CON cuatro jugadores que hace un par de días como aquel que dice estaban en Tercera División, el Málaga encaraba su segunda visita consecutiva a Madrid tras su sonado paso por el Bernabéu. El equipo blanquiazul tenía ganas de reivindicar su papel, demostrar a no pocos catetos de la capital de España que está en Primera por méritos, aunque su presupuesto sea una miseria comparado con los del Real, Atlético y Getafe, y que no es un equipo broncoso ni violento como se encargaron de presentarnos hace siete días. Era difícil papeleta, porque las bajas tienen atosigado a Muñiz, quien, sin embargo (al César lo que es del César, aunque sigo pensando lo que todos saben que pienso), apostó con fuerza y acertó. El Málaga consiguió un gran triunfo en el Manzanares, ante el estupor de todos y la satisfacción de una hinchada que necesitaba un baño de autoestima. Anoche se consiguió. Fue un partido memorable, porque ahí está la alineación del Málaga, que comienza la segunda vuelta en una excelente posición para pegar un esprint para no pasar más apuros de los necesarios. 0-2 y tres puntos de oro, y un equipo comprometido, un entrenador que acertó y la gloria de ganar en Madrid, algo que no está al alcance de muchos.
La tranquilidad y el buen hacer del Málaga machacaron a un Atlético que por momentos parecía un pelele en manos de los blanquiazules, que jugaron a favor del marcador desde el minuto 2 (Duda tras jugadón de Gámez), pero que esta vez supo aguantar la ventaja, y no cayó en errores de anteriores encuentros. Llegó la gloria. Ya era hora. La merecíamos.
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