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La respuesta de los jugadores a los cánticos del público a Muñiz fue contundente. El vestuario celebró la clasificación como un gran éxito
El epílogo al partido de Copa con el Zaragoza no pudo ser más amargo. Mientras desde la grada arreciaban los pitos por el pobre juego y las críticas al entrenador, Juan Ramón Muñiz, los jugadores apenas expresaban su satisfacción en el campo. Lo dejaron para el vestuario, como bien pudo comprobar el propio presidente, Fernando Sanz, con las muestras de apoyo de los discípulos a su entrenador. «Ánimo, míster, estamos contigo», fue la frase más repetida.
Sanz ni se plantea el cambio de entrenador. Él ha vivido numerosas situaciones dentro de un vestuario -sin ir más lejos, en el Málaga con Gregorio Manzano y después con Antonio Tapia- y conoce a la perfección los códigos de un vestuario. Le basta con entrar en la caseta para saber si el técnico está respaldado o no, si existen grupos y también si el técnico se ve incapaz de manejar una situación adversa.
El año pasado ya tuvo certezas con Antonio Tapia. Después de las primeras jornadas hizo oídos sordos a las peticiones de relevo en el banquillo. El presidente sabía que el grupo estaba con el técnico, y algunos de los más veteranos (los futbolistas que trajo él) así se lo exponían. «Es cuestión de tiempo», le decían.
Este año sucede lo mismo, sólo que con más jornadas disputadas y con el Málaga como colista. El presidente está al tanto de todo, conoce la realidad de la plantilla y no tiene la más mínima duda de que Muñiz es el único capacitado para sacar al equipo del atolladero. La comunicación entre ambos es fluida, más propia de dos amigos -que se sientan a ver juntos el derbi madrileño después de sufrir en Tenerife- que de un jefe y un empleado.
Fernando Sanz, como siempre, bajó al vestuario después del partido con el Zaragoza. Lógicamente el presidente no estaba contento por el encuentro, pero sí por la clasificación para octavos de final. En un club como el Málaga, donde el valor de cada euro es infinito, la posibilidad de una segunda taquilla dispara el optimismo. Además, por su experiencia como futbolista sabe que en esta situación de ansiedad y angustia un resultado como este tiene una importancia capital, porque refuerza la moral del equipo. Incluso, no faltan en el vestuario los que creen que la dinámica en cuanto a fortuna parece haber cambiado en los últimos partidos. De lo contrario, el Zaragoza habría obtenido el billete para la siguiente ronda en el último suspiro. «La clasificación ha sido una liberación, un desahogo», insisten.
Abrazos y palmadas
Allí, en el vestuario, los jugadores expresaron la euforia y la felicidad que ocultaron en su salida del campo, asfixiados por los pitos desde la grada. Abrazos, choques con las palmas de los manos, felicitaciones a los más jóvenes (Toribio e Iván)... Y también ánimos a su entrenador. Muchos ánimos. La complicidad entre Muñiz y los futbolistas es enorme. Esos gestos también se repitieron en el entrenamiento de ayer. «Un equipo que no está con su entrenador no reacciona como nosotros con el 2-0 en Tenerife», recordaba ayer un destacado jugador.
A ello también contribuye el propio entrenador, que corta de raíz con el diálogo cualquier malentendido que pueda surgir y que además siempre trata de ser justo en sus decisiones para premiar a los futbolistas que mejor trabajan a diario.
Y es que los futbolistas celebraron la clasificación como si se tratara de una goleada. Más allá de que, como dijo Sanz, «la eliminatoria tendría que haber llegado aquí resuelta», los jugadores se felicitaron por haber dejado la puerta a cero. Era una asignatura pendiente que tenía el equipo en general. Las concesiones defensivas, esas que no debe ofrecer un conjunto modesto como el Málaga, han hecho perder puntos valiosos contra rivales de su nivel (Almería, Racing o Tenerife, al margen de la mano de Armenteros en el partido en Jerez) y todos se habían conjurado para ofrecer el mejor nivel defensivo posible. De ahí la felicidad.
http://malagacf.sur.es/noticias/2009-11-12/animo-mister-estamos-contigo-20091112.html
La respuesta de los jugadores a los cánticos del público a Muñiz fue contundente. El vestuario celebró la clasificación como un gran éxito
El epílogo al partido de Copa con el Zaragoza no pudo ser más amargo. Mientras desde la grada arreciaban los pitos por el pobre juego y las críticas al entrenador, Juan Ramón Muñiz, los jugadores apenas expresaban su satisfacción en el campo. Lo dejaron para el vestuario, como bien pudo comprobar el propio presidente, Fernando Sanz, con las muestras de apoyo de los discípulos a su entrenador. «Ánimo, míster, estamos contigo», fue la frase más repetida.
Sanz ni se plantea el cambio de entrenador. Él ha vivido numerosas situaciones dentro de un vestuario -sin ir más lejos, en el Málaga con Gregorio Manzano y después con Antonio Tapia- y conoce a la perfección los códigos de un vestuario. Le basta con entrar en la caseta para saber si el técnico está respaldado o no, si existen grupos y también si el técnico se ve incapaz de manejar una situación adversa.
El año pasado ya tuvo certezas con Antonio Tapia. Después de las primeras jornadas hizo oídos sordos a las peticiones de relevo en el banquillo. El presidente sabía que el grupo estaba con el técnico, y algunos de los más veteranos (los futbolistas que trajo él) así se lo exponían. «Es cuestión de tiempo», le decían.
Este año sucede lo mismo, sólo que con más jornadas disputadas y con el Málaga como colista. El presidente está al tanto de todo, conoce la realidad de la plantilla y no tiene la más mínima duda de que Muñiz es el único capacitado para sacar al equipo del atolladero. La comunicación entre ambos es fluida, más propia de dos amigos -que se sientan a ver juntos el derbi madrileño después de sufrir en Tenerife- que de un jefe y un empleado.
Fernando Sanz, como siempre, bajó al vestuario después del partido con el Zaragoza. Lógicamente el presidente no estaba contento por el encuentro, pero sí por la clasificación para octavos de final. En un club como el Málaga, donde el valor de cada euro es infinito, la posibilidad de una segunda taquilla dispara el optimismo. Además, por su experiencia como futbolista sabe que en esta situación de ansiedad y angustia un resultado como este tiene una importancia capital, porque refuerza la moral del equipo. Incluso, no faltan en el vestuario los que creen que la dinámica en cuanto a fortuna parece haber cambiado en los últimos partidos. De lo contrario, el Zaragoza habría obtenido el billete para la siguiente ronda en el último suspiro. «La clasificación ha sido una liberación, un desahogo», insisten.
Abrazos y palmadas
Allí, en el vestuario, los jugadores expresaron la euforia y la felicidad que ocultaron en su salida del campo, asfixiados por los pitos desde la grada. Abrazos, choques con las palmas de los manos, felicitaciones a los más jóvenes (Toribio e Iván)... Y también ánimos a su entrenador. Muchos ánimos. La complicidad entre Muñiz y los futbolistas es enorme. Esos gestos también se repitieron en el entrenamiento de ayer. «Un equipo que no está con su entrenador no reacciona como nosotros con el 2-0 en Tenerife», recordaba ayer un destacado jugador.
A ello también contribuye el propio entrenador, que corta de raíz con el diálogo cualquier malentendido que pueda surgir y que además siempre trata de ser justo en sus decisiones para premiar a los futbolistas que mejor trabajan a diario.
Y es que los futbolistas celebraron la clasificación como si se tratara de una goleada. Más allá de que, como dijo Sanz, «la eliminatoria tendría que haber llegado aquí resuelta», los jugadores se felicitaron por haber dejado la puerta a cero. Era una asignatura pendiente que tenía el equipo en general. Las concesiones defensivas, esas que no debe ofrecer un conjunto modesto como el Málaga, han hecho perder puntos valiosos contra rivales de su nivel (Almería, Racing o Tenerife, al margen de la mano de Armenteros en el partido en Jerez) y todos se habían conjurado para ofrecer el mejor nivel defensivo posible. De ahí la felicidad.
http://malagacf.sur.es/noticias/2009-11-12/animo-mister-estamos-contigo-20091112.html