La afición pobló los aledaños de la Rosaleda en los prolegómenos del encuentro, se quejó al principio y se fue con la resignación de animar al colista.
Se esperaba el partido de ayer desde que Rubinos Pérez decretó el final una semana antes en Valencia. Justo un día después la afición se empezó a movilizar a través de las redes sociales. Se quería alzar la voz ante lo que se considera una injusticia, como si no quedaran otras mejillas que poner. Ya en los prolegómenos del estadio se notó una afluencia superior a la de cualquier otro partido ante el Zaragoza. La Rosaleda, especialmente la Avenida de Martiricos, estaba tomada por seguidores con intención de al menos hacerse oír. Para quejarse y para animar a su equipo, al que se le recibió cuando llegaba en el autobús como si de un día grande se tratara.
Cuesta pensar que a 29 de enero así se puedan vivir ya los partidos. La urgencia desmedida por ver que el gran proyecto del Málaga está pasando unos apuros inesperados, “algo que ni valoramos”, como dijo en varias ocasiones su vicepresidente, Abdullah Ghubn, cada vez que se le cuestionó por lo que podría pasar si el equipo desciende. Pero el juego en días como ayer y, especialmente la clasificación, no dejan pasar ni una. Y el Málaga ya no puede caer más bajo en la clasificación.
Protesta
Emotiva, breve en cuanto a su duración y desvirtuada por el insulto resultó la iniciativa de la afición de expresar su disconformidad por el arbitraje recibido la jornada anterior en Mestalla. Emotiva, por el candor con que se realizó; breve, porque aunque fue en diversas fases, concluyó en cuanto se inició el encuentro; y desvirtuada, porque cuando se falta al respeto se pierde cualquier razón y toda muestra de ingenuidad.
Ya en el estadio el primer ensayo fue cuando Pérez Lasa y sus asistentes saltaron media hora antes del partido a calentar. Una fuerte pitada y gritos de desaprobación les acompañaron, hasta que decidieron preparar sus músculos en el centro del campo, en tierra de nadie.
La megafonía no paraba de recordar la posición del Málaga, “en contra de cualquier tipo de violencia”. Algo que, por suerte, también hay que decir que no se dio. Y las quejas más bulliciosas se produjeron cinco minutos antes del inicio del choque. Mezcladas entre cánticos de “corrupción en la Federación”, “manos arriba, esto es una atraco” o el insulto a Rubinos Pérez, se pudieron ver varias pancartas, algunos rollos de bolsas de basura negras totalmente desplegados y 20.000 globos negros. De entre los rótulos destacaban dos: una en la curva de Malaka Hinchas, que rezaba “roja a los árbitros”, sobre un fondo colorado. La otra, en la curva que une Preferencia con Fondo, pedía “respeto”.
Al saltar los equipos al terreno de juego, con el cuadro arbitral a la cabeza, volvió el grito de “corrupción en la Federación”, que se disipó en cuanto el colegiado decretó el comienzo del choque.
Se esperaba el partido de ayer desde que Rubinos Pérez decretó el final una semana antes en Valencia. Justo un día después la afición se empezó a movilizar a través de las redes sociales. Se quería alzar la voz ante lo que se considera una injusticia, como si no quedaran otras mejillas que poner. Ya en los prolegómenos del estadio se notó una afluencia superior a la de cualquier otro partido ante el Zaragoza. La Rosaleda, especialmente la Avenida de Martiricos, estaba tomada por seguidores con intención de al menos hacerse oír. Para quejarse y para animar a su equipo, al que se le recibió cuando llegaba en el autobús como si de un día grande se tratara.
Cuesta pensar que a 29 de enero así se puedan vivir ya los partidos. La urgencia desmedida por ver que el gran proyecto del Málaga está pasando unos apuros inesperados, “algo que ni valoramos”, como dijo en varias ocasiones su vicepresidente, Abdullah Ghubn, cada vez que se le cuestionó por lo que podría pasar si el equipo desciende. Pero el juego en días como ayer y, especialmente la clasificación, no dejan pasar ni una. Y el Málaga ya no puede caer más bajo en la clasificación.
Protesta
Emotiva, breve en cuanto a su duración y desvirtuada por el insulto resultó la iniciativa de la afición de expresar su disconformidad por el arbitraje recibido la jornada anterior en Mestalla. Emotiva, por el candor con que se realizó; breve, porque aunque fue en diversas fases, concluyó en cuanto se inició el encuentro; y desvirtuada, porque cuando se falta al respeto se pierde cualquier razón y toda muestra de ingenuidad.
Ya en el estadio el primer ensayo fue cuando Pérez Lasa y sus asistentes saltaron media hora antes del partido a calentar. Una fuerte pitada y gritos de desaprobación les acompañaron, hasta que decidieron preparar sus músculos en el centro del campo, en tierra de nadie.
La megafonía no paraba de recordar la posición del Málaga, “en contra de cualquier tipo de violencia”. Algo que, por suerte, también hay que decir que no se dio. Y las quejas más bulliciosas se produjeron cinco minutos antes del inicio del choque. Mezcladas entre cánticos de “corrupción en la Federación”, “manos arriba, esto es una atraco” o el insulto a Rubinos Pérez, se pudieron ver varias pancartas, algunos rollos de bolsas de basura negras totalmente desplegados y 20.000 globos negros. De entre los rótulos destacaban dos: una en la curva de Malaka Hinchas, que rezaba “roja a los árbitros”, sobre un fondo colorado. La otra, en la curva que une Preferencia con Fondo, pedía “respeto”.
Al saltar los equipos al terreno de juego, con el cuadro arbitral a la cabeza, volvió el grito de “corrupción en la Federación”, que se disipó en cuanto el colegiado decretó el comienzo del choque.