El Málaga disfruta con el fútbol
Miembros de la plantilla reconocen que, al margen de la armonía en el grupo, todos asumen la apuesta por un estilo ofensivo de juego. La ilimitada confianza en el potencial del equipo en ataque desemboca en la certeza de que saldrá indemne frente a cualquier rival
Hasta ahora siempre se había hablado de buen ambiente, de armonía, de compromiso. Son términos al uso empleados en el último mes y medio por distintos componentes de la plantilla del Málaga para justificar el magnífico rendimiento ofrecido en las últimas nueve jornadas (sólo dos derrotas, y ante los 'grandes', el Barcelona y el Real Madrid). A partir de ahora también conviene unir otro: diversión. Los futbolistas disfrutan en cada partido.
En el fútbol siempre se recuerda aquella mítica frase del histórico entrenador madridista Luis Molowny a su equipo plagado de fantasiosos futbolistas. «Salgan y diviértanse», recalcaba el canario antes de que abandonaran el vestuario para saltar al terreno de juego. En la actualidad casi sería imposible escucharla. En un juego cada vez más mecanizado, rígido y encorsetado, no es difícil asegurar que algún técnico emule en la actualidad a aquel comandante de policía de la serie norteamericana de los 80 'Canción triste de Hill Street', aquel «Salgan y tengan cuidado ahí fuera». En el Málaga de Tapia no ocurre así.
El secreto de un equipo está en el vestuario. Si el ambiente es bueno, como diría Joaquín Peiró, camina bien. De lo contrario, está condenado. Tapia lo vivió en sus carnes hace tres temporadas, con un vestuario fracturado por las consecuencias del 'caso Duda', los problemas en el cobro y las deudas, y también las disputas entre algunos egos. Esta temporada lo quiso tener todo atado y bien atado. Encontró también el respaldo del presidente, Fernando Sanz. Sin este último, es obvio que ni Miguel Ángel, ni Duda ni Luque habrían renunciado a cantidades económicas importantes para incorporarse al Málaga. Mientras, el técnico se encargó de reclutar a otros (Nacho, Manolo, Fernando...).
Correcciones
El Málaga es homogéneo en el vestuario. «En mi carrera no he estado en uno mejor que este», asegura con frecuencia el delantero Luque pese a que pasó buenos ratos en su primera etapa en el Málaga, en Mallorca (con su inseparable amigo Eto'o) y en el Deportivo. Resulta llamativo ver en los encuentros a los jugadores suplentes haciendo correcciones desde el banquillo a sus propios compañeros. «Hemos logrado lo que todo el mundo busca: el bien común», recalcaba no hace mucho el segundo entrenador, Julio César Dely Valdés.
Pero no siempre un buen ambiente se corresponde con buen juego. La camaradería no implica siempre el disfrute en el campo. La presión es máxima, en estos tiempos la tensión casi siempre sobrepasa al futbolista. El Málaga actual es el polo opuesto pese a que su objetivo es la permanencia y eso obliga, como se dice en el argot ciclista, «a tener las orejas tiesas». El mejor ejemplo ocurrió el pasado domingo. Del 2-0 al 2-2 en apenas dos minutos. Cualquier equipo habría sido incapaz de superar esos dos derechazos a la mandíbula. Más de uno recordó lo vivido la campaña anterior con el Hércules, aquel atípico e inexplicable 4-6. Por fortuna, la reacción fue inmediata con un sufrido y agónico triunfo en el Pizjuán frente al Sevilla B (0-1).
Sin titubeos
Después del empate el Málaga no plegó velas. Ni titubeó. «Jugamos tan a gusto que sabemos que podemos ir por cualquier rival y marcar uno o dos goles», confesaba Luque. Esa convicción es la clave de que el propio Tapia reconociera la semana pasada que prefería ganar por 3-2 que por un exiguo 1-0.
El mensaje ha calado en la plantilla. Los futbolistas tienen la certeza de que es factible mantener ese estilo ofensivo de juego, sea contra el Real Madrid o contra el Osasuna. «Nos estamos divirtiendo, disfrutamos en cada partido», apuntaba hace ya varias semanas Calleja. Tal vez ello justifique su sobresaliente rendimiento en una función novedosa para él, como lateral izquierdo. Esa opinión la comparten sus compañeros. Los jugadores se divierten en el campo. Ahí están los 21 goles como ejemplo.
diariosur.com
Miembros de la plantilla reconocen que, al margen de la armonía en el grupo, todos asumen la apuesta por un estilo ofensivo de juego. La ilimitada confianza en el potencial del equipo en ataque desemboca en la certeza de que saldrá indemne frente a cualquier rival
Hasta ahora siempre se había hablado de buen ambiente, de armonía, de compromiso. Son términos al uso empleados en el último mes y medio por distintos componentes de la plantilla del Málaga para justificar el magnífico rendimiento ofrecido en las últimas nueve jornadas (sólo dos derrotas, y ante los 'grandes', el Barcelona y el Real Madrid). A partir de ahora también conviene unir otro: diversión. Los futbolistas disfrutan en cada partido.
En el fútbol siempre se recuerda aquella mítica frase del histórico entrenador madridista Luis Molowny a su equipo plagado de fantasiosos futbolistas. «Salgan y diviértanse», recalcaba el canario antes de que abandonaran el vestuario para saltar al terreno de juego. En la actualidad casi sería imposible escucharla. En un juego cada vez más mecanizado, rígido y encorsetado, no es difícil asegurar que algún técnico emule en la actualidad a aquel comandante de policía de la serie norteamericana de los 80 'Canción triste de Hill Street', aquel «Salgan y tengan cuidado ahí fuera». En el Málaga de Tapia no ocurre así.
El secreto de un equipo está en el vestuario. Si el ambiente es bueno, como diría Joaquín Peiró, camina bien. De lo contrario, está condenado. Tapia lo vivió en sus carnes hace tres temporadas, con un vestuario fracturado por las consecuencias del 'caso Duda', los problemas en el cobro y las deudas, y también las disputas entre algunos egos. Esta temporada lo quiso tener todo atado y bien atado. Encontró también el respaldo del presidente, Fernando Sanz. Sin este último, es obvio que ni Miguel Ángel, ni Duda ni Luque habrían renunciado a cantidades económicas importantes para incorporarse al Málaga. Mientras, el técnico se encargó de reclutar a otros (Nacho, Manolo, Fernando...).
Correcciones
El Málaga es homogéneo en el vestuario. «En mi carrera no he estado en uno mejor que este», asegura con frecuencia el delantero Luque pese a que pasó buenos ratos en su primera etapa en el Málaga, en Mallorca (con su inseparable amigo Eto'o) y en el Deportivo. Resulta llamativo ver en los encuentros a los jugadores suplentes haciendo correcciones desde el banquillo a sus propios compañeros. «Hemos logrado lo que todo el mundo busca: el bien común», recalcaba no hace mucho el segundo entrenador, Julio César Dely Valdés.
Pero no siempre un buen ambiente se corresponde con buen juego. La camaradería no implica siempre el disfrute en el campo. La presión es máxima, en estos tiempos la tensión casi siempre sobrepasa al futbolista. El Málaga actual es el polo opuesto pese a que su objetivo es la permanencia y eso obliga, como se dice en el argot ciclista, «a tener las orejas tiesas». El mejor ejemplo ocurrió el pasado domingo. Del 2-0 al 2-2 en apenas dos minutos. Cualquier equipo habría sido incapaz de superar esos dos derechazos a la mandíbula. Más de uno recordó lo vivido la campaña anterior con el Hércules, aquel atípico e inexplicable 4-6. Por fortuna, la reacción fue inmediata con un sufrido y agónico triunfo en el Pizjuán frente al Sevilla B (0-1).
Sin titubeos
Después del empate el Málaga no plegó velas. Ni titubeó. «Jugamos tan a gusto que sabemos que podemos ir por cualquier rival y marcar uno o dos goles», confesaba Luque. Esa convicción es la clave de que el propio Tapia reconociera la semana pasada que prefería ganar por 3-2 que por un exiguo 1-0.
El mensaje ha calado en la plantilla. Los futbolistas tienen la certeza de que es factible mantener ese estilo ofensivo de juego, sea contra el Real Madrid o contra el Osasuna. «Nos estamos divirtiendo, disfrutamos en cada partido», apuntaba hace ya varias semanas Calleja. Tal vez ello justifique su sobresaliente rendimiento en una función novedosa para él, como lateral izquierdo. Esa opinión la comparten sus compañeros. Los jugadores se divierten en el campo. Ahí están los 21 goles como ejemplo.
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