Posteado Lun 8 Dic 2008 - 3:12
El Málaga volvió a dar la de arena. Echó por la borda un excelente trabajo de casi una hora de encuentro por culpa de dos errores puntuales que supusieron los dos goles locales. El primero llegó en una falta que se le escapó a Goitia, y el segundo, en un penalti innecesario de Weligton. Tuvo en sus manos el triunfo en un espectacular arranque del segundo periodo, pero la escasa pegada y un poco de mala suerte impidieron que llegaran los tantos y reactivaron a un Deportivo sin grandes recursos y de un nivel parecido al de los blanquiazules (ayer vestidos de morado).
Lo más preocupante del Málaga ayer en Riazor quizás fue su escasa capacidad de reacción tras los dos goles, que llegaron en poco más de tres minutos. El equipo de Tapia se hundió por completo, casi se rindió al encajar los goles. Daba la sensación de que la ambición de minutos atrás había desaparecido. Parecía un bajón más psicológico que físico, posiblemente agravado por ese cambio de rumbo del encuentro: pasó de estar dominado absolutamente por los visitantes a sentenciarlo por parte de los locales con cierta facilidad. Fue una transformación rápida y sin justificación.
Tapia cumplió con las previsiones y mantuvo el once habitual de las últimas semanas, con el obligado cambio de Adrián (no pudo jugar ante su ex equipo debido a que se lo impide su contrato). El entrenador malaguista apostó, como era probable, por el delantero Luque, que ha dispuesto de más minutos de juego en las anteriores jornadas que el otro candidato, Fernando. Lotina, por su parte, tampoco sorprendió. Hizo cinco cambios en relación al partido de la UEFA y recuperó el once habitual de la Liga, que es la preocupación real de los deportivistas.
Trabajo táctico
La disciplina táctica, como se esperaba, dominó el juego, sin brillo ni espectáculo, en el arranque del encuentro. Las defensas controlaron bien a las delanteras, y las ocasiones escaseaban en ambas porterías. Verdú puso a prueba a un Goitia adelantado en los primeros minutos en un lanzamiento de falta. El portero desvió el balón cuando ya entraba. Aunque la posesión no correspondía al equipo local, que, como su rival, estaba más preocupado de no fallar en defensa. El juego no se alejaba excesivamente del centro del campo.
El ataque apenas existió. En el caso del Málaga, sólo Luque ofreció algunas opciones ofensivas, aunque ninguna de ellas fue una oportunidad consistente, salvo la del final, al borde del descanso. Baha se movió demasiado retrasado y los extremos malaguistas apenas aparecían. Algo similar ocurrió en el conjunto contrario, dejando todas las posibilidades de ataque para el segundo tiempo, tras una última ocasión del propio Luque, que estuvo a punto de adelantarse a Aranzubia tras un excelente pase.
La reanudación arrancó con un Málaga espectacular, ofensivo y desequilibrante. El Deportivo se veía superado en todas las líneas y parecía que el equipo visitante iba a modificar el marcador de una forma inmediata. Eliseu estuvo a punto de transformar el 0-1 en una vaselina que despejó con gran dificultad Aranzubia. Poco después fue Luque el que se quedó solo en un centro lateral, pero su remate de cabeza lo interceptó el portero. La tercera oportunidad consecutiva fue para Duda después de un gran cambio de juego de Eliseu. El ex sevillista buscó otra vaselina, aunque tampoco pudo encontrar su destino.
Fueron diez minutos muy brillantes de los malaguistas, que fueron incapaces de marcar. La pegada era nula. El equipo de Tapia desaprovechó oportunidades inmejorables. Fue un periodo ilusionante para el conjunto visitante, aunque la falta de gol dio al traste con cualquier esperanza concebida por los aficionados visitantes. A partir de ahí cambió el rumbo del encuentro y del Málaga. La falta de pegada de los visitantes animó a los locales y a su afición, que hacía pocos minutos que había comenzado a silbar a los suyos. Hubo una transformación que se vio reflejada de una forma inmediata en el terreno de juego.
Le tocó el turno al Deportivo, que se volcó sobre la meta de Goitia. Zé Castro fue el primero en probar al meta visitante en el segundo periodo. Las acciones a balón parado volvían a convertirse en una pesadilla para el Málaga, que no sabe salir del habitual agobio que se produce en el área en las acciones de estrategia. Verdú también intentó el gol de vaselina, aunque no estuvo afortunado.
Sólo habría que esperar unos minutos para que llegaran el error y el gol. Una falta al borde del área la transformó Lafita gracias a que a Goitia se le escapó el balón tras colarse entre la barrera. El portero perdió la perspectiva del esférico. Fue un palo más importante de lo previsto por dos motivos: psicológicamente cayó de una forma alarmante y, por otro lado, los locales se animaron. El Málaga estaba descompuesto y a merced de un rival dominador. Dos minutos después Weligton hizo un penalti inexplicable que supuso la sentencia del encuentro. El autor de la jugada y del tanto fue Omar Bravo.
Tapia reaccionó con dos cambios que pudieran aportar algo más, quizás cierta frescura, pero no fue así. Nacho trabajó, como siempre, y buscó opciones ofensivas, mientras que Fernando apenas pudo entrar en juego. Pero la capacidad de reacción malaguista, otras veces importante, fue inexistente. Con la moral por los suelos, los visitantes no podían ni siquiera atravesar el centro del campo. El equipo se entregó ante la imposibilidad de cambiar la realidad. La derrota fue inevitable y el resultado, incluso, pudo ser aún más abultado.
El Málaga sigue sin ganar en La Coruña tras dieciséis visitas en Primera. La derrota, en cualquier caso, no supone ningún trauma, ya que la clasificación es todavía buena, aunque ahora no puede fallar en casa.