El Málaga, tras el empate ante el Valladolid, vive una situación idéntica al esprint final en segunda de hace dos cursos, cuando perdió 4-6 con el Hércules en casa. Se sobrepuso y subió
El 18 de mayo de 2008 sigue siendo una pesadilla que se repite de vez en cuando en los dulces sueños de los malaguistas. Aquella calurosa tarde de Segunda División, tras un encuentro caótico, el Málaga caía derrotado ante el Hércules en La Rosaleda por 4-6. Los acontecimientos, calcados a los sucesos del pasado domingo ante el Valladolid, fueron el epílogo a una jornada triste donde el Málaga y el malaguismo tocó fondo en su lucha por el ascenso, pero que sirvió como punto de inflexión para cimentar el espíritu del ascenso.
Ahora, pasado y presente transcurren por la misma senda. El destino ha querido ser caprichoso con el Málaga y ha vuelto a poner a prueba a su equipo y a su afición en un ejercicio de superioridad.
Como en mayo de 2008, el encuentro del pasado domingo ante el Valladolid sacó del lodo la peor versión del fútbol en la ciudad. Sólo queda esperar que en la secuela que se vive esta temporada se consiga el el ascenso igual que dos años atrás.
En muchos sentidos, son los mismo protagonistas con papeles calcados en aquel final de temporada. Para bien –se consiguió el objetivo de subir de categoría– o para mal –se sufrió demasiado para conseguirlo–, el Málaga parece seguir el mismo guión: el de la reacción.
Hay que remontarse a las últimas jornadas de Segunda División para ponerse en situación. Restaban ocho partidos para la conclusión del campeonato y el Málaga recibía a la Real Sociedad, rival directo por la permanencia, con la felicidad de que si ganaba, tenía pie y medio en Primera. El Málaga perdió y se complicó la vida, al igual que hiciera esta campaña ante el Tenerife, donde cedió un empate y evitó dar un golpe en la mesa por la salvación.
Jornadas después, el conjunto de Muñiz tenía un doble compromiso en La Rosaleda. La fecha estaba señalada en rojo para cerrar definitivamente el ascenso. Pero Nástic y posteriormente Hércules dieron un giro de tuerca al ascenso.
El conjunto catalán ganó 1-2 en un partido cargado de expectación y el equipo alicantino goleó al Málaga 4-6 en una tarde para olvidar de aquel 18 de mayo.
Estos partidos se asemejan mucho a los disputados recientemente ante Sevilla (1-2) y Valladolid (0-0). Ante el equipo de Clemente se repitieron los mismos acontecimientos que ante el Hércules dos años atrás. La grada pidió unánimemente la cabeza de Muñiz tras la derrota y también se produjeron situaciones desagradables a la salida del estadio de jugadores y técnico.
El malaguismo estaba hundido y el calendario tampoco daba tregua al conjunto de Muñiz, que parecía ahogado anímicamente y sin gasolina para llegar al final del camino. Restaban cuatro jornadas de Liga y, como ahora, el Málaga sólo estaba un punto por encima de su principal perseguidor: la Real Sociedad. Ahora es el Tenerife el que le echa el aliento, pero desde abajo.
Fe y reacción. Pero hubo un cambio. Una reacción que bien valió el ascenso. Aquella temporada, pese al divorcio con la grada, el equipo recibió todo el apoyo malaguista en sus dos siguientes salidas. Desplazamiento masivo a Sevilla (0-1) e invasión en Motril para empatar con el Granada 74 (0-0). Las sensaciones sobre el césped seguían siendo alarmantes, pero ya nadie dudaba que con la afición malaguista detrás se conseguiría el objetivo. Una ola de optimismo recorrió la ciudad y en la última jornada, en casa y ante el Tenerife (2-0), el malaguismo hizo de nuevo las paces con su equipo y celebró por todo lo alto el ascenso.
En aquellos cuatro últimos partidos el Málaga no volvió a perder, aunque sólo fue capaz de ganar dos de ellos. Certificó su ascenso con más suspense de lo deseado y también se aprovechó de los despistes de los rivales, que no supieron o no pudieron certificar su mejoría.
Pero ascendió. Y ahora el Málaga aún tiene en su mano certificar la permanencia. Depende de sí mismo y Muñiz tendrá que desempolvar su libro de psicología para reconducir la situación. Sí se puede.
La ciudad se volcó con un sueño y lo consiguió. Repasar las imágenes del ascenso es uno de los momentos más felices del malaguismo en los últimos años. Aquella tensión contenida a lo largo de toda la temporada estuvo acompañada en una gran euforia cuando se llegó a la meta. El Málaga quiere volver a creer, por no puede hacerlo solo. La unidad debe ser perfecta entre equipo y afición. Sólo así se logran los objetivos.
http://www.laopiniondemalaga.es/malagacf/2010/04/21/espiritu-ascenso/335006.html