http://www.marca.com/2012/08/15/baloncesto/nba/noticias/1345036822.html
La estrella de los Lakers muestra su faceta más comprometida
El gesto de oro de Pau Gasol con el ciclista discapacitado Diego Ballesteros
En plenos Juegos, Pau Gasol encontró un hueco tras un partido para reencontrarse con Diego Ballesteros, un deportista admirable, un hombre al que había ayudado en 2010 con otro gesto para su grandiosa estadística de humanidad
Es posible que cuando pasen los años, Pau Gasol sólo sea recordado por liderar una generación maravillosa de jugadores de baloncesto que formó la mejor selección que nunca tuvo España. Es posible que la gente que ha tenido la suerte de convivir con él cuando suena la bocina, fuera de las canchas, en la vida real, siempre evoque la imagen de un deportista ejemplar que luchó por mejorar el mundo, por generar ilusión entre los más tristes, por ayudar a los más necesitados, por arrancar una sonrisa. Es entonces cuando, sin atender a su tamaño, Pau se revela como un gigante.
En plenos Juegos, Pau encontró un hueco tras un partido para reencontrarse con un deportista admirable, un hombre al que había ayudado en 2010 con otro gesto para su grandiosa estadística de humanidad. Son este tipo de cosas que colman a Pau, el ser humano al que es frecuente ver en el Children Hospital de L.A. no sólo para pasarse por las habitaciones de los niños. Asiste a operaciones. “Aquí vienen muchos famosos, pero Pau es el único que vuelve, vuelve y vuelve otra vez”, dice el Doctor Skaggs.
Esta temporada, cuando los Lakers se enfrentaban a los Grizzlies en Memphis, el catalán bajó del avión y se trasladó al St. Jude Hospital, un centro para enfermos de cáncer muy vinculado con los Gasol. Su padre, Agustí, desarrolló un programa para la reinserción escolar de los chicos que habían superado esta enfermedad. Mike Brown, el entrenador, fue con él y se impresionó por su actitud.
En Londres, en lo más crudo del campeonato para la selección, Pau dejó de pensar en las críticas vertidas, en Kirilenko, Parker o el Dream Team para pasar un buen rato con Diego Ballesteros, un ciclista extraordinario, un ejemplo de superación formidable que acababa de llegar a Londres tras hacer 1.800 kilómetros con su handbike. A raíz de un accidente, Diego está incapacitado y mueve su bicicleta con los brazos.
En cierta medida, su recuperación tuvo algo que ver con Pau. Su historia conmueve y es un asidero fantástico para todos aquellos que no se rinden ante las dificultades. El ciclista oscense pasó de hacer carreras extremas de miles de kilómetros a no poder andar. En 2008 había unido Zaragoza con Pekín en bici y llegó para asistir a la final olímpica de basket. Lo que vio llenó un capítulo de un libro, 12.822 km, en el que contó sus experiencias de aquella gran aventura. En Londres quería compartirlo con el hombre que le animó mientras daba pedaladas contra la muerte en un hospital de Wichita, el Wesley Medical Center.
Brutal accidente
En 2010, en Kansas, Diego fue atropellado mientras participaba en la Race Across America, una carrera de ciclismo al límite que atravesaba Estados Unidos de costa a costa. El chico de 20 años quería mirar algo en la guantera, se despistó y arrolló a Ballesteros. Ingresó en el hospital con 20 pulsaciones y una lesión medular irreversible.
Sobrevivió de milagro gracias a sus extraordinarias condiciones físicas. Recuerda estar ingresado mientras se disputaban las finales de la NBA de 2010, con el duelo Lakers-Celtics y Pau peleando por su segundo anillo.
Foto: Diego Ballesteros “Estaba en la UCI. Tenía un botón que apretaba cuando tenía mucho dolor. Era una bomba de morfina. Esos chutes me daban la vida. Recuerdo estar viendo el séptimo partido. Lo veía negro porque los Lakers perdían por mucho, creo que por 17 puntos. Tenía tanta tensión por el partido que ni me metía morfina. Pero al verlo todo perdido, di al botón con mucha fuerza. Me dormí. Al día siguiente desperté y vi que habían ganado los Lakers. Fue una inmensa alegría. Tres días después, el teléfono de la habitación sonó. Lo cogió mi pareja y me dice: ‘Te llama un tal Pau’. ‘No conozco a nadie así en mi familia’, le respondí. ‘Dice que sí, que es de la familia’. ‘Bueno, pásamelo’, le respondí por cumplir. ‘Soy Pau, Pau Gasol’, escuché al otro lado del teléfono y me emocioné mucho. Me puse a llorar”.
Tras el accidente, Diego tenía problemas con los seguros para cubrir los gastos de hospitalización y la Embajada española también se había desentendido un poco de su tragedia. Aquella llamada supuso mucho en lo anímico, fue un antídoto contra el abandono.
De vuelta a España, Diego estuvo siete meses ingresado. La rehabilitación fue terrible. Incapaz de venirse abajo, el ciclista de Barbastro encontró la manera de que su corazón de deportista volviera a latir. Los brazos le ayudaban a pedalear. “Y si pedaleo, sueño”, dice.
Se ha propuesto recorrer casi 23.000 kilómetros como un alegato en favor del deporte discapacitado y para promocionar la candidatura de Madrid 2020. Su objetivo es llegar a competir en los Juegos Paralímpicos de Río.
La capital de Inglaterra fue el punto final de una etapa de 1.800 kilómetros que duró 27 días. Perico Delgado, uno de sus ídolos, le había despedido en Madrid. Sus compañeros del Movistar iban con él. "Eres mi héroe", le dijo el ganador del Tour del 98.
En Londres, los amigos de Diego le habían preparado una encerrona. En ella participaron también Kiko Martín, responsable de comunicación de la FEB, y Jorge Badosa, ayudante de Pau. Llevaron a Diego al piso donde vivían los técnicos de la selección que no tenían acreditación para la Villa. Le dijeron que tenía que hacer una entrevista con una televisión. Y Pau apareció.
“Estaba hablando con RNE en directo y de pronto le vi entrar. Dije en antena “os tengo que dejar porque estoy viendo a alguien muy grande entrar por la puerta”. Fue una sorpresa, algo muy emotivo para mí y para todos. Pau, como los más grandes, es muy humilde y muy llano. Se interesó mucho por mí y estuvimos hablando. Le leí parte de mi libro. Nunca lo olvidaré”. Seguro que esa persona tan normal llamada Pau tampoco. Aunque sea un gesto de oro de los suyos.
La estrella de los Lakers muestra su faceta más comprometida
El gesto de oro de Pau Gasol con el ciclista discapacitado Diego Ballesteros
En plenos Juegos, Pau Gasol encontró un hueco tras un partido para reencontrarse con Diego Ballesteros, un deportista admirable, un hombre al que había ayudado en 2010 con otro gesto para su grandiosa estadística de humanidad
Es posible que cuando pasen los años, Pau Gasol sólo sea recordado por liderar una generación maravillosa de jugadores de baloncesto que formó la mejor selección que nunca tuvo España. Es posible que la gente que ha tenido la suerte de convivir con él cuando suena la bocina, fuera de las canchas, en la vida real, siempre evoque la imagen de un deportista ejemplar que luchó por mejorar el mundo, por generar ilusión entre los más tristes, por ayudar a los más necesitados, por arrancar una sonrisa. Es entonces cuando, sin atender a su tamaño, Pau se revela como un gigante.
En plenos Juegos, Pau encontró un hueco tras un partido para reencontrarse con un deportista admirable, un hombre al que había ayudado en 2010 con otro gesto para su grandiosa estadística de humanidad. Son este tipo de cosas que colman a Pau, el ser humano al que es frecuente ver en el Children Hospital de L.A. no sólo para pasarse por las habitaciones de los niños. Asiste a operaciones. “Aquí vienen muchos famosos, pero Pau es el único que vuelve, vuelve y vuelve otra vez”, dice el Doctor Skaggs.
Esta temporada, cuando los Lakers se enfrentaban a los Grizzlies en Memphis, el catalán bajó del avión y se trasladó al St. Jude Hospital, un centro para enfermos de cáncer muy vinculado con los Gasol. Su padre, Agustí, desarrolló un programa para la reinserción escolar de los chicos que habían superado esta enfermedad. Mike Brown, el entrenador, fue con él y se impresionó por su actitud.
En Londres, en lo más crudo del campeonato para la selección, Pau dejó de pensar en las críticas vertidas, en Kirilenko, Parker o el Dream Team para pasar un buen rato con Diego Ballesteros, un ciclista extraordinario, un ejemplo de superación formidable que acababa de llegar a Londres tras hacer 1.800 kilómetros con su handbike. A raíz de un accidente, Diego está incapacitado y mueve su bicicleta con los brazos.
En cierta medida, su recuperación tuvo algo que ver con Pau. Su historia conmueve y es un asidero fantástico para todos aquellos que no se rinden ante las dificultades. El ciclista oscense pasó de hacer carreras extremas de miles de kilómetros a no poder andar. En 2008 había unido Zaragoza con Pekín en bici y llegó para asistir a la final olímpica de basket. Lo que vio llenó un capítulo de un libro, 12.822 km, en el que contó sus experiencias de aquella gran aventura. En Londres quería compartirlo con el hombre que le animó mientras daba pedaladas contra la muerte en un hospital de Wichita, el Wesley Medical Center.
Brutal accidente
En 2010, en Kansas, Diego fue atropellado mientras participaba en la Race Across America, una carrera de ciclismo al límite que atravesaba Estados Unidos de costa a costa. El chico de 20 años quería mirar algo en la guantera, se despistó y arrolló a Ballesteros. Ingresó en el hospital con 20 pulsaciones y una lesión medular irreversible.
Sobrevivió de milagro gracias a sus extraordinarias condiciones físicas. Recuerda estar ingresado mientras se disputaban las finales de la NBA de 2010, con el duelo Lakers-Celtics y Pau peleando por su segundo anillo.
Foto: Diego Ballesteros “Estaba en la UCI. Tenía un botón que apretaba cuando tenía mucho dolor. Era una bomba de morfina. Esos chutes me daban la vida. Recuerdo estar viendo el séptimo partido. Lo veía negro porque los Lakers perdían por mucho, creo que por 17 puntos. Tenía tanta tensión por el partido que ni me metía morfina. Pero al verlo todo perdido, di al botón con mucha fuerza. Me dormí. Al día siguiente desperté y vi que habían ganado los Lakers. Fue una inmensa alegría. Tres días después, el teléfono de la habitación sonó. Lo cogió mi pareja y me dice: ‘Te llama un tal Pau’. ‘No conozco a nadie así en mi familia’, le respondí. ‘Dice que sí, que es de la familia’. ‘Bueno, pásamelo’, le respondí por cumplir. ‘Soy Pau, Pau Gasol’, escuché al otro lado del teléfono y me emocioné mucho. Me puse a llorar”.
Tras el accidente, Diego tenía problemas con los seguros para cubrir los gastos de hospitalización y la Embajada española también se había desentendido un poco de su tragedia. Aquella llamada supuso mucho en lo anímico, fue un antídoto contra el abandono.
De vuelta a España, Diego estuvo siete meses ingresado. La rehabilitación fue terrible. Incapaz de venirse abajo, el ciclista de Barbastro encontró la manera de que su corazón de deportista volviera a latir. Los brazos le ayudaban a pedalear. “Y si pedaleo, sueño”, dice.
Se ha propuesto recorrer casi 23.000 kilómetros como un alegato en favor del deporte discapacitado y para promocionar la candidatura de Madrid 2020. Su objetivo es llegar a competir en los Juegos Paralímpicos de Río.
La capital de Inglaterra fue el punto final de una etapa de 1.800 kilómetros que duró 27 días. Perico Delgado, uno de sus ídolos, le había despedido en Madrid. Sus compañeros del Movistar iban con él. "Eres mi héroe", le dijo el ganador del Tour del 98.
En Londres, los amigos de Diego le habían preparado una encerrona. En ella participaron también Kiko Martín, responsable de comunicación de la FEB, y Jorge Badosa, ayudante de Pau. Llevaron a Diego al piso donde vivían los técnicos de la selección que no tenían acreditación para la Villa. Le dijeron que tenía que hacer una entrevista con una televisión. Y Pau apareció.
“Estaba hablando con RNE en directo y de pronto le vi entrar. Dije en antena “os tengo que dejar porque estoy viendo a alguien muy grande entrar por la puerta”. Fue una sorpresa, algo muy emotivo para mí y para todos. Pau, como los más grandes, es muy humilde y muy llano. Se interesó mucho por mí y estuvimos hablando. Le leí parte de mi libro. Nunca lo olvidaré”. Seguro que esa persona tan normal llamada Pau tampoco. Aunque sea un gesto de oro de los suyos.