Se cruzan mensajes jugadores y técnico a la antigua usanza, amplificando sonidos a través de los medios de comunicación para intentar que el contenido llegue a la afición con la mínima erosión por el trasiego del viaje que viven las palabras desde que salen de la boca del emisor hasta que llegan a oídos del receptor. Se veía venir que una de las voces discordantes fuese la de Albert Luque. De los que ya estaban con Tapia, es el que peor lleva la adaptación al ecosistema Muñiz.
El hombre del bigote se ha ganado fama de duro en su carrera. No obstante, Tapia era rígido de pensamiento, pero no usaba el látigo como se piensa. El asturiano es otra cosa. Acertado o no, Muñiz tiene unos principios, mamados en parte de Juande, y va a muerte con ellos. Difícilmente da su brazo a torcer. Guste más o menos, exige a todos lo mismo y no hace excepciones ni aunque se llame uno Albert Luque. Y el gijonés exige unos extras que no suelen venir de serie en gente acostumbrada a vivir de tantísima calidad.
Y es cierto que Luque no ha dicho ninguna locura, de hecho, ha suavizado sus verdades. En lo colectivo, dice lo que piensa mucha gente pero en versión 'light'. En lo personal, en cambio, ha topado con la Iglesia. Porque Muñiz le señala con el índice "ahí está el verde, gánatelo". No casa con el entrenador la queja pública y verbal. Mide los méritos con sudor.
Ven el fútbol de manera distinta y con la edad que tienen eso ya no se corrige. Así que Luque va a tener que hacer un ejercicio de aceptación y adaptarse al medio en el que vive. Porque lo bueno para él, a pesar de todo, es que Muñiz es un hombre de justicia. Se rige por leyes estrictas en su día a día, pero es un hombre consecuente con sus ideas, con su forma de ser y de vivir. Lo que Luque se gane, no se lo quitará por capricho ni por rencor. Por eso a Muñiz le respetan la gran mayoría de los futbolistas aunque piensen distinto a él.
El hombre del bigote se ha ganado fama de duro en su carrera. No obstante, Tapia era rígido de pensamiento, pero no usaba el látigo como se piensa. El asturiano es otra cosa. Acertado o no, Muñiz tiene unos principios, mamados en parte de Juande, y va a muerte con ellos. Difícilmente da su brazo a torcer. Guste más o menos, exige a todos lo mismo y no hace excepciones ni aunque se llame uno Albert Luque. Y el gijonés exige unos extras que no suelen venir de serie en gente acostumbrada a vivir de tantísima calidad.
Y es cierto que Luque no ha dicho ninguna locura, de hecho, ha suavizado sus verdades. En lo colectivo, dice lo que piensa mucha gente pero en versión 'light'. En lo personal, en cambio, ha topado con la Iglesia. Porque Muñiz le señala con el índice "ahí está el verde, gánatelo". No casa con el entrenador la queja pública y verbal. Mide los méritos con sudor.
Ven el fútbol de manera distinta y con la edad que tienen eso ya no se corrige. Así que Luque va a tener que hacer un ejercicio de aceptación y adaptarse al medio en el que vive. Porque lo bueno para él, a pesar de todo, es que Muñiz es un hombre de justicia. Se rige por leyes estrictas en su día a día, pero es un hombre consecuente con sus ideas, con su forma de ser y de vivir. Lo que Luque se gane, no se lo quitará por capricho ni por rencor. Por eso a Muñiz le respetan la gran mayoría de los futbolistas aunque piensen distinto a él.