Los atracadores, que actuaron a cara descubierta y armados con una pistola, se llevaron unos 30.000 euros en alhajas
Retuvieron a la familia durante más de quince minutos
Todos al suelo. El septuagenario matrimonio de joyeros, maniatado y con trapos sobre la cabeza para impedirles ver a los ladrones. Su hija y sus dos nietas, la más pequeña de sólo siete meses, encerradas en el baño. La familia vivió una auténtica pesadilla en los aproximadamente 15 minutos, que parecieron horas, que duró el atraco. El botín, unos 30.000 euros en alhajas.
El asalto se produjo el viernes en un establecimiento del barrio de la Trinidad, en la capital malagueña. Aunque es la hija quien regenta actualmente la joyería, sus padres, que son los antiguos dueños, acuden habitualmente a echarle una mano, ya que ella tiene dos hijos pequeños. Esa tarde fue su progenitor el que abrió la tienda. Eran las 17.30 horas.
El joyero estaba limpiando el mostrador cuando llegó el que parecía ser el primer cliente. Un hombre de aspecto sudamericano le mostró la correa de su reloj y le preguntó si tenía ese modelo, ya que quería cambiarla, según explicaron a SUR fuentes del caso.
La víctima se inclinó para buscar en unos cajones, instante que el atracador aprovechó para colarse detrás del mostrador. En un rápido movimiento, rodeó con su brazo al joyero por el cuello y lo inmovilizó colocándole las manos por detrás de la espalda.
En ese momento entraron en el establecimiento los otros dos atracadores. También iban a cara descubierta. Entre los tres redujeron al hombre, que ofreció resistencia. Según las fuentes, le propinaron un puñetazo en un costado. Lo tumbaron en el suelo, en la trastienda, y lo maniataron usando cordones de zapatos. El joyero recibió además un golpe en la cabeza y se lastimó el codo durante el forcejeo.
Al escuchar el aboroto, la mujer y la hija bajaron desde el piso de arriba, donde tienen una vivienda. Los atracadores las interceptaron en las escaleras. Tras intimidar a la madre con una pistola, la ataron de pies y manos con cuerdas y la tumbaron en el suelo. Como a su marido, le cubrieron la cabeza con trapos para que no viera nada.
A la hija la llevaron a la segunda planta, donde la encerraron en un cuarto de baño junto a las dos menores, de seis años y siete meses. Los ladrones arrancaron el pomo de la puerta para que no pudieran salir.
Bajaron de nuevo a la planta baja para desvalijar la tienda. Entonces, uno de los asaltantes se percató de que el joyero había logrado desatarse una mano. Tras amenazarlo por si se le ocurría llamar a la policía, volvieron a amarrarlo y empezaron a registrar la tienda.
Joyas de las vitrinas
Los atracadores portaban una bolsa de viaje de color negro para acarrear el botín. En ella introdujeron todas las joyas que pudieron del escaparate y de las vitrinas interiores, así como algunas alhajas que habían dejado los clientes para que se las arreglaran. Según estimaron las víctimas, el montante de lo sustraído ascendería a 30.000 euros.
Los ladrones se dieron a la fuga a pie. Una vecina de la zona vio a los tres cacos caminando calle arriba; uno de ellos acarreaba una bolsa de viaje negra. Unos minutos después de que se fueran, el joyero pudo soltarse cortando las ligaduras con una navaja que llevaba en el bolsillo y liberó a su familia.
www.diariosur.com
Retuvieron a la familia durante más de quince minutos
Todos al suelo. El septuagenario matrimonio de joyeros, maniatado y con trapos sobre la cabeza para impedirles ver a los ladrones. Su hija y sus dos nietas, la más pequeña de sólo siete meses, encerradas en el baño. La familia vivió una auténtica pesadilla en los aproximadamente 15 minutos, que parecieron horas, que duró el atraco. El botín, unos 30.000 euros en alhajas.
El asalto se produjo el viernes en un establecimiento del barrio de la Trinidad, en la capital malagueña. Aunque es la hija quien regenta actualmente la joyería, sus padres, que son los antiguos dueños, acuden habitualmente a echarle una mano, ya que ella tiene dos hijos pequeños. Esa tarde fue su progenitor el que abrió la tienda. Eran las 17.30 horas.
El joyero estaba limpiando el mostrador cuando llegó el que parecía ser el primer cliente. Un hombre de aspecto sudamericano le mostró la correa de su reloj y le preguntó si tenía ese modelo, ya que quería cambiarla, según explicaron a SUR fuentes del caso.
La víctima se inclinó para buscar en unos cajones, instante que el atracador aprovechó para colarse detrás del mostrador. En un rápido movimiento, rodeó con su brazo al joyero por el cuello y lo inmovilizó colocándole las manos por detrás de la espalda.
En ese momento entraron en el establecimiento los otros dos atracadores. También iban a cara descubierta. Entre los tres redujeron al hombre, que ofreció resistencia. Según las fuentes, le propinaron un puñetazo en un costado. Lo tumbaron en el suelo, en la trastienda, y lo maniataron usando cordones de zapatos. El joyero recibió además un golpe en la cabeza y se lastimó el codo durante el forcejeo.
Al escuchar el aboroto, la mujer y la hija bajaron desde el piso de arriba, donde tienen una vivienda. Los atracadores las interceptaron en las escaleras. Tras intimidar a la madre con una pistola, la ataron de pies y manos con cuerdas y la tumbaron en el suelo. Como a su marido, le cubrieron la cabeza con trapos para que no viera nada.
A la hija la llevaron a la segunda planta, donde la encerraron en un cuarto de baño junto a las dos menores, de seis años y siete meses. Los ladrones arrancaron el pomo de la puerta para que no pudieran salir.
Bajaron de nuevo a la planta baja para desvalijar la tienda. Entonces, uno de los asaltantes se percató de que el joyero había logrado desatarse una mano. Tras amenazarlo por si se le ocurría llamar a la policía, volvieron a amarrarlo y empezaron a registrar la tienda.
Joyas de las vitrinas
Los atracadores portaban una bolsa de viaje de color negro para acarrear el botín. En ella introdujeron todas las joyas que pudieron del escaparate y de las vitrinas interiores, así como algunas alhajas que habían dejado los clientes para que se las arreglaran. Según estimaron las víctimas, el montante de lo sustraído ascendería a 30.000 euros.
Los ladrones se dieron a la fuga a pie. Una vecina de la zona vio a los tres cacos caminando calle arriba; uno de ellos acarreaba una bolsa de viaje negra. Unos minutos después de que se fueran, el joyero pudo soltarse cortando las ligaduras con una navaja que llevaba en el bolsillo y liberó a su familia.
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