El Málaga se sintió a merced del rodillo del Real Madrid cuando aún no se había cumplido todavía el primer cuarto de hora
SERGIO CORTÉS scortes@diariosur.es | MÁLAGA..-
El Málaga apenas le duró un cuarto de hora a una apisonadora llamada Real Madrid en un duelo muy desigual. Demasiada inferioridad. El 1-4 final reflejó a la perfección la abismal diferencia en intensidad, ritmo, cohesión y pegada. Solo de ilusión no se vive en el fútbol.
Jesualdo Ferreira y José Mourinho apostaron anoche por el mismo patrón táctico, un rombo en el centro del campo y dos puntas claros, aunque con matices. En el caso del Real Madrid fue más claro con Xabi Alonso retrasado y Khedira y Di María como teóricos extremos para surtir al medio punta Özil y a Higuaín y Cristiano Ronaldo. Mientras, el entrenador malaguista resolvió la falta de extremos con el recurso de una variante de su habitual 4-3-3, una figura geométrica que se acercaba más al triángulo equilátero con Apoño intercalado entre la medular y dos delanteros muy abiertos. En realidad el 'nueve' no existía.
El partido exigió intensidad y dinamismo desde el pitido inicial. El Real Madrid le exigió al Málaga, que no se empequeñeció y buscó la pelea desde el primer momento. Ese fue su gran error, porque propiciar un intercambio de golpes con un adversario de tamaña magnitud acaba finalmente por pasar factura. El ritmo frenético del arranque lo pagó muy caro, porque frente a un Madrid tan poderoso forzosamente tiene que decaer tarde o temprano. Y anoche fue demasiado temprano.
Efectivamente, Mourinho ha conseguido engrasar un bloque muy poderoso. Por arriba, por abajo, en la contención y, por supuesto, en ataque. Enfrente el Málaga trató de buscarle las cosquillas al conjunto blanco con los cambios de posiciones de Rondón y Quincy, así como las apariciones de los laterales. Esa era la intención, pero demasiado pronto los buenos deseos se toparon con la cruda realidad. Atravesar la divisoria se convirtió en una misión casi imposible antes del primer cuarto de hora.
La visita del Real Madrid supuso una prueba de fuego para el dispositivo defensivo local debido a la ausencia de extremos y a la presencia de solo tres centrocampistas. Era la única fórmula para frenar las arrancadas de los laterales blancos. Sin embargo, a la hora de la verdad en el costado derecho blanquiazul Cristiano se sumó muy pronto a Di María y Marcelo -en el minuto 12- para buscar una situación de clara superioridad frente a Jesús Gámez y Edu Ramos. Fue en ese instante cuando concluyó el pulso. Esa primera triangulación obligó al Málaga a dar un paso atrás. Desde ese momento la meta de Casillas ya se veía a una distancia kilométrica. El campo se había desnivelado.
Dos arrancadas
El balón ya pertenecía al Real Madrid, que trató de moverlo de banda a banda para tratar de encontrar un pasillo con Arbeloa por la banda contraria hasta que le metió al Málaga el miedo en el cuerpo definitivamente. En dos arrancadas sucesivas por la zona de Jesús Gámez -al que le sigue faltando frescura- Di María hizo aparecer al habitual verdugo malaguista, Higuaín, que estrelló el balón en el mismo lugar hasta el que se coló a renglón seguido Özil, el palo izquierdo del marco de Galatto.
Al Málaga le costaba hasta sacar el balón y Galatto tuvo que recurrir a los envíos en largo, síntoma inequívoco de que otro de los mandamientos de Ferreira se incumplían. El Madrid comenzó a ser un martillo pilón. Khedira, al que no le bastaba con mostrarse férreo en la presión, hizo temblar la portería con un misil y sin apenas respiro Di María obligó a Weligton a un despeje acrobático bajo los palos.
No podía ser otro. Tenía que ser Higuaín. Esos centímetros que le sobraron al central brasileño del Málaga para evitar el tanto de Di María le faltaron para llegar al balón en un centro soberbio de Cristiano que empaló el ariete argentino. Era el cuarto tiro entre los palos de los blancos. El conjunto local aún no se había estrenado. Lo hizo tres minutos más tarde en un centro-chut de Rondón después de un carrusel de bicicletas. Durante un minuto los aficionados soñaron con la igualada. Fue una ilusión efímera.
Arrancada
Cristiano solventó el partido al filo del descanso tras una arrancada de Özil por la banda derecha. El Madrid había sido demasiado superior y no había concedido opciones, al margen de que en ataque el Málaga volvió a ser en La Rosaleda más ruido que nueces. Bicicletas, amagos, carreras llamativas -de esas que hacen disfrutar a la grada-, pero sin el más mínimo sentido práctico. Al contrario que su rival. Lejos de ese cúmulo de individualidades que se vislumbraba en el arranque del campeonato, comenzó a ser esa superficie marmórea que pretende su entrenador, aderezada con la calidad que permite generar peligro donde no lo hay. Ejemplo: la acción que supuso el penalti cometido por Edu Ramos y el 0-3.
El Málaga bajó los brazos demasiado pronto. No por propia iniciativa. Quedó desnudo por su falta de intensidad en el centro del campo. La exigencia fue enorme desde el principio y en la segunda parte hasta dio la impresión de que el Real Madrid tampoco quiso hacer más sangre después de que la pareja Cristiano-Higuaín -parece que al fin se entienden- echara por tierra cualquier atisbo de remontada tras el gol de Stadsgaard.
El Real Madrid fue un rodillo que no tuvo compasión del Málaga. Y el equipo blanquiazul volvió a recibir un severo correctivo en La Rosaleda. Bien es cierto que esta vez no fue un títere en defensa por sus numerosas deficiencias, sino por la indudable calidad de su adversario. Pero poco a poco la ilusión se va diluyendo. Las intenciones ofensivas son admirables, pero a la hora de la verdad las ocasiones son mínimas.
Pepe y Rondón observan una pelota a la que ninguno parece tener opciones de llegar. :: CARLOS MORET
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