La cabalgata ideada por Delia Piccirilli une el cielo y el mar incluyendo en el cortejo elementos como pájaros gigantes y medusas que no terminaron de ser entendidos por el público. Sus Majestades salieron del ascensor de la Alcazaba y tuvieron un recibimiento mucho menos cálido que otros años
Para que luego digan que la monarquía no trabaja. Los Reyes Magos regresan hoy a Oriente después de una noche de gran ajetreo, cargando y descargando regalos para todos los que han sido buenos... y carbón para los que se han portado mal. Todos los niños se han despertado nerviosos e ilusionados y seguro que, lo primero que han hecho, ha sido ir corriendo al salón, donde habían dejado los zapatos. Y los mayores también, porque es una noche mágica. La cabalgata sirvió ayer para crear el ambiente necesario en las vísperas. Una cabalgata renovada que condujo a Melchor, Gaspar y Baltasar desde el Ayuntamiento hasta la Catedral, donde tras adorar al Niño, se retiraron a descansar hasta que no quedó nadie despierto y pudieron comenzar con su mágica labor anual.
El recibimiento a Sus Majestades fue, sin embargo, frío e insípido. Salieron sin ser anunciados del ascensor de la Alcazaba. No había perspectiva. Fue como una aparición. Pero los niños tenían los ojos como platos y no dejaban de llamar a los Reyes para que se acercaran a saludarlos. Había muchas menos personas que otros años. La mayor parte del público, muchísimo como siempre, esperaba ya en la plaza de la Marina, donde se iniciaba la comitiva. No se puede estar en dos sitios a la vez, sin duda.
Los sbandieratoris llegados de Italia hacían sus ejercicios malabarísticos. Detrás venían los monarcas con todo su séquito. Melchor repartía monedas de chocolate. Llevaba una elegante túnica de tela de damasco gris y adornos de terciopelo burdeos. Gaspar, el que más entregado se veía, lucía un elegante atuendo de tonos dominicos, blanco y negro, y un esbelto capirote por turbante. Baltasar, llegado de África con una capa de piel de leopardo, dejaba ver su larga melena ¡rubia! Los tres recorrieron la alfombra roja hasta el Ayuntamiento, en cuya escalinata aguardaba ya el alcalde, para recibir a los monarcas.
Sonaban trompetas y tambores y la banda municipal interpretaba villancicos. Los Reyes salieron al balcón de la Casa Consistorial a saludar. Allí, la niña Natalia Luque, de 10 años, leyó su carta a los Reyes. En ella pedía lucidez «para que acabe la crisis, para que se cree trabajo, no haya guerras y para que nuestros gobernantes realicen bien sus tareas». A partir de entonces, se produjo un parón inexplicable de más de media hora. Un retraso que dejó en evidencia el adelanto horario. «¡Que bajen ya, que bajen ya!» gritaban los niños, cansados de esperar.
Las carrozas reales eran las únicas que estaban en el Ayuntamiento. «Parecen que las han alquilado a Orejilla de la Sordera», criticaba Ildefonso Dell´Olmo, que no se creía que su alquiler alcanzara los 43.000 euros. Lo cierto es que no hacía falta mucho para mejorar lo que ya había... y no se logró.
En general, la cabalgata resultó extraña. Híbrida. No había personajes de dibujos, pero tampoco pastores o elementos alusivos a la Epifanía. Sí había aves, enormes, y vistosas medusas con una presencia casi hipnótica.
En realidad, la cabalgata quería representar la unión del cielo y el mar de Málaga. Esa era la idea de la directora artística, Delia Piccirilli. De ahí que se incluyeran estos elementos, o el Ángel del Mar, quizás la novedad más destacada, que despidió y recibió de nuevo a los Reyes en la plaza de la Marina. Pero en líneas generales, pocos o nadie lo entendió así. Lo que sí destacó el público fue la fugacidad del cortejo. En poco menos de una hora pasaba toda la comitiva real.
Sus Majestades repartieron más de 13.900 kilos de caramelos. Los Bomberos fueron muy aplaudidos, como siempre (quizás, junto a los Reyes, el elemento más tradicional). También salieron la banda de la Oje y la de música de Las Flores.
http://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2011/01/06/melchor-gaspar-baltasar-reparten-ilusion-regalos/392721.html