La Corta quiere dejar de ser un gueto
Vecinos, ONG y representantes de los servicios públicos dan testimonio de que algo empieza a cambiar en la barriada.
El caso de la denuncia archivada a cinco jóvenes de la zona por la supuesta violación en la Feria pone sobre la palestra la mala imagen del barrio
La barriada de La Corta ha estado esta semana en el blanco de todas las miradas. El caso de los cinco jóvenes implicados en la supuesta violación múltiple de una chica en el real de la Feria de Málaga ha vuelto a poner en la palestra la situación de esta zona marginal de la capital. La jueza terminó archivando el caso al considerar que no hubo delito. Pero la opinión pública ya había sentenciado de antemano a los cinco jóvenes. Y uno de los aspectos que, según familiares y amigos, más jugó en su contra fue precisamente que todos ellos provenían de La Corta.
Sin embargo, la imagen que ha dado esta barriada a raíz del suceso ha sido muy distinta. Los vecinos no dudaron en hacer una piña en torno a los jóvenes. Porque desde un primer momento creyeron en su inocencia. Y parece que el tiempo ha terminado dándoles la razón. Para ellos, no solo estaba en juego la reputación de estos chicos o sus familias, sino la de todo un barrio.
Para el resto de los malagueños, La Corta es sinónimo de delincuencia, drogas, prostitución, absentismo escolar y marginación. Pero desde la barriada son varias las voces que se alzan para asegurar que algo se está moviendo en esta zona. Representantes de los vecinos, asociaciones y representantes de los servicios públicos cercanos señalan que empieza a observarse una leve mejoría en una población que ya no quiere ser un gueto.
SUR realiza una ruta por las calles de la barriada junto con Juan Rodríguez Bustamante, presidente de la asociación de vecinos Nueva La Corta para comprobar si los pasos que se están dando para su normalización empiezan ya a dar sus frutos.
Un alojamiento de transición
Según explica el concejal de Urbanismo y Derechos Sociales, Francisco Pomares, La Corta nació en el año 1994 tras el desmantelamiento del núcleo chabolista de la Huerta del Correo –actual Finca Cabello. Al igual que ocurría con Los Asperones, se trata de una barriada de transición destinada a realojar a las familias que perdieron sus casas hasta que se les ofreciese un emplazamiento definitivo. Sus 220 viviendas son propiedad de la Junta de Andalucía, pero gestionadas por el Ayuntamiento. «Estamos pidiendo al gobierno autonómico que rehabilite los edificios porque están en muy mal estado», señala. Lo que era temporal ha terminado por convertirse 20 años después en la residencia habitual de más de 200 familias que han visto crecer hasta tres generaciones.
Aunque parte de su población es gitana, también cuenta con inmigrantes y payos que llegaron con posterioridad a alguna de las viviendas sociales de las que el Ayuntamiento dispone para reubicar a familias en riesgo de exclusión social.
Pese a todo, la convivencia entre los vecinos es buena. Así lo asegura Rodríguez, cabeza visible de la nueva asociación, que echó a andar a finales del pasado mes de mayo y está trabajando para mejorar la situación de sus habitantes.
Alto índice de desempleo
Rodríguez resume los problemas del barrio: alto índice de desempleo, pocas oportunidades de los jóvenes, falta de limpieza en las calles y los descampados colindantes, escasez de equipamiento, mal estado de los edificios...
Según explica Rodríguez, la falta de empleo azota a la barriada. «Hay familias de quince personas, como la mía, en las que solo entra un sueldo en casa», dice. La mayoría de los vecinos subsiste de la venta ambulante y de la venta de chatarra. Aunque asegura que muchos dejaron la chatarra porque una ley les obligaba a darse de alta como autónomos. «Después la derogaron, pero muchos vendieron sus furgonetas porque ya no podían ejercer y ahora se han quedado sin su medio de trabajo», indica.
La mayoría de los esfuerzos por parte de las ONG que trabajan en la zona es precisamente para ofrecer más oportunidades a los jóvenes. De las 1.500 personas que viven en La Corta, una tercera parte son menores de edad, según señala Rodríguez. Desde el colegio Severo Ochoa, señalan que se han dado algunos avances en cuanto al absentismo, pero que aún queda mucho por hacer. «Los padres empiezan a concienciarse de que estudiar es bueno para sus hijos, pero ha costado mucho y en la mayoría de los casos los traen al colegio porque se aseguran así que los niños desayunen, coman y merienden», señalan fuentes del centro de Primaria.
Absentismo
Según datos del Área de Derechos Sociales, el 85% de los casos de absentismo que se tratan en el distrito de Bailén-Miraflores se producen en La Corta. El año pasado, se atendieron 77 casos de absentismo, de los que 43 aún están sin resolver.
Varias de las asociaciones presentes en La Corta se centran en la prevención del absentismo, con escuelas de padres, acompañamiento de los menores al colegio y refuerzo escolar. Es el caso de INPAVI, que lleva ya quince años en la zona y este último año ha creado un comedor social para paliar la pobreza en el barrio.
En cuanto a los índices de delincuencia, asegura que pasear por La Corta es totalmente seguro. «No hay más droga que la que hay en cualquier otro barrio de Málaga y desde luego delante mía no he visto nada porque si no no dejaría jugar a mis hijos en la calle», dice al tiempo que invita a cualquier malagueño a que vaya a dar un paseo por su barrio «con total normalidad», como por cualquier otra zona. Mientras realizamos el reportaje, una patrulla de la Policía Nacional pasa varias veces por sus calles realizando labores rutinarias de seguridad.
Otro de los aspectos por los que La Corta ha saltado a las páginas de los periódicos son las peleas de gallos. Rodríguez señala que hace tiempo que ya no se realizan. «Los chavales tienen gallos, sí, pero como mascotas, y compiten por ver quién lo tiene más lustroso, pero ya no existen reñideros», dice Rodríguez, que se define como un amante de los animales. Desde INPAVI, Eva Pascual también da testimonio de que hace tiempo que no se ven, al menos abiertamente.
Según explica Rodríguez, una de las primeras labores que ha llevado a cabo su asociación es la de la limpieza. A pesar de que los Servicios Operativos cuentan con efectivos en esta zona, el aspecto de las calles dejaba mucho que desear. Por eso, la asociación Barriada Nueva La Corta está realizando una labor de concienciación con las propias familias. «Estamos diciendo a nuestros vecinos que su casa empieza en su calle, y que tienen que cuidar del barrio tanto como cuidan su hogar», indica. En este sentido, Rodríguez asegura que los vecinos han hecho diferentes actuaciones para adecentar los descampados cercanos en las que han participado muchos jóvenes.
Ahora, ya no vale cualquier esquina para dejar la bolsa de basura, sino que se pide a los habitantes que la lleven a los contenedores. Los vecinos han establecido turnos para baldear las calles ellos mismos, han arreglado las arquetas rotas en las aceras y han puesto luces en calles en farolas que llevaban fundidas años. «Para la gente de fuera pueden parecer mejoras insignificantes, pero son grandes pasos en la barriada», dice Pascual.
Rodríguez asegura que La Corta está dando el primer paso, pero pide que se les deje de marginar desde fuera y que quieren lo mismo que tiene cualquier barrio. En este sentido, esperan contar pronto con un gimnasio al aire libre, un campo de fútbol para los niños y un paseo en uno de los descampados que rodean la barriada.
Vecinos, ONG y representantes de los servicios públicos dan testimonio de que algo empieza a cambiar en la barriada.
El caso de la denuncia archivada a cinco jóvenes de la zona por la supuesta violación en la Feria pone sobre la palestra la mala imagen del barrio
La barriada de La Corta ha estado esta semana en el blanco de todas las miradas. El caso de los cinco jóvenes implicados en la supuesta violación múltiple de una chica en el real de la Feria de Málaga ha vuelto a poner en la palestra la situación de esta zona marginal de la capital. La jueza terminó archivando el caso al considerar que no hubo delito. Pero la opinión pública ya había sentenciado de antemano a los cinco jóvenes. Y uno de los aspectos que, según familiares y amigos, más jugó en su contra fue precisamente que todos ellos provenían de La Corta.
Sin embargo, la imagen que ha dado esta barriada a raíz del suceso ha sido muy distinta. Los vecinos no dudaron en hacer una piña en torno a los jóvenes. Porque desde un primer momento creyeron en su inocencia. Y parece que el tiempo ha terminado dándoles la razón. Para ellos, no solo estaba en juego la reputación de estos chicos o sus familias, sino la de todo un barrio.
Para el resto de los malagueños, La Corta es sinónimo de delincuencia, drogas, prostitución, absentismo escolar y marginación. Pero desde la barriada son varias las voces que se alzan para asegurar que algo se está moviendo en esta zona. Representantes de los vecinos, asociaciones y representantes de los servicios públicos cercanos señalan que empieza a observarse una leve mejoría en una población que ya no quiere ser un gueto.
SUR realiza una ruta por las calles de la barriada junto con Juan Rodríguez Bustamante, presidente de la asociación de vecinos Nueva La Corta para comprobar si los pasos que se están dando para su normalización empiezan ya a dar sus frutos.
Un alojamiento de transición
Según explica el concejal de Urbanismo y Derechos Sociales, Francisco Pomares, La Corta nació en el año 1994 tras el desmantelamiento del núcleo chabolista de la Huerta del Correo –actual Finca Cabello. Al igual que ocurría con Los Asperones, se trata de una barriada de transición destinada a realojar a las familias que perdieron sus casas hasta que se les ofreciese un emplazamiento definitivo. Sus 220 viviendas son propiedad de la Junta de Andalucía, pero gestionadas por el Ayuntamiento. «Estamos pidiendo al gobierno autonómico que rehabilite los edificios porque están en muy mal estado», señala. Lo que era temporal ha terminado por convertirse 20 años después en la residencia habitual de más de 200 familias que han visto crecer hasta tres generaciones.
Aunque parte de su población es gitana, también cuenta con inmigrantes y payos que llegaron con posterioridad a alguna de las viviendas sociales de las que el Ayuntamiento dispone para reubicar a familias en riesgo de exclusión social.
Pese a todo, la convivencia entre los vecinos es buena. Así lo asegura Rodríguez, cabeza visible de la nueva asociación, que echó a andar a finales del pasado mes de mayo y está trabajando para mejorar la situación de sus habitantes.
Alto índice de desempleo
Rodríguez resume los problemas del barrio: alto índice de desempleo, pocas oportunidades de los jóvenes, falta de limpieza en las calles y los descampados colindantes, escasez de equipamiento, mal estado de los edificios...
Según explica Rodríguez, la falta de empleo azota a la barriada. «Hay familias de quince personas, como la mía, en las que solo entra un sueldo en casa», dice. La mayoría de los vecinos subsiste de la venta ambulante y de la venta de chatarra. Aunque asegura que muchos dejaron la chatarra porque una ley les obligaba a darse de alta como autónomos. «Después la derogaron, pero muchos vendieron sus furgonetas porque ya no podían ejercer y ahora se han quedado sin su medio de trabajo», indica.
La mayoría de los esfuerzos por parte de las ONG que trabajan en la zona es precisamente para ofrecer más oportunidades a los jóvenes. De las 1.500 personas que viven en La Corta, una tercera parte son menores de edad, según señala Rodríguez. Desde el colegio Severo Ochoa, señalan que se han dado algunos avances en cuanto al absentismo, pero que aún queda mucho por hacer. «Los padres empiezan a concienciarse de que estudiar es bueno para sus hijos, pero ha costado mucho y en la mayoría de los casos los traen al colegio porque se aseguran así que los niños desayunen, coman y merienden», señalan fuentes del centro de Primaria.
Absentismo
Según datos del Área de Derechos Sociales, el 85% de los casos de absentismo que se tratan en el distrito de Bailén-Miraflores se producen en La Corta. El año pasado, se atendieron 77 casos de absentismo, de los que 43 aún están sin resolver.
Varias de las asociaciones presentes en La Corta se centran en la prevención del absentismo, con escuelas de padres, acompañamiento de los menores al colegio y refuerzo escolar. Es el caso de INPAVI, que lleva ya quince años en la zona y este último año ha creado un comedor social para paliar la pobreza en el barrio.
En cuanto a los índices de delincuencia, asegura que pasear por La Corta es totalmente seguro. «No hay más droga que la que hay en cualquier otro barrio de Málaga y desde luego delante mía no he visto nada porque si no no dejaría jugar a mis hijos en la calle», dice al tiempo que invita a cualquier malagueño a que vaya a dar un paseo por su barrio «con total normalidad», como por cualquier otra zona. Mientras realizamos el reportaje, una patrulla de la Policía Nacional pasa varias veces por sus calles realizando labores rutinarias de seguridad.
Otro de los aspectos por los que La Corta ha saltado a las páginas de los periódicos son las peleas de gallos. Rodríguez señala que hace tiempo que ya no se realizan. «Los chavales tienen gallos, sí, pero como mascotas, y compiten por ver quién lo tiene más lustroso, pero ya no existen reñideros», dice Rodríguez, que se define como un amante de los animales. Desde INPAVI, Eva Pascual también da testimonio de que hace tiempo que no se ven, al menos abiertamente.
Según explica Rodríguez, una de las primeras labores que ha llevado a cabo su asociación es la de la limpieza. A pesar de que los Servicios Operativos cuentan con efectivos en esta zona, el aspecto de las calles dejaba mucho que desear. Por eso, la asociación Barriada Nueva La Corta está realizando una labor de concienciación con las propias familias. «Estamos diciendo a nuestros vecinos que su casa empieza en su calle, y que tienen que cuidar del barrio tanto como cuidan su hogar», indica. En este sentido, Rodríguez asegura que los vecinos han hecho diferentes actuaciones para adecentar los descampados cercanos en las que han participado muchos jóvenes.
Ahora, ya no vale cualquier esquina para dejar la bolsa de basura, sino que se pide a los habitantes que la lleven a los contenedores. Los vecinos han establecido turnos para baldear las calles ellos mismos, han arreglado las arquetas rotas en las aceras y han puesto luces en calles en farolas que llevaban fundidas años. «Para la gente de fuera pueden parecer mejoras insignificantes, pero son grandes pasos en la barriada», dice Pascual.
Rodríguez asegura que La Corta está dando el primer paso, pero pide que se les deje de marginar desde fuera y que quieren lo mismo que tiene cualquier barrio. En este sentido, esperan contar pronto con un gimnasio al aire libre, un campo de fútbol para los niños y un paseo en uno de los descampados que rodean la barriada.