Opinión - Opinión
Por Daniel Marín
Se levanta uno con la resaca del partido de anoche. La derrota aún escuece. Lógico. Mientras saboreo el primer café del día, hojeo el Marca. Me detengo en la crónica del partido. Leo con desconcierto el inusitado protagonismo que cobra en la misma Weligton. “Opositor a mamporrero de la temporada”, es una de las lindezas hacia el brasileño, que recibe palos para montar una cabaña. Visto lo cual, opto por no manosear ninguno de los deportivos catalanes. El almuerzo me traslada al sofá. Enciendo la tele y veo la radio, perdón, quería decir que veo el programa de Patxi Alonso en laSexta. No me sé el nombre, que me disculpen. Vueltas a lo mismo. Que si el pisotón a Messi, que la agresión a Piqué, etcétera, etcétera, etcétera. El asunto es tratado de una forma esperpéntica y frívola. Se obvian otras situaciones del partido y se maltrata desproporcionadamente al jugador. Decido cambiar de cadena cuando veo cómo Antonio Maceda deja su sitio en el plató a Kiko y éste le propina un codazo a modo de gracia para apostillar algo así como: “Soy Weligton”. Muy agudo. Por la noche, antes de ir a la cama, me topo con el programa de Pedrerol en Intereconomía. Tampoco me sé el nombre. El objetivo de la tertulia tabernera, que por cierto está volteando audímetros, enhorabuena, es llamar por teléfono a Weligton para no sé qué. El protagonista del día es lamentablemente el central malaguista.
En un segundo plano queda Drenthe, que casi dejó inútil a Marc Bertrán el sábado. También el actor de reparto Dani Alves por su papelito que provoca la roja de Alberto Luque. De la chulería innecesaria de Guardiola y su séquito tampoco se oye nada, ni del arbitraje pro-grande de Delgado Ferreiro. Se habla de Weligton, porque vende. Nadie le podrá quitar ya el sambenito de leñero. Es lo que tiene jugar contra el Barcelona o el Madrid. Todo se amplifica para lo bueno y para lo malo. Sin embargo, cuando Messi (el mismo que escupió a Duda) u otro crack (recuérdese a Ronaldinho contra el Málaga hace unos años o a Higuaín) se tira a la piscina en el área y hacer picar al árbitro, le llaman picardía. Miden cómo y cuándo quieren.
No defiendo lo que hizo Weligton. No estoy ciego. Lo vi como lo vieron todos. Es más, lo condeno. Actitudes como esa no llevan a ningún sitio y hacen un flaco favor al fútbol espectáculo. Lo que me preocupa es la ligereza con la que los periodistas deportivos de las grandes ciudades hablan de todo como si supieran de todo. Ven dos resúmenes con las mejores jugadas y ya se creen ‘Maldinis’ de la vida. Ayer nadie conocía a Weligton y hoy todo el mundo lo compara con Pepe en lo que a boxeo se refiere. Es cierto, se parecen, pero en cuanto a virtudes futbolísticas. Ambos son dos de los mejores centrales de la Liga, pero claro ellos no lo saben porque sólo ven al Málaga cuando juegan contra su Madrid o su Barça. Me gustaría que me dijeran estos sabelotodos a cuántos jugadores ha lesionado el brasileño desde que llegó a España. Cuántas piernas ha roto. Cuántas mandíbulas ha partido. ¿Conocen realmente a Weligton para satanizarlo? No lo creo. Por no saber, no saben ni pronunciar ni escribir su nombre. Wellinton, Wellington, bla, bla, bla… Apunten señores, W-e-l-i-g-t-o-n.