El chileno ha convertido a un Málaga hundido en otro con identidad propia en la tarea más complicada de su carrera
Aquel 5 de noviembre de 2010 la portada de SUR era elocuente. A todo lo ancho, a cinco columnas, se veía la imagen de un entrenador recibido como un mesías, como nunca había sucedido siquiera con un futbolista. Por el Málaga pasaron exseleccionadores y técnicos con enorme tirón, pero el fútbol no tenía en los 60, cuando apareció Helenio Herrera por estos lares, la repercusión actual. Manuel Luis Pellegrini Ripamonti (Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1953) abandonaba su retiro por voluntad propia para hacerse cargo por primera vez de un proyecto «a mitad del río». Hoy, dos años después de la firma del contrato, el chileno puede presumir de que ha convertido a un equipo hundido en otro con identidad propia en la tarea más complicada de su carrera.
Cuando el fallecido consejero José Carlos Pérez comenzó a martillear el 24 de octubre de 2010 los oídos del vicepresidente Abdullah Ghubn sobre la necesidad de prescindir de Jesualdo Ferreira, sabía de antemano que solo podía convencer a la mano derecha del jeque Abdullah Al-Thani con el nombre de un recambio que le llenara al ciento por ciento, un estandarte para el proyecto. En la recámara se guardó dos nombres, los José Luis (Mendilibar y Oltra, en la actualidad en Osasuna y Deportivo), y apostó a caballo ganador.
Al recordado consejero consultivo le habían tocado en suerte en etapas anteriores otras gestiones complicadas (quitarle a De las Heras al Valencia y alguna de enorme peso con Fernando Sanz como presidente) y cuando recibió la respuesta afirmativa de Ghubn -como esperaba, por otro lado- ya había avanzado parte del terreno. Doce días después, ya con Ferreira despedido y minutos antes de la presentación de Pellegrini, el agente de este, Jesús Martínez, le espetó: «No sé cómo lo has hecho, pero nunca lo había visto (a Pellegrini) aceptar tan pronto una oferta».
Pellegrini hizo las maletas a toda prisa atraído por el proyecto y, por qué no decirlo, dejó boquiabiertos a sus dos lugartenientes, Rubén Cousillas y José Cabello. Siempre había rehuido hacerse cargo de un equipo a mitad de temporada. Además, la llegada al Málaga era un todo o nada después de haber salido por la puerta de atrás del Real Madrid tras meses de persecución mediática en una campaña penosa. Por el camino habían quedado ofertas muy suculentas económicamente, mucho más suculentas, para trabajar en países exóticos.
Las caras de Pellegrini, Cousillas y Cabello al regreso de aquel partido de transición en el campo del Espanyol eran muy elocuentes. Pero ninguno bajó los brazos pese a que el panorama no podía ser más desalentador. Nunca lo hizo en público (ni lo hará, porque entre sus máximas impera el respeto absoluto a los compañeros), pero el chileno no tardó en pronunciarse sobre la extraña configuración de la plantilla por parte de su antecesor, tanto por su desequilibrio como por la elevada inversión en determinados jugadores.
Mucho tiempo y canas
La reanimación de un Málaga moribundo costó mucho tiempo y también más canas. El rostro de Pellegrini denotaba allá por febrero de 2011 los efectos del titánico esfuerzo al remar río arriba. Fueron sus únicos momentos de duda, pero únicamente porque le llegaban cierto rechazo, interna y externamente, al estilo que quería imponer. Fue cuando planteó de manera informal, en esas muchas conversaciones privadas más propias de un confesionario (que fortaleció su relación con los dirigentes), que no quería ser un estorbo. No se sabe si tenía constancia del reiterado ofrecimiento de un determinado entrenador (Marcelo Bielsa) y si influyó en su actitud.
En estos dos años muy poco ha trascendido de Pellegrini más allá de su labor como entrenador. Entre otras razones, porque no se prodiga en actos públicos (salvo para seguir la Semana Santa, que lo fascinó), es muy hermético (más por timidez) y mantiene sellada su vida privada (en Bilbao estuvieron su esposa, su hijo y su nuera, y casi nadie se percató de ello). Eso sí, es un extraordinario conversador sobre cualquier materia, le gusta leer, pasear y jugar al golf, y nada tiene que ver su imagen pública con la privada. Porque, como Juande o Muñiz, considera que su presencia ante los medios debe tratarse con la misma seriedad que el trabajo día a día. «Cuando estoy con la familia y los amigos siempre estoy sonriente», suele explicar.
Su trayectoria en el Málaga ha estado salpicada de obstáculos y le ha costado tanto resucitar al equipo en su primer año como mantener unida a la plantilla este verano. Pero nunca ha bajado los brazos. «Creo en este proyecto y los jugadores creen en lo que hacemos. Eso es lo más importante», ha recalcado en privado en los momentos de más temor (en el viaje a San Sebastián, el comienzo de aquella remontada) o de más felicidad (de regreso de Atenas, tras certificar el pase a la Champions).
Y es que, más allá de resultados, de elogios y de comprobar día a día la felicidad que irradian los aficionados del Málaga, Pellegrini se siente orgulloso por dos razones. La primera, haber transformado a un equipo con mentalidad de modesto en otro con ambición en un periodo de tiempo muy inferior al previsto, y la segunda, haberlo convertido en uno perfectamente reconocible a nivel nacional e internacional, como considera que sucede con los mejores del mundo.
La predicción de Viberti
Partido a partido, semana a semana, la figura de Pellegrini se hace más grande en el malaguismo, Tanto, que en condiciones normales concluirá la temporada como el tercer entrenador con más partidos de la historia, solo superado por Antonio Benítez (inalcanzable con 380) y Joaquín Peiró (con 225). El pasado miércoles, en Cáceres, superó a un mito, Sebastián Humberto Viberti, que acumuló 87. «Che, déjenlo trabajar y ya verán, hará un Málaga grande», predijo desde su Córdoba natal el gran ídolo apenas dos semanas después de la llegada del chileno.
A día de hoy, con 89 partidos oficiales, Pellegrini aparece séptimo entre los entrenadores del Málaga, pero antes de que concluya este año también superará a Marcel Domingo (con 96). En principio, con los encuentros ya programados (los veintiocho restantes de Liga, uno de Copa del Rey y tres de Champions), alcanzaría 121 y también dejaría atrás a Jëno Kalmar (con 116). Pero simplemente con pasar una ronda copera y continuar en Europa (bien en octavos de la Liga de Campeones, bien en la Liga Europa) también rebasaría a Antonio Iznata 'Chales' y Juan Ramón Muñiz, cuarto y tercero con 122 y 123, respectivamente. Alcanzar a Peiró no parece fácil, ya que para ello necesitaría probablemente cumplir su contrato (le quedan otras dos temporadas) y añadir un sexto año en el banquillo malaguista.
En cualquier caso, a Pellegrini no le atraen los números tanto como esa transformación radical que ha liderado en el Málaga y que bien podría resumirse en una expresión que él suele emplear: «Esto es una hazaña».
http://malagacf.diariosur.es/noticias/2012-11-05/entrenador-idolatrado-20121105.html