Aunque todavía tiene problemas con el idioma, Mtiliga comienza a asimilar los conceptos y movimientos necesarios en España
Cuando más parecía que iba a ser un futbolista sin sitio, cuando más se intuía que su fichaje había sido un fiasco, la resurrección de Mtiliga invita al optimismo. La sensible mejoría del lateral izquierdo danés en las dos últimas semanas de trabajo, reflejada en el encuentro con el Valencia, provocó las felicitaciones de sus compañeros, ansiosos por verlo salir del pozo.
Sería imposible enumerar las veces que los miembros de la plantilla del Málaga se han dirigido a Mtiliga por su nombre de pila, Patrick, y han encontrado como respuesta un gesto de no entender absolutamente nada. La última anécdota de este calibre se produjo en Zaragoza, en el partido de Copa, cuando el árbitro, Delgado Ferreiro, habló con él para hacerle varias correcciones. Sus expresiones un tanto raras casi irritan al trencilla. Rápidamente en el banquillo del Málaga le recordaron a los asistentes del colegiado vasco los casi insalvables problemas con el idioma (por el momento) del zaguero zurdo.
Mtiliga aún está a mitad de camino. Trata con empeño de sobreponerse a las dificultades de adaptación, pero no basta con el diccionario. El aprecio de sus compañeros y la colaboración de todos ellos han facilitado la integración, más visible los últimos quince días.
Su mejoría en los entrenamientos ha sido evidente. Al fin ha culminado su aprendizaje. Ya comienza a asimilar los conceptos y movimientos necesarios en España. Las dudas de la pretemporada comenzaron a pasarle factura hasta el punto de minar su capacidad ofensiva. Prefería no cruzar la divisoria y mantenerse así atrás. «Hay que darle tiempo», esgrimían sus compañeros, convencidos de que sus cualidades podían venir muy bien en ataque.
El cambio de sistema, que le ha permitido (casi obligado) subir más, también le ha dado más confianza. De ahí que después, con la vuelta al cuarteto defensivo, él también se sintiera a gusto.