El conjunto de Pellegrini arranca su preparación en Orihuela con el objetivo de firmar la mejor temporada de la historia de la entidad
Tantas dosis de ilusión como de prudencia se respiran en la expedición del Málaga, que ha convertido el Real Club de Golf Campoamor (Orihuela) en su cuartel general de pretemporada, desde su desembarco el pasado viernes y hasta el próximo sábado (tras un amistoso contra el Horadada). Obligado a dar un vuelco a las aspiraciones históricas del club y pensar en los puestos europeos como su mínimo objetivo cuando la temporada llegue a su fin, el conjunto de Pellegrini tiene por delante una exigente campaña. El trabajo de preparación del equipo, sin embargo, queda al margen.
La expedición malagueña, compuesta por casi medio centenar de personas, puso pie a tierra en Orihuela el pasado viernes. En sus primeras horas en el complejo, los jugadores tan sólo tuvieron tiempo para cenar y acomodarse en sus respectivas habitaciones. Sin embargo, ayer todo fue distinto. El trabajo tomó el relevo al descanso y la plantilla se calzó las botas en tres ocasiones, tantas como sesiones de preparación programó el técnico chileno, Manuel Pellegrini.
A primera hora de la mañana y con cara de sueño, los futbolistas comparecieron en el campo de entrenamiento del Real Club de Golf Campoamor, que en unos días dará cobijo al Hércules de Mandiá. Nadie faltó a la cita. Tampoco los siete refuerzos estelares, conseguidos a golpe de talonario por el jeque Abdullah Bin Nasser Al-Thani. Casi treinta millones de euros han salido de las arcas del club de Martiricos para armar un proyecto liderado por Joaquín (procedente del Valencia), Sergio Sánchez (Sevilla), Monreal (Osasuna), el holandés Van Nistelrooy (Hamburgo), el francés Toulalan (Olympique de Lyon), el argentino Buonanotte (River Plate) y el holandés Mathijsen (Hamburgo). Además, los fichajes que llegaron en el pasado mercado de invierno, para evitar el descenso del Málaga a Segunda División, y que continúan en el equipo: Baptista, Maresca, Demichelis y el exportero del Elche, Willy Caballero.
Las primera carreras sobre el césped oriolano arrancaron minutos después de las ocho de la mañana. Con puntualidad británica, el entrenador chileno -recibido con un sutil pitido por los jugadores al ser el último en aparecer por el terreno de juego- reunió a la plantilla en torno a un improvisado corro. Y tras realizar unas mínimas observaciones, el preparador físico tomó las riendas del grupo. El trabajo físico monopolizó la primera sesión del Málaga en Campoamor... y dominó la segunda, que empezó también con precisión suiza. A las 11.30 horas, el responsable físico hizo sonar el silbato y llamó a filas a los jugadores, que ya lucían botas de tacos. También de eminente carácter físico, la carrera continua dejó paso a ejercicios de explosividad, donde se alternaron las series con pesas, balones medicinales y flexiones. Por la tarde, más de lo mismo, aunque el balón de juego consiguió cierto protagonismo.
La presencia de jugadores de prestigio mundial arrastró a un nutrido grupo de curiosos hasta los campos de entrenamiento de Campoamor. Huéspedes del hotel que, pese al intenso calor que dejó paso en pocos minutos a un cielo encapotado con truenos y rayos de fondo, no quisieron dejar pasar la oportunidad de fotografiarse y conseguir autógrafos de futbolistas de la talla de Van Nistelrooy, Joaquín o Baptista.
La inversión este verano en el club malacitano ya alcanza los treinta millones de euros. Y todavía está por llegar la guinda del pastel. El internacional del Villarreal Santi Cazorla parece ser el llamado a completar una plantilla de ensueño. Antes, parece, llegará el valencianista Isco, tras el desembolso de otros seis millones de euros. El sueño europeo no tiene precio para el jeque catarí.
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