Hace dos años el Ejido, dirigido por Antonio Tapia, goleó al Málaga (4-1) y lo dejó al borde del descenso a Segunda B
Casi lleno en La Rosaleda. sueños de triunfo durante 84 minutos. El gran rival, contra las cuerdas. A un paso de la 'Champions'. Nadie habría atisbado hace hoy dos años el éxtasis que se vivió el domingo pasado. Ni Antonio Tapia, entrenador entonces del Ejido, ni la plantilla malaguista, en un retorno inacabable hasta La Rosaleda con cuatro goles a la espalda. «Allí tocamos fondo», recuerda Sandro. Ahora se toca el cielo.
«Debemos hacer las cosas bien para que no se repita el pasado». Ese es el argumento de Fernando Sanz para justificar sus precauciones en las fichas ofertadas a varios jugadores. Hoy aún se respira el ambiente inolvidable del domingo, con los graderíos poblados de camisetas del Málaga. Hoy ya se piensa en el Barcelona y el Real Madrid. «Suena bien eso de que sean rivales directos», bromeó Apoño tras la victoria en Getafe. Pero el espejo retrovisor aconseja prudencia y humildad, términos implantados en el vestuario en la breve etapa de Juan Ramón Muñiz. Porque hoy se cumplen dos años de aquel doloroso 4-1 en El Ejido. «La situación es complicada, estamos jodidos», confesó el técnico asturiano aquella noche a sus más cercanos.
Falta de gol y fragilidad
Tapia, que se antojaba un técnico sin billete de retorno, fue el verdugo. Dirigía a aquel Ejido que aprovechó la alarmante falta de gol malaguista -ya se había ido cedido Salva al Levante- y la fragilidad defensiva. También fue el partido en el que Sandro comprobó que le quedaba menos fútbol del que creía. La feroz presión del rival provocó dos pérdidas del tinerfeño que desembocaron en sendos goles.
El Málaga, con expectativas disparadas y exageradas y con un equipo lleno de 'pipitas' -término empleado por Muñiz para los jugadores estilistas y poco dados al sacrificio colectivo-, se iba directo al matadero. La Segunda B y la desaparición. Los aficionados desplazados al poniente almeriense no ocultaron su profundo malestar con gritos de «mercenarios». Ya ni se recuerda. Parece de otra época, pero hace sólo dos años de aquella decisión de la policía de introducir el autobús en el campo, lejos de los más exaltados seguidores blanquiazules, para evitar males mayores.
Nadie puede predecir el futuro. Y menos aún tan esplendoroso. Lo fue para todos. Muñiz condujo al equipo a Primera, Sanz cumplió su sueño, Tapia recibió una segunda oportunidad que nadie esperaba, la plantilla evitó el descalabro con una unión sin fisuras, y la mágica bota de Antonio Hidalgo -la de aquel golazo allí y muchos otros valiosos en catorce meses- hizo el resto gracias a los continuos remiendos de los utileros. De tocar fondo a tocar el cielo.
Hidalgo, desesperado en aquel encuentro
http://malagacf.sur.es/noticias/2009-03-18/tocar-fondo-tocar-cielo-20090318.html