimas de malos tratos.
«Hace dos años ya me puso la mano encima y me empujó estando embarazada, pero lo perdoné porque pensé que iba a cambiar... Pero ahora otra vez, y más insultos, ya no aguanto más. Además está enganchado a la cocaína», explica María a SUR.
«Ella me insultó»
La jueza Ángeles Ruiz González le toma declaración. Ella se ratifica en su denuncia, aunque no presenta parte médico de lesiones. Luego le toca el turno a su marido: «Nunca le he puesto la mano encima y fue ella la que me insultó», dice Antonio, quien a continuación niega que consuma drogas.
La magistrada, en pocos minutos, establece unas primeras medidas cautelares de carácter civil: fija la vivienda para ella y la hija de la pareja, de 16 meses; establece un régimen de visitas de fines de semana alternos y una pensión alimenticia de 200 euros mensuales porque él está en paro y cobra un desempleo de unos 800 euros.
La fiscal Macarena Martínez, que ha escuchado atentamente también la declaración del acusado, solicita un año de prisión y tres de alejamiento. De momento, queda en libertad. El caso se enjuiciará por el sistema rápido al cabo de unos días y otro juez dictará sentencia.
La declaración de María y Antonio se ha desarrollado en las instalaciones del juzgado, delante de los funcionarios, los abogados y de otros u otras supuestos maltratadores y maltratadas. No existe precisamente intimidad. La magistrada explica que esta es la forma habitual de funcionar en el juzgado por «cuestiones prácticas». «Yo voy pasando por las mesas y cada funcionario va escribiendo las declaraciones. Es mucho más rápido que hacerlo en mi despacho, si no no acabaríamos nunca. De todas formas, si alguien lo pide nos vamos adentro», explica.
Un bocado en el pecho
A escasos dos metros, acurrucada en una silla, espera Lucía. Aún tiembla. Tiene un moratón en el ojo izquierdo. Declara contra su ex pareja secándose las lágrimas con un pañuelo: «El año pasado, en una discusión me dio un bocado en el pecho. Este fin de semana cuando regresaba de estar con unas amigas de fiesta me dio un puñetazo y me tiró al suelo y me levantó tirándome del pelo. Después le dio una pedrada a mi coche». Lucía aporta el informe forense en el que constan las lesiones. El presunto agresor da una versión completamente opuesta: lo niega todo y afirma que ella estaba furiosa porque él le había contado que había tenido relaciones con otra chica. Será juzgado por dos delitos de malos tratos. La fiscal pide dos años de cárcel y tres de alejamiento, además de una indemnización.
Unos minutos más tarde, el abogado de un hombre de origen polaco, de 45 años, llega a un acuerdo con la fiscal. El hombre ha reconocido que discutió con su pareja, de la misma nacionalidad, a la que llamó puta, al tiempo que le agarró de las muñecas y la zarandeó. Admite también, que amenazó con un cuchillo al hijo mayor de la mujer, cuando éste intentó proteger a su madre. Al haber acuerdo, no habrá juicio y el agresor se lleva ya la sentencia en la mano, eso sí, rebajada por admitir los hechos: nueve meses de cárcel y dos años de alejamiento por delito de malos tratos. Además le caen otros siete meses y dos años más de alejamiento por amenazas. No irá a la cárcel por carecer de antecedentes penales.
A los catorce
Olga sólo tiene catorce años. Ha sido citada a declarar después de que la Policía Local detuviera dos días antes a su novio, de 18, tras encontrar a la chica en la calle muy nerviosa, con el pantalón roto a la altura de la entrepierna y con un pequeño arañazo en el brazo. La menor reconoció a los agentes que había discutido con su pareja y que ésta le había propinado varios empujones. Ella intentó defenderse y se insultaron mutuamente. Delante de la juez, la menor se niega a declarar contra su novio. La magistrada tiene que archivar la causa. Se marcha. Él la está esperando fuera.
Luis ha quebrantado la orden de alejamiento que tenía tras amenazar de muerte a su ex pareja con un hacha, llamándola guarra y puta. Hace unos días le esgrimió un cuchillo diciéndole que se iba a pasear con su cabeza en la mano por todo el barrio. Él lo niega. Su abogada argumenta que el consumo de drogas ha sido el detonante de todo y pide que se le deje en libertad para que se someta a un tratamiento con metadona. La fiscal se opone. La jueza ordena prisión para Luis, que sale del juzgado escoltado por una pareja de policías.
A la una de la tarde, la guardia termina tras una ajetreada mañana en la que se ha tomado declaración a una docena de personas. A partir de esa hora y hasta las nueve de la mañana del día siguiente, los casos de malos tratos serán resueltos por el juez de instrucción. La guardia del Juzgado de Violencia de Género número 1 se prolongará toda la semana hasta viernes. A la siguiente será relevado por el número 2 y la otra por el 3. Y así, sucesivamente, todos los días un juzgado permanece de guardia ante los malos tratos.
http://www.diariosur.es/20090405/malaga/guardia-ante-malos-tratos-20090405.html
Esperan sentados en las sillas, apretándose las manos con una notable tensión. Sus semblantes delatan claramente que pasaron la noche en el calabozo. El fin de semana estuvo marcado por la violencia con su pareja. Son las nueve de la mañana de un lunes. Ahora tendrán que dar explicaciones ante la jueza. Al otro lado del pasillo, en una estancia reservada a la vista de los denunciados, esperan ellas. «No, no quiero verlo ni que me vea», dice María con temor.
En un día de guardia, por el juzgado de violencia de género desfilan una media de seis o siete hombres acusados de ejercer la violencia contra sus parejas y ex parejas, algunas veces de forma salvaje, como el que esta semana asestó varios golpes con un palo con clavos a su mujer.
María (nombre ficticio, como el resto de los que aparecen en este reportaje) tiene 30 años y es una de las muchas mujeres que a diario pasan por los juzgados de violencia de género de la capital tras haber sido víctimas de malos tratos.
«Hace dos años ya me puso la mano encima y me empujó estando embarazada, pero lo perdoné porque pensé que iba a cambiar... Pero ahora otra vez, y más insultos, ya no aguanto más. Además está enganchado a la cocaína», explica María a SUR.
«Ella me insultó»
La jueza Ángeles Ruiz González le toma declaración. Ella se ratifica en su denuncia, aunque no presenta parte médico de lesiones. Luego le toca el turno a su marido: «Nunca le he puesto la mano encima y fue ella la que me insultó», dice Antonio, quien a continuación niega que consuma drogas.
La magistrada, en pocos minutos, establece unas primeras medidas cautelares de carácter civil: fija la vivienda para ella y la hija de la pareja, de 16 meses; establece un régimen de visitas de fines de semana alternos y una pensión alimenticia de 200 euros mensuales porque él está en paro y cobra un desempleo de unos 800 euros.
La fiscal Macarena Martínez, que ha escuchado atentamente también la declaración del acusado, solicita un año de prisión y tres de alejamiento. De momento, queda en libertad. El caso se enjuiciará por el sistema rápido al cabo de unos días y otro juez dictará sentencia.
La declaración de María y Antonio se ha desarrollado en las instalaciones del juzgado, delante de los funcionarios, los abogados y de otros u otras supuestos maltratadores y maltratadas. No existe precisamente intimidad. La magistrada explica que esta es la forma habitual de funcionar en el juzgado por «cuestiones prácticas». «Yo voy pasando por las mesas y cada funcionario va escribiendo las declaraciones. Es mucho más rápido que hacerlo en mi despacho, si no no acabaríamos nunca. De todas formas, si alguien lo pide nos vamos adentro», explica.
Un bocado en el pecho
A escasos dos metros, acurrucada en una silla, espera Lucía. Aún tiembla. Tiene un moratón en el ojo izquierdo. Declara contra su ex pareja secándose las lágrimas con un pañuelo: «El año pasado, en una discusión me dio un bocado en el pecho. Este fin de semana cuando regresaba de estar con unas amigas de fiesta me dio un puñetazo y me tiró al suelo y me levantó tirándome del pelo. Después le dio una pedrada a mi coche». Lucía aporta el informe forense en el que constan las lesiones. El presunto agresor da una versión completamente opuesta: lo niega todo y afirma que ella estaba furiosa porque él le había contado que había tenido relaciones con otra chica. Será juzgado por dos delitos de malos tratos. La fiscal pide dos años de cárcel y tres de alejamiento, además de una indemnización.
Unos minutos más tarde, el abogado de un hombre de origen polaco, de 45 años, llega a un acuerdo con la fiscal. El hombre ha reconocido que discutió con su pareja, de la misma nacionalidad, a la que llamó puta, al tiempo que le agarró de las muñecas y la zarandeó. Admite también, que amenazó con un cuchillo al hijo mayor de la mujer, cuando éste intentó proteger a su madre. Al haber acuerdo, no habrá juicio y el agresor se lleva ya la sentencia en la mano, eso sí, rebajada por admitir los hechos: nueve meses de cárcel y dos años de alejamiento por delito de malos tratos. Además le caen otros siete meses y dos años más de alejamiento por amenazas. No irá a la cárcel por carecer de antecedentes penales.
A los catorce
Olga sólo tiene catorce años. Ha sido citada a declarar después de que la Policía Local detuviera dos días antes a su novio, de 18, tras encontrar a la chica en la calle muy nerviosa, con el pantalón roto a la altura de la entrepierna y con un pequeño arañazo en el brazo. La menor reconoció a los agentes que había discutido con su pareja y que ésta le había propinado varios empujones. Ella intentó defenderse y se insultaron mutuamente. Delante de la juez, la menor se niega a declarar contra su novio. La magistrada tiene que archivar la causa. Se marcha. Él la está esperando fuera.
Luis ha quebrantado la orden de alejamiento que tenía tras amenazar de muerte a su ex pareja con un hacha, llamándola guarra y puta. Hace unos días le esgrimió un cuchillo diciéndole que se iba a pasear con su cabeza en la mano por todo el barrio. Él lo niega. Su abogada argumenta que el consumo de drogas ha sido el detonante de todo y pide que se le deje en libertad para que se someta a un tratamiento con metadona. La fiscal se opone. La jueza ordena prisión para Luis, que sale del juzgado escoltado por una pareja de policías.
A la una de la tarde, la guardia termina tras una ajetreada mañana en la que se ha tomado declaración a una docena de personas. A partir de esa hora y hasta las nueve de la mañana del día siguiente, los casos de malos tratos serán resueltos por el juez de instrucción. La guardia del Juzgado de Violencia de Género número 1 se prolongará toda la semana hasta viernes. A la siguiente será relevado por el número 2 y la otra por el 3. Y así, sucesivamente, todos los días un juzgado permanece de guardia ante los malos tratos.
http://www.diariosur.es/20090405/malaga/guardia-ante-malos-tratos-20090405.html
Frente313
| | 
para tu android
