A falta de dos jornadas, el Málaga se ha clasificado para los octavos de final de la Champions League. Un sueño, una gozada, una gesta, una felicidad completa. En la catedral balompédica de Italia, en San Siro, ante el Milan, se consiguió el punto que faltaba para la gesta, y lo hizo con hechuras de equipo grande, como ha sido hasta ahora en su magnífica experiencia en la liguilla que abre la más importante competición mundial de equipos de fútbol. Un empate que pudo ser victoria, pero los italianos merecieron el punto. Fue un empate justo con el que los malaguistas tocamos la gloria.
El Málaga completó un gran partido, sobre todo en la primera parte. No es menos cierto que Willy voló hacia la gloria en dos ocasiones con otras tantas paradas sencillamente extraordinarias, pero es que estábamos en San Siro jugando contra el Milan, que no era poco, pero la sensación era muy distinta a la del sábado frente al Rayo: solo hubo que esperar a la primera jugada del partido para que todos nos diéramos cuenta de ello. Asentado, tranquilo, sosegado y combinativo, el Málaga nubló las ideas al Milan delante del mismísimo Berlusconi, entre otras cosas porque hubo un cambio fundamental que hay que sumar a las medallas otorgadas al entrenador blanquiazul: se dio cuenta de que Eliseu como interior izquierdo es hoy fundamental en su esquema, y en vez de sacrificarlo como sustituto de Monreal (¡cómo le echamos de menos en los dos últimos partidos ligueros!), decidió apostar por Sergio Sánchez, y con el portugués arriba, tanto Isco, con quien se combina a las mil maravillas, como Saviola y Joaquín son distintos, otros. Se notó, y lo notó el Milán, que se veía atosigado en su propio terreno, porque el centro del campo visitante, con Camacho e Iturra en su ambiente, achuchaba y recuperaba lo que no estaba en los escritos. Y si algo se 'colaba', aparecían Demichelis o Weligton.
Todo iba de maravilla hasta que apareció Bojan a los 20 minutos. Se fue de dos, de tres defensas y a punto estuvo de marcar. Cogió confianza y a su equipo le dio alas. Durante diez minutos, los italianos dominaron y allí tuvieron sus dos ocasiones, y el Málaga parecía achantado, pero no, para nada. Tras unos minutos algo dubitativo, de nuevo recuperó el Málaga la pelota, y entonces apareció un futbolista llamado a ser una figura mundial, Isco, que en una portentosa internada cedió a su 'socio' y Eliseu cruzó a las mallas de Abbiati.
El Milán tenía que arriesgar tras el descanso. No tenía otra opción, y le echó todo el coraje del mundo, pero solo le sirvió para que Pato lograra el tanto. No crean que pudo hacer más, porque el Málaga es un equipo al que le temen ya en Europa, y eso hizo que los milanistas miraran el punto con cariño, y más después de la derrota del Zenit.
Ya estamos en octavos, como el que no quiere la cosa. ¡Madre mía, qué ilusión! Por eso, aunque sea en Londres, ¡que no me despierten!
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