La gravísima derrota frente al Zaragoza dispara el pesimismo entre los aficionados por las preocupantes carencias que el Málaga sigue sin resolver. El Málaga volvió a incurrir en errores del pasado, como la falta de contención o los fallos a balón parado, pero preocupa mucho más que el equipo se partiera en dos como en la etapa de Ferreira
Sergio Cortés | MÁLAGA..-
El Málaga fue ayer un despropósito absoluto a todos los niveles. De salida no tiene explicación la suplencia de Weligton. Pellegrini probablemente tendrá sus motivos: Stadsgaard mostró un enorme compromiso desde el domingo, cuando lo dio todo a riesgo de sufrir una lesión más grave, y junto a él quizá buscó un futbolista de choque. Es evidente que no le convence una pareja con el danés y el brasileño. Pero cualquier justificación desde el punto de vista deportivo queda en entredicho por el empeño del club ante los comités. Transmite una descoordinación preocupante y, lo que es peor, Weligton aún deberá cumplir sanción.
Ese es solo el punto de partida en una tarde en la que el equipo hizo que los aficionados no pudieran superar el frío y encima comenzaran a estar gélidos a medida que pasaban los minutos. Hasta que Sinama Pongolle convirtió La Rosaleda en un iglú. Porque el Zaragoza tiene el sello de Javier Aguirre, un bloque organizado que suple sus carencias tratando de imponer un ritmo lento y cansino. Sus virtudes, que no son muchas, las explota como puede. Ante eso el Málaga ofreció una incapacidad preocupante. Se dejó llevar y lo pagó muy caro.
La ausencia de Apoño -¡ay!, ¿cuándo dejará de cometer ingenuidades?- se dejó sentir más de lo que se podía esperar. Primero, porque con él escorado a un flanco el equipo jugaba en realidad con dos organizadores (con lo que se enmascaraba la baja forma de Maresca) y era más fértil en la presión, y segundo, porque volvió a jugar en esa zona Eliseu, al que a estas alturas toda la fuerza se la va por la boca.
El Málaga estuvo a merced del Zaragoza todo el partido. Cuando no porque asistía al recital de toques de su rival, lo era por una tendencia que a la postre resultó suicida. Cayó en una emboscada en toda regla. El cuadro visitante sabía que su única opción era parapetarse atrás y convertir el partido en un correcalles. Es decir, partir en dos al conjunto blanquiazul. Igual, igual, igual que en la etapa de Jesualdo Ferreira. Sin duda, el peor síntoma.
El Málaga nunca intimidó a la defensa zaragocista. Sus mejores acciones ofensivas llegaron siempre por deméritos del rival, no por méritos propios. Ni siquiera el centro de Mtiliga en el gol tenía empaque, pero los zagueros visitantes cometieron un sinfín de pifias: bascularon en exceso a la derecha, los centrales dejaron diez metros con el lateral izquierdo, y este se durmió. Duda no desperdició el regalo.
Punto de inflexión
El luso estuvo a punto de repetir solo dos minutos más tarde, en un magistral libre directo. La intervención de Leo Franco y el palo izquierdo propiciaron un punto de inflexión en el encuentro. El Málaga se desmoronó anímicamente y el Zaragoza se vino arriba. Con Baptista completamente desaparecido -bien vigilado, pero incapaz de asumir más para darle continuidad al juego- y Rondón peleando sin ton ni son, la distancia entre el centro del campo y los puntas fue sideral. También influyeron el precario estado físico de Duda, la desesperante inoperancia de Eliseu (empeñado en absurdas protestas) y, sobre todo, la lentitud en el juego de Maresca. Solo Camacho sostenía al equipo mientras el contrario ganaba metros y comenzaba a meter miedo. Su primera llegada fue cerca de la media hora (pese a que Braulio volvió locos a los centrales), pero de ahí al descanso fue un monólogo. Encima volvieron a salir a la luz viejas carencias: el centro del campo no existía, a balón parado volvía a ser muy vulnerable, y encima Asenjo hacía rememorar viejos fantasmas en las salidas de los guardametas. El palentino 'se tragó' el centro de Gabi en una falta lateral cuando minutos antes había evitado el empate después de que tres zaragocistas irrumpieran completamente solos en el segundo palo en el primer intento.
El empate era más que justo. El Málaga no había hecho méritos suficientes para mantener su renta, pero además tampoco se le veía con fuelle para hincarle el diente al Zaragoza. Los presagios se cumplieron. Salvo un par de arreones, el equipo blanquiazul nunca exhibió tras el descanso el ritmo necesario. Su rival no lo dejó. Lo esperó sin recato en su campo, sabedor de que el estilo impuesto por Pellegrini se basa en el toque, en la salida del juego desde atrás. Y ahí el naufragio fue palpable: los centrales de ayer no están capacitados para ello, Mtiliga y Duda se perdían en un tuya-mía que no se traducía en ganar metros, Eliseu ni se movía... Solo Rondón se afanó en bajar a buscar el balón para tratar de buscar superioridad en la media punta. Baptista se limitó a verlas venir rodeado de una escolta de cuatro hombres. Y Maresca fue cada vez a menos. El técnico volvió a tirar de Recio, que aportó personalidad en los primeros minutos y que acabó desistiendo ante tanta falta de movilidad de sus compañeros.
Asenjo evitó el descalabro un par de veces, pero no pudo en la recta final. Bertolo había desaprovechado la autopista. Sinama Pongolle no lo hizo. Quedaban solo tres minutos para el final. Con el escudo, el jeque y los buenos sueldos no basta. Los jugadores del Málaga deben reflexionar. Pellegrini, también. Es insoportable tanto sufrimiento.
LAS CLAVES
1. Sin ritmo
El Málaga nunca encontró el ritmo deseado para superar a un Zaragoza bien colocado.
2. Leo Franco
El portero visitante estuvo providencial en la acción que marcó el partido y que pudo ser el 2-0.
3. Emboscada
El equipo cayó en la trampa tras el descanso y le dejó una autopista a su rival.
MÁLAGA-ZARAGOZA 1-2
EL DETALLE
Hacía tiempo que en un partido no se veían tantas interrupciones por choques y, en la mayoría de los casos, sin intención de los jugadores de fingir. En la primera parte, en apenas cinco minutos, se produjo uno entre dos jugadores malaguistas, y posteriormente otro entre Jesús Gámez y Paredes del que salió perjudicado el lateral malaguista, que a la postre tuvo que ser sustituido.
ESTADÍSTICAS
Tiros a puerta 4/11 7/11
Córners 6 3
Tarjetas amarillas 3 4
Expulsiones 0 0
Málaga: Asenjo (1); Jesús Gámez (1) -Manolo (0), minuto 42-, Stadsgaard (1), Hélder Rosário (0), Mtiliga (1); Eliseu (0) -Quincy (0), minuto 71-, Camacho (1), Maresca (0) -Recio (1), minuto 58-, Duda (0); Baptista (0) y Rondón (1). Otros suplentes: Arnau, Weligton, Fernando y Sebastián Fernández.
Zaragoza: Leo Franco (2); Diogo (1), Lanzaro (3), Jarosik (2), Paredes (2); Gabi (2), Ponzio (2); Lafita (1) -Boutahar (1), minuto 75-, Ander Herrera (1) -Jorge López (s. c.), minuto 86-, Bertolo (2), y Braulio (2) -Sinama Pongolle (1), minuto 67-. Otros suplentes: Doblas, Edmilson, Pinter y Marco Pérez.
Goles: 1-0, minuto 16: Centro de Mtiliga que remata Duda en el centro del área después de entrar en carrera desde el costado derecho. 1-1, minuto 40: Falta lateral desde la derecha de Asenjo, el guardameta malaguista 'se traga' el balón en su salida y Bertolo marca a placer. 2-7, minuto 87: Contragolpe visitante que culmina Sinama Pongolle tras quebrar a Hélder y rematar cruzado y raso.
Árbitro: Pérez Lasa (vasco). Demostró por qué es uno de los mejores árbitros de la Liga. Tuvo la gran virtud de llevar el partido con autoridad y, sin embargo, con naturalidad ante los jugadores. Aplicó de maravilla la ley de la ventaja. Solo un matiz: en el minuto 50 Bertolo debió ser amonestado por fingir penalti y hacer aspavientos con las manos. Amonestó a Hélder Rosário, Ponzio, Diogo, Gabi, Camacho, Manolo y Paredes.
Incidencias: Unas 23.000 personas en el estadio La Rosaleda en tarde fría. El público recibió a los equipos y al cuarteto arbitral con globos negros, y luego pitó en varias fases del encuentro.
Última edición por Pablito_malaguista_100% el Dom 30 Ene 2011 - 4:48, editado 1 vez