Lo tuvo al alcance de su mano. El Málaga desperdició una oportunidad que ojalá no tengamos que lamentar más que anoche. ¡Qué pena de partido perdido! Nunca se debió desperdiciar el primer tiempo glorioso disputado ante un Atlético de Madrid que se veía impotente para aguantar las oleadas de juego y de ocasiones de un Málaga pletórico y exultante, pero... No quiero caer en el victimismo fácil, no, pero el Málaga tiene que demostrar mucho más que el resto. Pedía Pellegrini «arbitrajes normales», y tras Turienzo en Barcelona, ayer le llegó el turno a Muñiz, infame, casero, alucinante... El penalti que cometió delante de sus narices Mario sobre Demichelis es para tirarse de los pelos; el gol del 1-1 llega con Rondón saliendo del terreno de juego para ser sustituido por Van Nistelrooy, y para colmo, en el último segundo, hay un gol anulado al Málaga por fuera de juego de Camacho cuando un defensor atlético que salía de su área pequeña habilitaba al centrocampista blanquiazul.
El Málaga perdió en el Manzanares por culpa de un calamitoso arbitraje, pero también por su propio pánico. Ganaba 0-1 tras un festival en el primer tiempo, y ya era cabreante que no se hubieran conseguido tres goles (todavía nos preguntamos cómo Isco y Rondón pudieron fallar sus ocasiones solos delante del meta local), y con ese triunfo se aseguraba la Champions League, al menos la cuarta plaza, a expensas de un Valencia que a esas alturas no había doblegado al Villarreal. Pero daba igual, ya la cuarta plaza es para que nos vayamos todos a bañarnos a la Fuente de las Tres Gracias... Era la gloria, estábamos a punto de entrar en la historia, y entonces apareció un miedo escénico brutal, porque otra explicación no encuentro, y el mismo Málaga que acarició la pelota y jugó como los ángeles en los primeros 45 minutos, cedió el balón a un rival moribundo al que el oxígeno regalado le sirvió para recobrar la vida. Ya sabemos la lección de otros partidos parecidos. Cuando el Málaga especula todo se va al garete, y anoche ocurrió otra vez. El descanso nos sentó como un jarro de agua fría, y el dominio atlético fue abrumador en la segunda parte, en la que el Málaga renunció a jugar y acabó perdiendo. La reacción final fue tardía, y además nos demostró que a poco que se hubiera mantenido el tipo, la victoria hubiera sido cosa hecha.
Una lástima la derrota, porque no mereció ganar el Atlético de Madrid, pero el Málaga le regaló la victoria, y el conjunto del idolatrado Simeone se topó sin merecerlo con un regalo inesperado y posiblemente injusto, pero en el fútbol ya se sabe que las justicias son relativas, sobre todo con personajes tan siniestros como Turienzo y Muñiz. ¡Vaya dos elementos! Una vergüenza que la mejor Liga del mundo dependa de colegiados tan injustos como los referidos.
Ahora hay que ganarle al Sporting. Al equipo asturiano le va la vida porque, si no gana, se va a Segunda, pero el Málaga se juega la gloria. Tener que aguantar los nervios de un choque crucial cuando todo pudo quedar zanjado anoche es para que todos nos lamentemos. ¡Vamos Málaga!
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