Las malas condiciones meteorológicas sorprendieron a la expedición malaguista en el avión de Madrid ayer al mediodía
El pánico a volar suele ser minoritario, pero determinados profesionales, habituales viajeros, acumulan durante sus vidas experiencias para tener fundado respeto a los aviones. Entre ellos, los futbolistas. El Málaga tuvo ayer al mediodía un aterrizaje en Málaga de los que dan motivo para no desear tomar otro vuelo. Las turbulencias y un vaivén prolongado del aparato sembraron el terror durante unos instantes, aunque en el momento en que las ruedas tomaron contacto con la tierra todo quedó en anécdota.
Este mismo fin de semana otro conjunto de Primera División, el Athletic, ya tuvo problemas en su llegada el sábado al Aeropuerto de Palma de Mallorca, ya que el avión tuvo que emprender en dos ocasiones la maniobra de aterrizaje tras abortar la primera. Ayer el susto se lo llevaron los expedicionarios del Málaga, así como algunos medios de comunicación y el resto de integrantes del vuelo 0224 de Iberia, que salió con cerca de hora y media de retraso de la terminal 4, en Barajas (el equipo pernoctó el domingo en un aeropuerto cercano al aeropuerto de Asturias y había salido a las 7.30 horas en otro vuelo hasta la capital).
La lluvia en tierras costasoleñas complicó el descenso para los pilotos. Más allá de algunas turbulencias, hasta cierto punto nada anormales en los aviones en determinadas circunstancias meteorológicas, el pánico de muchos viajeros llegó en un lapso de unos segundos, en los que el avión debió de perder mucha altura produciendo una fuerte sensación de mareo. En las filas del Málaga el que peor lo pasa en estas situaciones es el guardameta Roberto Santamaría, que desde minutos antes miraba hacia abajo desde su asiento preso del pánico. Fue tomar tierra el aparato y ponerse en pie para gritar. «¡Ya no vuelvo a viajar en avión!», lo que fue tomado en broma por los compañeros que trataron de tranquilizarlo.
Tampoco lo pasaron nada bien otros hombres como Duda, Apoño y Edinho, este casi lívido sentado al lado de Muñiz. Aunque habitualmente el delegado de la plantilla, Vicente Valcarce, suele repartir las tarjetas de embarque en asientos contiguos para los componentes del cuerpo técnico -el entrenador; su segundo, Dely Valdés, y el preparador físico, Enrique Ruiz-, ayer estos viajaron desperdigados entre el pasaje, como el resto de futbolistas.
Roberto, el más afectado
Mientras el médico, Juan Carlos Pérez Frías, trataba de tranquilizar a Roberto, otros jugadores bromeaban con Forestieri, profundamente dormido hasta el mencionado vaivén en el avión. El pequeño susto fue la comidilla mientras los jugadores descendían del aparato y se dirigían a la cinta de equipajes. Más de uno tenía el estomago revuelto y mal cuerpo. Afortunadamente, el próximo viaje es a Getafe y se podrá hacer en el AVE, en lo que fue el consuelo de muchos.
La paradoja del navarro Roberto es que en los últimos años jugó en Las Palmas, en un conjunto obligado a recurrir al avión cada vez que juega fuera de casa, por su condición insular. Precisamente este motivo, en relación a una supuesta fobia de su esposa a vivir en una isla, fue uno de los motivos que alegó en su momento para querer salir de Canarias, aunque sigue perteneciendo a este club (está cedido hasta junio). En el pasado hubo jugadores como Bergkamp que no volaban en avión.