Este partido lo pierde el Málaga |
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Por Daniel Marín
El duelo Al Sahoud-Ghubn tiene un claro perdedor: el Málaga. El cruce de acusaciones por encima y por debajo de la mesa al que estamos siendo sometidos le hace un escuálido favor a la entidad que preside la disputa. El aficionado al fútbol de Teruel no sabe ni quiere saber quién lleva la razón en el conflicto. Sólo oye tambores de guerra y se dice: “Vaya lío que se traen el jeque y compañía ahí abajo”. Y es verdad, el lío, aunque se quiera enfriar, ha sido gordo. Y eso es lo que queda en el subconsciente del amigo turolense. Y eso, dicho sea de paso, daña a la imagen del Málaga. Una imagen que ha costado mucho moldear en los últimos años y que es la de un club modélico, señorial y optimizador de sus recursos.
Ghubn echa a Yasmin. Yasmin, resentida, manda un comunicado atacando la línea de flotación de NAS. Ghubn, orgulloso, se defiende alegando hechos delictivos de la abogada y afirmando que pretendía cobrar un sueldo anual de 1,5 millones de euros. Y ahora le toca mover ficha a ella, que, seguramente, tomará medidas. Esta guerra (personal) ha alterado demasiado pronto la paz (colectiva) que flotaba en el ambiente. Y ahora el Málaga es la granada arrojadiza, el hijo de los padres divorciados, que es al final el que más sufre. Todos se valen de él para lavar su cara ensuciada por el enemigo.
Lo mejor para el club en estos momentos es que sus rectores lo defiendan atacando con hechos, esto es generando noticias agradables que desbaraten las acusaciones vertidas y minimicen su impacto. Por ejemplo, si Yasmin habla de la dudosa capacidad financiera del presidente, contraatacar pagando por adelantado tres meses a los trabajadores o finiquitando de un plumazo la deuda del club. El ‘tú critica que algo queda’ se desmonta con hechos y no con las mismas palabras cargadas de ira que el que las emitió. Y con esto no le doy la razón a nadie, porque quizás ninguno de los dos la lleve del todo.
Lo que sí tengo es la certeza de que el Málaga está por encima de comisiones, transferencias, contratos clandestinos, intereses personales y demás basura dialéctica. Lo que tienen que hacer sus dueños es fichar a buenos jugadores, realizar una gestión responsable y transparente y ganar los partidos. Este que nos ocupa ya está perdido, pero todavía quedan otros muchos por jugarse.