Los artesanos critican que desde su traslado forzoso junto al centro Larios están condenados al olvido.Los comerciantes, que antaño eran un icono de la estampa urbana, aseguran que en estos seis años sus ventas han caído casi un 80%
«¿Vosotros sois los mismos que estabais junto a Hacienda? ¡Ah!, pero ¿seguís existiendo?». Aunque cueste creerlo, casi siete años después de que el Ayuntamiento les obligara a abandonar el puente de Tetuán, los comerciantes artesanos -más conocidos como 'hippies'- aseguran que muchos clientes siguen ignorando su actual ubicación, en la calle Voluntariado Malagueño, en uno de los laterales del centro Larios. Según critican, la estrecha vía peatonal en la que desarrollan su actividad desde enero de 2004 apenas tiene tráfico de gente ni visibilidad, lo que les mantiene «en el olvido». «Estamos en una especie de zulo, condenados a echar el cierre si no nos cambian de sitio», advierten.
El símil que hace Armando López, uno de estos tenderos, es ilustrativo: «Es como si sales de cacería a disparar al aire, a nada», dice. Y continúa: «Si no pasa nadie no tenemos ni siquiera la posibilidad de que les guste lo que ofrecemos y hacer negocio. Aún así, aquí estamos, con mucho esfuerzo, esperando diariamente a que venga la poca clientela fiel que nos queda», agrega este 'hippie', que empezó en el negocio a los 18 años.
Por entonces, el puesto que poseía su familia vendía gafas y mochilas en el transitado entorno de El Corte Inglés. Eran otros tiempos. Al recordarlos, le invade la nostalgia y desempolva una foto. La instantánea antigua, con los colores difuminados por el paso de los años, muestra a Armando junto a un amigo delante de su «tenderete». A su derecha, llama la atención un cartel: 'Gran variedad a 995 pesetas'. «Aquí aprendí el oficio. Pero eso era otra historia. Nada que ver con lo de ahora. Con lo que ganaba incluso me pude pagar un piso. Hoy, sin embargo, nuestra facturación ha caído un 80%», confiesa mientras posa su vista sobre la imagen. Acto seguido, reflexiona en voz alta: «Esto pinta tan feo que si el año que viene no mejora la cosa no descarto cerrar y emplear las doce horas que malgasto aquí en otro proyecto», se sincera.
Quedan dieciséis
Su testimonio no es el único amargo. El pesimismo y el hastío también dominan el estado de ánimo de sus quince compañeros de fatigas. «Éramos cerca de una veintena y quedamos dieciséis en la lucha», precisa el presidente de la Asociación de Comerciantes Artesanos (ACA), Juan Manuel Santos. Lejos queda ya su etapa dorada a las puertas de la delegación de Hacienda, donde permanecieron 27 años, convirtiéndose en una de las estampas más típicas del paisaje urbano malagueño.
Hasta que el Consistorio les hizo las maletas. Ellos pidieron enclavarse en la avenida de la Aurora, pero la oposición de algunos vecinos dio al traste con sus aspiraciones y les condujo a la que hoy es su nueva casa. Una vía angosta abierta a una pequeña zona verde y a un parque infantil. «Hemos ganado en calidad de vida al apartarnos del ruido de la carretera, pero hemos perdido afluencia de público y, por tanto, ventas», señala Felipe Tro, quien acumula también casi dos décadas en este gremio.
En esa mudanza dejaron por el camino sus característicos puestos de lona, -«en los que invertíamos casi cuatro horas diarias entre montaje y desmontaje», explica Tro- y los cambiaron por modernas casetas que aún están pagando a duras penas. Pero esa comodidad les ha salido cara.
Hasta tal extremo que muchos, como Santos, afirman que tienen que pelear consigo mismos cada mañana para encontrar un aliciente que les motive a abrir su negocio. «Cuesta mucho superar el desánimo. En mi caso apenas gano más de treinta euros de media diarios por estar aquí de diez de la mañana a diez de la noche. No me compensa. Si le resto lo que gasto en gasolina para venir, ¿qué me queda?», plantea. «Estamos olvidados en mayúsculas. Antes pasaba media Málaga por delante nuestra y ahora puedes quedarte aquí dos o tres horas que no te cruzas a casi nadie», añade este comerciante.
«Estamos muy apartados»
Para Carmen Gibaja, dependienta, el problema es precisamente el que pone sobre la mesa su vecino Santos: la poca publicidad que se les ha dado. Si a ello se le une la escasa visibilidad que tienen donde están y que no son sitio de paso, el rizo se riza. «Estamos muy apartados. Aquí tienes que venir expresamente, si no, no vienes. Es Navidad y ni por esas se nos animan los puestos pese a que tenemos artículos originales y hechos a mano a precios muy asequibles. Este bolso de cuero, por ejemplo, vale treinta euros menos que en cualquier otra tienda», apunta.
Su única salvación es, de hecho, el cariño que le muestran clientes como Gema García, una apasionada de la artesanía que asegura que siempre que le pilla por la zona se acerca a ver los puestos. «Aquí hay muy buenos profesionales que hacen artículos muy interesantes. Se merecen un sitio mejor, más cercano al turismo», reivindica esta malagueña de 44 años. Encarnación Asejo, otra viandante, secunda la petición: «Cuando estaban en Hacienda daban mucha vida a la ciudad. Hoy, sin embargo, están aquí arrinconados en esta calle que es como un túnel. Es una pena».
Ante este escenario insostenible, los 'hippies' ya han solicitado al Ayuntamiento que les de una nueva ubicación. Su futuro, avisan, está en sus manos.
«¿Vosotros sois los mismos que estabais junto a Hacienda? ¡Ah!, pero ¿seguís existiendo?». Aunque cueste creerlo, casi siete años después de que el Ayuntamiento les obligara a abandonar el puente de Tetuán, los comerciantes artesanos -más conocidos como 'hippies'- aseguran que muchos clientes siguen ignorando su actual ubicación, en la calle Voluntariado Malagueño, en uno de los laterales del centro Larios. Según critican, la estrecha vía peatonal en la que desarrollan su actividad desde enero de 2004 apenas tiene tráfico de gente ni visibilidad, lo que les mantiene «en el olvido». «Estamos en una especie de zulo, condenados a echar el cierre si no nos cambian de sitio», advierten.
El símil que hace Armando López, uno de estos tenderos, es ilustrativo: «Es como si sales de cacería a disparar al aire, a nada», dice. Y continúa: «Si no pasa nadie no tenemos ni siquiera la posibilidad de que les guste lo que ofrecemos y hacer negocio. Aún así, aquí estamos, con mucho esfuerzo, esperando diariamente a que venga la poca clientela fiel que nos queda», agrega este 'hippie', que empezó en el negocio a los 18 años.
Por entonces, el puesto que poseía su familia vendía gafas y mochilas en el transitado entorno de El Corte Inglés. Eran otros tiempos. Al recordarlos, le invade la nostalgia y desempolva una foto. La instantánea antigua, con los colores difuminados por el paso de los años, muestra a Armando junto a un amigo delante de su «tenderete». A su derecha, llama la atención un cartel: 'Gran variedad a 995 pesetas'. «Aquí aprendí el oficio. Pero eso era otra historia. Nada que ver con lo de ahora. Con lo que ganaba incluso me pude pagar un piso. Hoy, sin embargo, nuestra facturación ha caído un 80%», confiesa mientras posa su vista sobre la imagen. Acto seguido, reflexiona en voz alta: «Esto pinta tan feo que si el año que viene no mejora la cosa no descarto cerrar y emplear las doce horas que malgasto aquí en otro proyecto», se sincera.
Quedan dieciséis
Su testimonio no es el único amargo. El pesimismo y el hastío también dominan el estado de ánimo de sus quince compañeros de fatigas. «Éramos cerca de una veintena y quedamos dieciséis en la lucha», precisa el presidente de la Asociación de Comerciantes Artesanos (ACA), Juan Manuel Santos. Lejos queda ya su etapa dorada a las puertas de la delegación de Hacienda, donde permanecieron 27 años, convirtiéndose en una de las estampas más típicas del paisaje urbano malagueño.
Hasta que el Consistorio les hizo las maletas. Ellos pidieron enclavarse en la avenida de la Aurora, pero la oposición de algunos vecinos dio al traste con sus aspiraciones y les condujo a la que hoy es su nueva casa. Una vía angosta abierta a una pequeña zona verde y a un parque infantil. «Hemos ganado en calidad de vida al apartarnos del ruido de la carretera, pero hemos perdido afluencia de público y, por tanto, ventas», señala Felipe Tro, quien acumula también casi dos décadas en este gremio.
En esa mudanza dejaron por el camino sus característicos puestos de lona, -«en los que invertíamos casi cuatro horas diarias entre montaje y desmontaje», explica Tro- y los cambiaron por modernas casetas que aún están pagando a duras penas. Pero esa comodidad les ha salido cara.
Hasta tal extremo que muchos, como Santos, afirman que tienen que pelear consigo mismos cada mañana para encontrar un aliciente que les motive a abrir su negocio. «Cuesta mucho superar el desánimo. En mi caso apenas gano más de treinta euros de media diarios por estar aquí de diez de la mañana a diez de la noche. No me compensa. Si le resto lo que gasto en gasolina para venir, ¿qué me queda?», plantea. «Estamos olvidados en mayúsculas. Antes pasaba media Málaga por delante nuestra y ahora puedes quedarte aquí dos o tres horas que no te cruzas a casi nadie», añade este comerciante.
«Estamos muy apartados»
Para Carmen Gibaja, dependienta, el problema es precisamente el que pone sobre la mesa su vecino Santos: la poca publicidad que se les ha dado. Si a ello se le une la escasa visibilidad que tienen donde están y que no son sitio de paso, el rizo se riza. «Estamos muy apartados. Aquí tienes que venir expresamente, si no, no vienes. Es Navidad y ni por esas se nos animan los puestos pese a que tenemos artículos originales y hechos a mano a precios muy asequibles. Este bolso de cuero, por ejemplo, vale treinta euros menos que en cualquier otra tienda», apunta.
Su única salvación es, de hecho, el cariño que le muestran clientes como Gema García, una apasionada de la artesanía que asegura que siempre que le pilla por la zona se acerca a ver los puestos. «Aquí hay muy buenos profesionales que hacen artículos muy interesantes. Se merecen un sitio mejor, más cercano al turismo», reivindica esta malagueña de 44 años. Encarnación Asejo, otra viandante, secunda la petición: «Cuando estaban en Hacienda daban mucha vida a la ciudad. Hoy, sin embargo, están aquí arrinconados en esta calle que es como un túnel. Es una pena».
Ante este escenario insostenible, los 'hippies' ya han solicitado al Ayuntamiento que les de una nueva ubicación. Su futuro, avisan, está en sus manos.