"El gol se lo dedico a mi hijo, que viene en camino, y a mi familia, que me ha apoyado siempre", dice un Rondón que considera "dejar la ansiedad a un lado", tras romper una sequía que duró cuatro jornadas
"El gol se lo dedico a mi hijo, que viene en camino, y a mi familia, que me ha apoyado siempre". Es la reflexión de José Salomón Rondón tras romper el pasado domingo ante el Hércules la sequía de cuatro jornadas sin marcar. Ni más ni menos que el pensamiento de un niño que va a ser padre, al que los suyos le generan emociones constantes y se encuentra en mitad del proceso evolutivo familiar.
Como tal, ha ido madurando sus cifras a pasos agigantados con el transcurrir de esta temporada. Ni los más optimistas esperaban que el jugador que tanto prometía en Las Palmas, pero que tenía en la decena su mejor registro goleador en Segunda, alcanzara la cifra de 13 en su estreno en la élite. Una marca que supera a la de Juan Arango, uno de los mitos vivientes de su país, quien cuando militaba en el Mallorca había establecido en 12 el mejor registro goleador de un Venezolano en una temporada en la liga española.
Éste no fue el único registro que batió Rondón. También tuvo "el honor", de hacer el gol 1.000 en la historia del actual Málaga en partidos oficiales. "Estoy contento por hacer historia en este club, por hacer las cosas bien. Estoy orgulloso de pertenecer a este equipo y espero seguir haciendo historia", resumió.
En este proceso de crecimiento constante que vive Rondón a sus 21 años, mucho ha influido su inmensa autoexigencia. "Estaba incómodo porque no había tenido la oportunidad de marcar. Se me habían presentado ocasiones, pero las había errado", reconoce el vinotinto, para el que el tanto ante el Hércules significa "dejar la ansiedad a un lado". "Sí, la ansiedad de marcar da un paso al costado y esperemos que vuelvan los goles, que es lo más importante", incide.
El siguiente camino, "sin olvidar las responsabilidades que tenemos, porque esto no ha acabado", es más gozoso: "Toca disfrutar". "Vamos a hacer lo mismo que hemos hecho en estos últimos partidos: salir a morir sabiendo que todavía tenemos la salvación en nuestras manos y que somos conscientes de que nos jugamos la vida", recuerda.
La próxima ocasión para ello es el sábado. Sin hacer cuentas, sabe de lo trascendente: "Dependemos de nosotros mismos y no tenemos que pensar en nadie más. Lo mejor es ir paso a paso, sabiendo que no hemos conseguido nada, y ahora en el Calderón tenemos una oportunidad de dar un paso grande".
Para el que pensara que el aura de Baptista le estaba eclipsando, nada mejor que su opinión: "No. Todos tratamos de hacer las cosas bien para el equipo, sabiendo que Julio y yo físicamente somos casi iguales y por allí tenemos un poco más de fuerza en la delantera. Ayuda mucha tanto a Sebas y a mí, como yo intento hacerlo a ellos". De hecho, de su boca sólo salen palabras de admiración hacia el brasileño, quien el domingo hizo gestos a la grada para que animaran en vez de tomarla con Rondón cuando el venezolano marró una clara ocasión justo antes del descanso: "Sólo decir el nombre de Julio Baptista da a conocer su palmarés, sabiendo quién es y dónde ha jugado. Para mí es un orgullo compartir la delantera y el vestuario con ese tipo de personas. De Julio sólo puedo tener palabras de orgullo".
Una sensación que también le transmite el vestuario. "Estamos contentos. No nos podemos llenar de euforia porque esto no se ha acabado todavía. Esperemos que todo siga así, vamos por buen camino y esperemos que las cosas sigan saliendo bien", finaliza Rondón, el niño que va a ser padre.
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