S. CORTÉS.-
Todavía no es oficialmente jugador del Málaga. Se habló de un periodo de pruebas, pero Quincy es a todos los efectos uno más en la plantilla, tal como confirmó Jesualdo Ferreira el jueves pasado en su comparecencia en la concentración alemana de Bad Kreuznach. Únicamente cuestiones burocráticas demoran la firma de su contrato y también su presentación oficial. Pero, mientras tanto, confirma su potencia en los entrenamientos y sorprende a sus propios compañeros.
En el vestuario del Málaga surgieron desde el primer día las inevitables comparaciones entre Eliseu y Quincy cuando se conocieron las primeras noticias sobre la llegada de este último. Son los hombres llamados a ser los 'puñales' por las bandas. El sistema que propugna Ferreira (4-3-3) se basa en el orden defensivo, en el equilibrio del medio centro y en el criterio de dos hombres 'por dentro', pero sin velocidad en las bandas pierde un elevado porcentaje de su eficacia. Paradójicamente, se perfilan como titulares dos futbolistas que pudieron llegar en el pasado mercado invernal y que, es obvio, le habrían dado otra dimensión al equipo durante la agónica segunda vuelta.
Salida descomunal
En el vestuario malaguista ha sorprendido la potencia de arrancada de Quincy. Eliseu brilla más por su punta de velocidad, por esa marcha de más que pone en serios aprietos al lateral contrario, sea en uno u otro flanco. Pero el futbolista ghanés tiene una salida descomunal, muy difícil de frenar. Esa es su principal virtud y la que ha llamado más la atención entre sus propios compañeros. Al margen, claro, de que su eficacia es idéntica en cualquiera de las bandas pese a su condición de diestro.
Quincy atesora virtudes más que sobradas para estar en un primer plano. Igual que las atesoraba hace tres años, cuando irrumpió en el fútbol español y deslumbró con sus actuaciones en el Celta. Sólo su irregularidad y su paso por nueve equipos en un periodo de apenas cuatro temporadas alimentan las dudas sobre su aportación real al Málaga. Esos informes contradictorios sobre él han quedado relegados a un segundo plano para los dirigentes de la entidad de La Rosaleda, que prefieren ver el lado bueno. El hombre fuerte del club, Abdullah Ghubn, confía plenamente en Ferreira, y este a su vez tiene la certeza de que le sacará el máximo partido.
Existe otro detalle no menos relevante: la nacionalidad de Quincy. Aunque nació en Holanda -en Amsterdam en 1986-, el extremo es ghanés y, como suele suceder con la gran mayoría de los jugadores africanos, la anarquía juega en su contra, tanto desde un punto de vista táctico como en la deseada regularidad durante el ejercicio. Este es un detalle que puede parecer nimio, pero que los responsables deportivos de los clubes europeos tienen muy en cuenta a la hora de valorar la incorporación.
Amplia trayectoria
Conviene recordar que la trayectoria de Quincy ha sido muy amplia pese a que sólo tiene 24 años. Comenzó a jugar al fútbol en el Ajax con 14 años y sólo dos después, en 2002, lo fichó el Arsenal, habituado a buscar 'perlas' por todo el mundo para modelarlas y hacerlas grandes bajo la batuta de Arsene Wenger. Sin embargo, no llegó a cuajar y en 2006 fue fichado por el Spartak de Moscú. A la postre, la experiencia en Rusia fue mínima, porque al verano siguiente fue cedido al Celta. Allí tuvo una aparición fugaz -fue en la etapa en que encadenó siete partidos seguidos como titular, su tope en el club vigués- y después también fue cedido al Birmingham y al Cardiff.
El pasado mes de marzo, después del primer intento fallido del Málaga y de su paso por el Portsmouth durante sólo tres meses, el Spartak lo vendió a un conjunto qatarí, Al Sadd. Y desde ahí vuelve a dar el salto a Europa y a un gran campeonato.
Esta trayectoria, salpimentada de altibajos y amagos de éxito, supone el principal interrogante sobre la verdadera aportación de Quincy durante la temporada. Queda conocer si el internacional ghanés mantiene a la hora de la verdad las innatas virtudes que lo caracterizan.