Argentina tortura a la estrella y la acusa de todos sus males en la Copa América
«e s la primera vez que lo silban», dijo, como si le costara creer sus propias palabras. Jorge Messi habló de Lionel y su insólito calvario. Una pesadilla. La Pulga, que a los 24 años lo ha ganado casi todo, fue convertido en el símbolo de un extravío, el de la selección argentina, por algunos agitadores que han deprimido a la estrella azulgrana. «Se están diciendo cosas que afectan muchísimo», advirtió Messi padre, y el tono de su voz tuvo algo de ruego. Casi de súplica.
Semanas atrás, Leo era intocable. Había aterrizado como el héroe de la Champions, el hombre que había acabado con el Manchester en Wembley. En los top manta, las mochilas del Barca y las camisetas del conjunto albiceleste con el número 10 se vendían como pan caliente. Si lo veían en la calle, lo aclamaban. Y, de repente, como el equipo no funciona en la Copa América, y hasta puede quedarse fuera del certamen, irrumpió la Argentina pendular, esa que ama y odia sin solución de continuidad.
UN TRAIDOR / A los ojos de ese país pequeño pero ruidoso, Messi se transformó en una suerte de traidor. «No sé qué significa cargarse el equipo al hombro. ¿Es insultar o gritar a todos los compañeros? Mi hijo tiene otro tipo de carácter que Diego. Es fuerte aunque muchos no lo sepan», aclaró el padre. Como Messi no habla nunca fuera del campo (ni en Barcelona, ni en Argentina, ni en ningún otro lugar) les toca a otros interpretar sus silencios. Solo Guardiola, el técnico del Barça, lo ha sabido comprender. Y como no habla, y viendo que el país se le ha tirado encima, salió de forma desesperada el padre.
REPROCHES POR EL HIMNO / Las críticas vienen a veces de la mano del peor nacionalismo. Al mejor del mundo se le reprocha que no entone la canción patria con ademanes operísticos. «Creo que no debería haber polémica por el tema del himno, ¿no? Yo cuando voy a la iglesia rezo en voz baja. No necesito que la gente me mire como rezo», tuvo que explicar Messi padre, quien nació, se educó, trabajó y fue al paro en un país donde los generales no se cansaron de cantar de manera estridente la melodía nacional. Un país donde la empresa YPF era «hincha oficial» de la selección y las publicidades de las multinacionales asocian sus marcas a los colores de la camiseta.
SOCIEDAD «CARNÍVORA» / El de Messi es, a estas alturas, un caso «típicamente argentino». Como les ha sucedido a otros ídolos populares, ha quedado expuesto ante la sociedad carnívora que los devora, esa misma que hoy aclama a Diego Maradona, pero que en 1989, cuando vestía un abrigo de piel blanca, lo llamaba «negro de mierda» por ostentar su riqueza. La misma sociedad que, dos años más tarde, se regodeó con su primer escándalo por posesión de drogas. Ese país que lincha a sus figuras olvida muy pronto los agravios.
La política es pródiga en esos acontecimientos. En el 2008, durante el conflicto del Gobierno con los grandes productores agropecuarios, la presidenta Cristina Kirchner era llamada «yegua» por muchos que, en octubre de 2010, ante la muerte de su marido, Néstor Kirchner, se volvieron repentinamente sentimentales y hasta lloraron. El fútbol amplifica al país de las exageraciones, sin medir daños ni secuelas.
«¡PENDEJO!» / La Pulga y Nicolás Burdisso tuvieron una discusión casi al terminar el partido con Colombia. «¡Pendejo!», lo llamó el defensor del Roma. «¡Callate, boludo!», dicen que le respondió el del Barca en un síntoma de la degradación que se vive en el grupo. La cosa no pasó a mayores porque intervino el entrenador Sergio Batista y el presidente de la Federación, Julio Grondona, quien, a su modo, había arrojado gasolina al fuego cuando, días antes, consideró que Messi siempre juega bien, pero sus compañeros no. Lindo favor le hizo el dirigente al azulgrana con esa postura frente al grupo.
«Seguramente ha habido una discusión, una discusión en el fútbol hay siempre. Creo que cualquiera discute, hasta los amigos cuando se juntan por cualquier causa pueden discutir. Yo creo que eso no ha pasado a mayores, si existió», conjeturó Jorge Messi, empeñado en apaciguar el clima volcánico que sacude a su hijo.
CALAMARO LE PIDE «PERDÓN» / Andrés Calamaro se vio obligado a abandonar Argentina a principios de los años 90 por falta de éxito. Retornó a Buenos Aires con el grupo hispanoargentino Los Rodríguez. A partir de ese momento, empezó una etapa de alta popularidad. Calamaro simpatiza abiertamente con Messi y sabe bien cómo funcionan en su país. Y por eso ayer le pidió «perdón», en nombre de los que se avergüenzan de lo que está sucediendo. Habló de «crucifixión» y dijo que el país no es merecedor de semejante talento. «Todos queremos verlos jugar lindo y meter goles, supongo que usted el primero. Plántese y explique como quiere jugar y dónde. Arme el equipo según su inteligencia total y su sabiduría inexplicable. Usted juegue tranquilo, que ya lo ganó todo».
Y Leo, cuya única patria es el balón (llegó con 13 años a Barcelona y los argentinos nunca lo han considerado uno de los suyos), mastica en silencio el tormento.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/deportes/pesadilla-messi-1071574
«e s la primera vez que lo silban», dijo, como si le costara creer sus propias palabras. Jorge Messi habló de Lionel y su insólito calvario. Una pesadilla. La Pulga, que a los 24 años lo ha ganado casi todo, fue convertido en el símbolo de un extravío, el de la selección argentina, por algunos agitadores que han deprimido a la estrella azulgrana. «Se están diciendo cosas que afectan muchísimo», advirtió Messi padre, y el tono de su voz tuvo algo de ruego. Casi de súplica.
Semanas atrás, Leo era intocable. Había aterrizado como el héroe de la Champions, el hombre que había acabado con el Manchester en Wembley. En los top manta, las mochilas del Barca y las camisetas del conjunto albiceleste con el número 10 se vendían como pan caliente. Si lo veían en la calle, lo aclamaban. Y, de repente, como el equipo no funciona en la Copa América, y hasta puede quedarse fuera del certamen, irrumpió la Argentina pendular, esa que ama y odia sin solución de continuidad.
UN TRAIDOR / A los ojos de ese país pequeño pero ruidoso, Messi se transformó en una suerte de traidor. «No sé qué significa cargarse el equipo al hombro. ¿Es insultar o gritar a todos los compañeros? Mi hijo tiene otro tipo de carácter que Diego. Es fuerte aunque muchos no lo sepan», aclaró el padre. Como Messi no habla nunca fuera del campo (ni en Barcelona, ni en Argentina, ni en ningún otro lugar) les toca a otros interpretar sus silencios. Solo Guardiola, el técnico del Barça, lo ha sabido comprender. Y como no habla, y viendo que el país se le ha tirado encima, salió de forma desesperada el padre.
REPROCHES POR EL HIMNO / Las críticas vienen a veces de la mano del peor nacionalismo. Al mejor del mundo se le reprocha que no entone la canción patria con ademanes operísticos. «Creo que no debería haber polémica por el tema del himno, ¿no? Yo cuando voy a la iglesia rezo en voz baja. No necesito que la gente me mire como rezo», tuvo que explicar Messi padre, quien nació, se educó, trabajó y fue al paro en un país donde los generales no se cansaron de cantar de manera estridente la melodía nacional. Un país donde la empresa YPF era «hincha oficial» de la selección y las publicidades de las multinacionales asocian sus marcas a los colores de la camiseta.
SOCIEDAD «CARNÍVORA» / El de Messi es, a estas alturas, un caso «típicamente argentino». Como les ha sucedido a otros ídolos populares, ha quedado expuesto ante la sociedad carnívora que los devora, esa misma que hoy aclama a Diego Maradona, pero que en 1989, cuando vestía un abrigo de piel blanca, lo llamaba «negro de mierda» por ostentar su riqueza. La misma sociedad que, dos años más tarde, se regodeó con su primer escándalo por posesión de drogas. Ese país que lincha a sus figuras olvida muy pronto los agravios.
La política es pródiga en esos acontecimientos. En el 2008, durante el conflicto del Gobierno con los grandes productores agropecuarios, la presidenta Cristina Kirchner era llamada «yegua» por muchos que, en octubre de 2010, ante la muerte de su marido, Néstor Kirchner, se volvieron repentinamente sentimentales y hasta lloraron. El fútbol amplifica al país de las exageraciones, sin medir daños ni secuelas.
«¡PENDEJO!» / La Pulga y Nicolás Burdisso tuvieron una discusión casi al terminar el partido con Colombia. «¡Pendejo!», lo llamó el defensor del Roma. «¡Callate, boludo!», dicen que le respondió el del Barca en un síntoma de la degradación que se vive en el grupo. La cosa no pasó a mayores porque intervino el entrenador Sergio Batista y el presidente de la Federación, Julio Grondona, quien, a su modo, había arrojado gasolina al fuego cuando, días antes, consideró que Messi siempre juega bien, pero sus compañeros no. Lindo favor le hizo el dirigente al azulgrana con esa postura frente al grupo.
«Seguramente ha habido una discusión, una discusión en el fútbol hay siempre. Creo que cualquiera discute, hasta los amigos cuando se juntan por cualquier causa pueden discutir. Yo creo que eso no ha pasado a mayores, si existió», conjeturó Jorge Messi, empeñado en apaciguar el clima volcánico que sacude a su hijo.
CALAMARO LE PIDE «PERDÓN» / Andrés Calamaro se vio obligado a abandonar Argentina a principios de los años 90 por falta de éxito. Retornó a Buenos Aires con el grupo hispanoargentino Los Rodríguez. A partir de ese momento, empezó una etapa de alta popularidad. Calamaro simpatiza abiertamente con Messi y sabe bien cómo funcionan en su país. Y por eso ayer le pidió «perdón», en nombre de los que se avergüenzan de lo que está sucediendo. Habló de «crucifixión» y dijo que el país no es merecedor de semejante talento. «Todos queremos verlos jugar lindo y meter goles, supongo que usted el primero. Plántese y explique como quiere jugar y dónde. Arme el equipo según su inteligencia total y su sabiduría inexplicable. Usted juegue tranquilo, que ya lo ganó todo».
Y Leo, cuya única patria es el balón (llegó con 13 años a Barcelona y los argentinos nunca lo han considerado uno de los suyos), mastica en silencio el tormento.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/deportes/pesadilla-messi-1071574