El descalabro de 2006 no se ha repetido por los 21 puntos acumulados con Juande, pero las sensaciones son muy similares
Las sensaciones son idénticas. Sólo que esta vez el Málaga ha contado con un amplio colchón de puntos (los 21 acumulados en 16 jornadas con Juande Ramos) y también con tres rivales en forma de ‘escopetas de feria’: Osasuna, Granada y Sporting. El equipo se encuentra en la misma dinámica que en 2006 con Manolo Hierro, en aquella desastrosa segunda vuelta en la que todo eran buenas palabras mientras al entrenador le venía muy grande todo y los jugadores miraban hacia otro lado. La similitud se observa incluso en la situación institucional del club, en ambos casos con un futuro muy preocupante y sin rumbo definido.
Como sucedió con el veleño hace más de una década, el nombramiento de Marcelo Romero fue una sorpresa mayúscula, una huida hacia adelante en toda regla. Entonces pesó que el presidente, Serafín Roldán, valoraba que la plantilla había sido confeccionada por el director deportivo. Esta vez influyeron las prioridades económicas (era preferible aprovechar el margen de maniobra del límite salarial para invertir en la incorporación de varios jugadores) y también el desconocimiento del presidente actual de todos aquellos nombres de posibles sustitutos de Juande que le pusieron sobre la mesa.
Coincidencias
También en el origen de todo se dan otras dos coincidencias. La primera, la lesión de un jugador muy importante en la estructura del equipo. En 2006 fue precisamente Romero (en el primer partido, en Vigo), y en esta, Weligton (tras el segundo, en casa contra el Villarreal). La segunda, una cierta resistencia a los métodos del entrenador. Hace más de una década los jugadores se quejaban de que Antonio Tapia era excesivamente meticuloso en el trabajo, en la preparación y en el análisis de los partidos. Durante la primera vuelta de esta Liga determinados futbolistas, partidarios de lo que ellos llaman «jugar a lo perro» (buscar el 1-0 en partidos nada vistosos), no veían claro el estilo ambicioso de Juande. Este prefería dominar los encuentros y, sobre todo, llegar al área contraria con tres referentes a la hora del remate. Consideraba que así, con sello propio, sí se podía aspirar a Europa y, sobre todo, se compensaba también la falta del delantero centro de área previsto en la planificación inicial. Por eso, los males ofensivos, ahora tan evidentes, quedaron ocultos.
El caso es que si el experimento con Manolo Hierro fue un desastre, con Romero el descalabro es palpable. Es incluso más preocupante el dato de que con el veleño se lograron seis puntos en sus diez primeros encuentros mientras que con el uruguayo la cifra es inferior (cinco). Hasta en la aportación de determinadas incorporaciones invernales se observa cierta similitud. Entonces fue Gabriel; hoy, Peñaranda. Tal vez la única diferencia sea que Hierro no tenía la más mínima experiencia en el trabajo de campo en tanto que Romero sí había ejercido los dos últimos años y medio en el cuerpo técnico, aunque, en contra de lo que muchos piensan, sin un papel relevante (a los pocos días de comenzar como segundo de Javi Gracia fue relegado por este a un papel de mero ayudante). Hasta les colocaron a su lado personas más preparadas en el aspecto táctico (Juan Carlos Añón entonces y Sergio Pellicer ahora).
La conclusión es evidente. Mientras Hierro destacaba más por sus bromas y sus ocurrencias, Romero se ha mantenido como un colega de los jugadores. Ninguno de los dos marcó la frontera necesaria que debe existir entre un entrenador y la plantilla. Ninguno de los dos impuso la férrea disciplina adecuada para evitar que los futbolistas se dejen llevar o antepongan sus intereses personales. Ninguno de los dos supo transmitir el carácter y el liderazgo del que carecían entonces y carecen ahora casi todos sus pupilos. Y, sobre todo, ninguno de los dos ha destacado en su etapa al frente del Málaga por su preparación para interpretar los partidos y tomar las decisiones correctas para cambiar la dinámica.
El mensaje del ‘todo va bien’
En cualquier caso, el foco no puede estar puesto sólo en el entrenador. La cuota de culpabilidad es elevada si se alude a las personas que optaron por un experimento a mitad de la temporada. Por no hablar de la que les corresponde a los jugadores. El ‘todo va bien’ ha quedado en un mensaje absolutamente vacío. En 2006 la caída libre desembocó en el descenso y casi en la desaparición (de no haber sido por el proceso concursal). En la actualidad los cinco puntos sumados en los diez últimos partidos, con un rendimiento muy bajo de los jugadores y limitaciones cada vez más apabullantes, no han tenido consecuencias más graves gracias al amplio colchón de puntos acumulados con Juande y a las tres ‘escopetas de feria’ de la Liga: Osasuna, Sporting y Granada.
http://malagacf.diariosur.es/noticias/201703/07/dramatico-precedente-manolo-hierro-20170306225503.html