El argentino fue uno de los grandes señalados por el público tras ser el primer sustituido
Lo que son las vueltas del fútbol. A principios de temporada, Tissone logró mandar a Camacho al banquillo y el sábado fue el gran señalado por el mal juego del equipo con una pitada espectacular. El argentino había convencido a Schuster durante la pretemporada y en los primeros esquemas del técnico alemán, con un solo mediocentro de corte defensivo, apostó por Fernando como eje del equilibrio malaguista sobre el campo. El paso de las jornadas y la irrupción de un Camacho al que Schuster no paró de mandar recados públicos, fueron desplazando el protagonismo de Tissone en los partidos. Sus minutos siguieron siendo intocables. Para el técnico alemán, la presencia de ambos se convirtió en innegociable con la evolución del campeonato y tras comprobar la inseguridad defensiva del plantel.
En invierno, la llegada de Pablo Pérez reforzaba esa posición, pero el entrenador bávaro no dudo en mantener a su pareja pese al bajón físico y de juego que había mostrado el centrocampista argentino en sus últimos encuentros. Ante el Valladolid volvió a ser titular, pero como ocurriera ante el Almería, fue el elegido para el primer cambio. Y entonces La Rosaleda mostró y pagó todo su enfado con él. Soberbia y tremenda pitada la que tuvo que escuchar durante los tres o cuatro segundos que tardó en abandonar el terreno de juego.
Su desgaste físico no tiene reconocimiento ni recompensa. Se descuelga más en ataque que Camacho y en la frontal es donde más evidencia que sus funciones son más defensivas que ofensivas. Con Darder en la grada y Pablo Pérez sin descollar, es probable que siga en el once, pero parece que la grada ha iniciado los trámites del divorcio con el argentino. Eso sí, para Schuster parece que aún tiene colchón de confianza. Aunque mucho menos que hace unos meses.
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