Su imagen tras fallar su segunda ocasión consecutiva en Pucela fue elocuente. Postrado sobre sus piernas en el área y golpeándose los muslos con violencia, Obinna era la viva estampa de la frustración del delantero de secano. “Si tuviera gol, seguiría en el Inter”, es lo más escuchado sobre el nigeriano, que volvió a exhibir síntomas de corderito cuando debate su pulso con el portero rival. Encadenó dos opciones clarísimas de marcar en los últimos cuatro minutos de la primera parte, pero se le desenfocó la portería en los segundos que deciden y valen dinero, en los momentos de la verdad. Tiene demasiada ansiedad por marcar, como si eso fuera lo más importante de su vida. Tras el partido, no hacía falta escucharlo para saber lo que pensaba, su cara avinagrada y violentada hablaba sin voz. Obinna sí se paró ante los periodistas para definir, lacónicamente eso sí, sus sensaciones tras dejar vivo a un mediocre Valladolid. “Estoy muy enfadado porque estaba cerca de tirar pero he tenido mala suerte. Para sumar bien hay que marcar y nosotros creamos ocasiones pero no lo hacemos. No tengo excusas, he fallado”, dijo.
Frío
En el apartado de justificaciones sería recurrente hablar de un par de factores que pudieron perjudicar a los dos equipos. Uno fue el frío. Durante buena parte del partido, el mercurio marcó 0º, con un viento polar y una sensación térmica mucho menor. Otro, el campo. Duro y resbaladizo. Ambos fueron esgrimidos por Apoño, que cuajó un encuentro discreto: “El frío nos ha condicionado. Te costaba moverte porque te quedabas helado. A mí me ha afectado mucho, al igual que el césped. Era muy difícil mantener el equilibrio”.
Frío
En el apartado de justificaciones sería recurrente hablar de un par de factores que pudieron perjudicar a los dos equipos. Uno fue el frío. Durante buena parte del partido, el mercurio marcó 0º, con un viento polar y una sensación térmica mucho menor. Otro, el campo. Duro y resbaladizo. Ambos fueron esgrimidos por Apoño, que cuajó un encuentro discreto: “El frío nos ha condicionado. Te costaba moverte porque te quedabas helado. A mí me ha afectado mucho, al igual que el césped. Era muy difícil mantener el equilibrio”.